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OPINIÓN: Putin y Medvedev cambian puestos para ¿seguir igual?

Vladimir Putin se postulará para presidente y, si es ganador, nombrará a Dmitri Medvedev, actual presidente, como su primer ministro
mar 27 septiembre 2011 11:48 AM
Rusia - Putin y Medvedev
Rusia - Putin y Medvedev Rusia - Putin y Medvedev

Nota del editor: Daniel Treisman es profesor de ciencias políticas de la Universidad de California, Los Ángeles. Asimismo, es autor de "The Return: Russia's Journey from Gorbachev to Medvedev".

(CNN) – El anuncio de que el primer ministro de Rusia, Vladimir Putin, se postulará para presidente en las elecciones de marzo y que, si es ganador, nombrará al presidente actual, Dmitri Medvedev, su primer ministro, recuerda una de los más famosos guiones de la literatura italiana.

En la novela de Giuseppe di Lampedusa, The Leopard, ubicada la Sicilia del siglo XIX, un joven noble le dice a su tío conservador que aferrarse al pasado no funcionará. “Si queremos que las cosas sigan como están, las cosas tendrán que cambiar”.

El juego de sillas propuesto por el Kremlin es el tipo de cambio cuyo único propósito es mantener las cosas como están.

Putin y compañía han dejado claro durante años que no pretenden dejar la escena de manera silenciosa en el 2012 cuando el período presidencial de Medvedev expire. La única pregunta era en qué términos regresarían los dos líderes.

Quedarse en los mismos cargos se hubiera percibido como un estancamiento. Aunque cambiar de puestos es difícilmente una jugada de inspiración, es la manera más sencilla mover las aguas sin miedo de sacudir el barco.

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Provocará un indignación temporal por parte de los muchos críticos de Putin en el Occidente, algunos de los cuales vieron en Medvedev un campeón del liberalismo y los derechos civiles. Algunos anticiparán un fortalecimiento del gobierno autoritario.

Sin embargo, la realidad es que el regreso de Putin al Kremlin no representará, por sí solo, un gran cambio. Durante los últimos cuatro años, Putin ha tomado todos las decisiones clave, asesorado por Medvedev, y seguirá haciéndolo.

Aquellos que imaginan que un segundo período de Medvedev hubiera generado avances, tienen dificultades para explicar por qué no los hubo en su primer período.

A menos que los líderes de Occidente pretendan castigar a Putin por su retorno, no hay razón para pensar que socavará el “reinicio” de los años recientes. El mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos no hubiera sido posible si Putin no hubiera aprobado dicha política.

A pesar de los rumores de desacuerdos entre ambos líderes –o, con mayor frecuencia, con sus colaboradores- siempre han trabajado juntos como un equipo unido. Los rusos comunes entienden esto muy bien. El 58% piensa que las historias sobre conflictos entre ellos son invenciones de periodistas y políticos de oposición.

Un 73% considera que más que instaurar sus propias políticas, Medvedev continuó las de Putin.

Los dos quieren hacer de Rusia un país fuerte y moderno, y entienden la necesidad de una economía eficiente vinculada con los mercados globales y flujo de capitales.

Al mismo tiempo, ambos quieren proteger círculos de amigos y conocidos que se han enriquecido durante sus años en el poder. Obviamente, estas dos metas en ocasiones entran en conflicto.

Para mantener su popularidad, ambos líderes han empleado una división política del trabajo. La prioridad de Putin ha sido mantener la lealtad de la mayoría de los rusos. Sus ocasionales aforismos y burlas antioccidentales pretenden apelar a las sensibilidades provincianas.

Pero su arma principal ha sido el dinero. Durante la crisis financiera, el primer ministro gastó generosamente para aliviar el dolor, incrementando pensiones en un 24% en términos reales en el 2009 y otro 13% en el 2010. Aunque la economía se hundió un 8% en el 2009, el gasto gubernamental creció del 34 al 41% del PIB. El ingreso real disponible se incrementó en un 2% en el 2009 y casi en un 5% en el 2010. la estrategia ha funcionado en términos generales.

Aunque los índices de aprobación de Putin –y Medvedev- han caído en los últimos dos años, el declive ha sido relativamente lento. Las últimas encuestas del respetado Levada Center muestran que el 68% aún aprueba el desempeño de Putin mientras un 63% aprueba el de Medvedev.

Salvo que hubiera un colapso repentino, esto debería bastar para que Putin triunfe cómodamente en las elecciones de marzo, aún sin las predecibles irregularidades electorales. Pero el respaldo, aunque alto, es delgado, apoyándose casi exclusivamente en el estado de la economía. Los rusos están preocupados por su futuro. Aún cuando la economía se estabilizaba tras la peor parte de la crisis mundial, el porcentaje de quienes pensaban que el país estaba en la dirección correcta cayó el año pasado del 48% al 36%.

El electorado de Medvedev ha sido la élite urbana y educada del sector empresarial, académico, arte y otras esferas. Los ha cautivado con entrevistas articuladas, incubadoras tecnológicas y “tuits” sobre la modernización. El problema es que tras años de promesas y discursos vacíos, casi todos le han perdido la esperanza.

Como primer ministro, Medvedev se sumergirá en los detalles operativos de la administración de la economía en un momento inusualmente delicado. Aunque Rusia alcanzó un crecimiento del 4% el año pasado, no está claro cuánto más podrá continuar a este ritmo sin reformas de fondo que restauren la desgastada confianza de los inversionistas.

Es improbable que la producción de gas y petróleo se incremente mucho en los próximos años, especialmente si el crecimiento de las economías desarrolladas se estanca.

Conscientes de esto, los dos líderes ya han anunciado reformas para simplificar la normatividad sobre los inversionistas y privatizar grandes participaciones de compañías gubernamentales. La primer tarea de Medvedev probablemente será implementar recortes poco populares para frenar el gasto público.

Puede que se haya retractado de un compromiso con gastos de triple defensa –una promesa que hizo que Alexei Kudrin, el longevo ministro de finanzas y supervisor del presupuesto dijera que se rehusaría a servir bajo el mandato de Medvedev-. La necesidad de recortar el gasto social amenaza con convertir a Medvedev en un pararrayos de descontento y podría acortar su mandato.

Sin embargo, también está la posibilidad de que sobreviva lo suficiente para ver el fruto de las reformas, y reclamar una parte del crédito. Tras verse notablemente molesto por la falta de elementos para que sus políticas se implementaran, ahora tendrá la oportunidad de implementar algunas por su cuenta. Qué tan efectivo sea en este nuevo papel -y qué tanta libertad de acción le dé Putin- sigue siendo una incógnita.

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