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OPINIÓN: Padecer una enfermedad mental trae estigma y aislamiento

Las personas que padecen estos trastornos se enfrentan a la exclusión social, discapacidad prematura y pérdida de años de vida saludable
lun 10 octubre 2011 11:34 AM
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Nota del editor: Este 10 de octubre es Día Mundial de la Salud Mental. David Luna, médico psiquiatra del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, da una mirada cercana a uno de los retos frente a las enfermedades mentales: la lucha en contra del estigma.

(CNNMéxico) — Al menos uno de cada cuatro mexicanos ha padecido un trastorno mental entre los 23 reconocidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estas enfermedades contribuyen al 10% de los años perdidos de vida saludable y más del 30% de los años vividos con discapacidad, según la Encuesta Nacional de Enfermedades Psiquiátricas (ENEP). No obstante su prevalencia en la población, los pacientes que sufren enfermedades mentales continúan siendo objeto de estigma a diversos niveles sociales.

La palabra estigma proviene del latín stigma y a su vez del griego στιγμα (marca o señal en el cuerpo).

El paciente vive la enfermedad y actúa en consecuencia a ello. Los pacientes con una enfermedad mental tienen una expectativa generalizada de que la mayoría de la gente los devaluará y discriminará, según Reymond Weinstein. Esto se llama estigma internalizado y fomenta las expectativas de rechazo, muchas veces sintiéndose avergonzados de su propia conducta, o también del hecho de tomar los medicamentos prescritos, lo cual dificulta en muchos casos la aceptación y el apego al tratamiento.

Pero el estigma no sólo es algo que esperen los pacientes; el estigma social es real y se presenta tanto entre las personas más cercanas, en la sociedad en general e incluso en el sector médico.

En 1963, Irving Goffman definió el estigma como una condición, atributo, rasgo o comportamiento que hace que su portador genere una respuesta negativa y sea visto como culturalmente inaceptable o inferior.

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Este trabajo fue criticado, dada la presunción de que el estigma se encuentra completamente en el portador. Ya desde los tiempos de Goffman, el concepto de estigma derivado del portador aplicaba a aquéllos individuos dependientes al alcohol y otras drogas, a quienes habían cometido cualquier clase de intento suicida, a homosexuales, desempleados, prisioneros, activistas políticos radicales y a los individuos portadores de alguna enfermedad mental.

Es el mismo Goffman quien afirma que es a éstos individuos a quienes se les ha adjudicado rasgos de carácter tales como voluntad débil, pasiones antinaturales o deshonestidad, sin siquiera haber interactuado mínimamente con ellos, ni haber realizado una evaluación formal de personalidad.

En 1966, Thomas Scheff reconoció el contexto sociocultural del estigma a través de una modificación de su labeling theory (teoría de las etiquetas), enmarcándolo como un constructo social que refleja las relaciones de poder operantes entre los diferentes niveles sociales. De ésta manera, diversos grupos sociales poderosos pueden imponer etiquetas o estereotipos negativos en aquéllos individuos o grupos considerados indeseables, a quienes devalúan y discriminan de manera subsecuente.

La población ve a los individuos portadores de alguna enfermedad mental como agresivos y peligrosos (hablando de pacientes con esquizofrenia u otros padecimientos psicóticos), débiles e irresponsables (hablando de pacientes deprimidos), viciosos u obstinados (hablando de pacientes con trastornos adictivos). La población tiende a considerar como deplorables estas conductas, debido a la incomprensión y desinformación de la sociedad respecto a estos padecimientos.

En 1999, Bruce Link y Jo Phelan publican un estudio según el cual a los hombres se les estigmatiza más que a las mujeres, y entre estratos sociales más bajos hay mayores posibilidades de que el enfermo sea excluido de la comunidad.

Asímismo, la hospitalización psiquiátrica es más estigmatizante que un tratamiento ambulatorio según el libro Estigma y enfermedad mental, publicado en 1992; además de que el estigma en los trastornos mentales graves depende del tipo de diagnóstico, duración y funcionalidad.

La prevalencia en México

En México, cuatro de las 10 enfermedades más discapacitantes en el país son neuropsiquiátricas: la esquizofrenia, depresión, trastorno obsesivo-compulsivo y dependencia al alcohol de acuerdo a un estudio elaborado en 1999 por Julio Frenk y colaboradores.

El 28.6% de la población mexicana presentó alguno de los 23 trastornos de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) alguna vez en su vida, el 13.9% lo reportó en los últimos 12 meses y el 5.8% en los últimos 30 días; siendo más frecuentes los trastornos ansiosos (14.3%), seguidos por los trastornos de uso de sustancias (9.2%) y los trastornos afectivos (9.1%), según los datos más recientes, de la Encuesta Nacional de Enfermedades Psiquiátricas (ENEP), llevada a cabo en 2001 y 2002.

Un ejemplo muy concreto de la discapacidad generada por las enfermedades mentales, al hablar de trastornos afectivos, es la depresión. Se estima que en 2020 este padecimiento será la segunda causa de años de vida saludable perdidos a escala mundial y la primera en países desarrollados, según la OMS.

En México, el 3.3% de los individuos encuestados había experimentado un episodio depresivo mayor alguna vez en su vida, el 1.5% lo reprotó en los últimos 12 meses y el 0.6% en los últimos 30 días previos, según la ENEP.

¿Por qué son importantes estos datos hablando de depresión? La prevalencia de la enfermedad es moderada, pero su costo es alto. Los investigadores Cruz y Palma, al estudiar a un grupo de pacientes deprimidos del Instituto Nacional de Psiquiatría, en México, 2011, conluyeron que:

a) La depresión se encuentra dentro de las principales causas de incapacidad.

b) Se pierden alrededor de 11.22 días en el último mes en relación a actividades del hogar, y 12.02 días en el último mes para las actividades laborales; a lo cual se le puede sumar que

c) se pierde aproximadamente un mes (38.43 días) al año para recibir la atención psiquiátrica solamente;

d) el costo anual de la depresión fue de $1,606 dólares anuales,

e) el de una hospitalización (promedio 30 días) fue de $3,648 dólares (siendo ésta la intervención más cara); y que

f) aproximadamente el 20% de los gastos catastróficos se debe al gasto de los pacientes en los medicamentos.

El costo de la enfermedad mental es muy alto, no sólo en el gasto diario de los pacientes, sino también en el gasto público.

Habría que pensar si es o no estigma social el hecho de que un sistema gubernamental omita o ignore el grado de discapacidad que un padecimiento de este tipo puede llegar a generar; el impacto negativo sobre la población en diversas esferas como la personal, familiar y laboral, y su traducción en el funcionamiento social; el grave hueco que una enfermedad discapacitante puede llegar a generar en la población económicamente activa, no sólo hablando de productividad laboral, sino también de la reprecusión en el ingreso familiar.

Se debe informar de manera adecuada sobre las enfermedades mentales; impulsar programas para el desarrollo integral de los individuos; orientar a la población en relación a la búsqueda de servicios de salud mental para la atención de estas enfermedades; aumentar, distribuir y descentralizar los recursos humanos e infraestructura de los servicios de salud mental; y en términos generales, ampliar los programas de prevención, atención y rehabilitación de los padecimientos mentales a través de sus principales programas de seguridad social (IMSS, ISSSTE, Seguro Popular).

El último sector social generador de estigma hacia la enfermedad mental es el médico. El daño médico puede ser generado tanto por acción como por omisión, y el descuido, ignorancia y rechazo a la atención a pacientes con alguna enfermedad mental también puede ser catalogado como iatrogénico (dañoso).

El estudio de la salud mental es una dimensión de enormes proporciones, que hace referencia no sólo a la conducta de los individuos, sino también a su pensamiento, y esto último incluye las emociones, los deseos, las fantasías, las inquietudes, las preocupaciones que cada individuo alberga, además del ambiente sociocultural en el que se desarrolla.

Al ser los médicos de todas las áreas profesionistas que estamos en contacto directo con las personas, para la búsqueda de la explicación de una enfermedad, su tratamiento curativo o bien su control, no debemos perder de vista que todo el tiempo estamos en contacto con el dolor del paciente, ya sea físico o emocional.

Las Universidades que manejan programas escolarizados de Medicina y los diversos hospitales que manejan los programas de Residencias Médicas, deben responsabilizarse no sólo por sensibilizar a sus estudiantes respecto al trato de los pacientes, además deben fomentar el reconocimiento de las principales enfermedades psiquiátricas, ya que éstas, por su incomprensión general y desconocimiento de causalidad, quedan delegadas.

Esto puede mejorar la atención de los pacientes, puede ayudar al diagnóstico temprano de estas enfermedades, disminuir el rechazo de los médicos a la atención de pacientes psiquiátricos que buscan atención en cualquier otra área médica y facilitar la adecuada canalización o referencia de cualquier paciente hacia diversos servicios de Psicología, Psiquiatría o Salud Mental en general.

La disminución del estigma alrededor del paciente con enfermedad mental puede promover que éstos sean atendidos de manera más temprana, mejorar sus redes de apoyo, determinar una la evolución y pronóstico favorables, y como meta última, que los individuos se reintegren lo más pronto posible y de la mejor manera, al pleno ejercicio de su actividad social.

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