OPINIÓN: Los homosexuales son objeto de mucha presión para casarse
Nota del editor: Rose Arce es productora senior de CNN y contribuye con Mamiverse , una página web para latinas y sus familias. Ella dirigió el documental In Her Corner: Latino in America, acerca de la boxeadora amateur mexicoamericana, Marlen Esparza, que luchó por ser la primera mujer que boxeó en los Juegos Olímpicos.
Todos los días cuando estaciono el automóvil recuerdo que la presión nunca bajará. Un anuncio espectacular de una empresa de almacenamiento pide a gritos a las parejas que se casen: “Si no te gusta el matrimonio entre homosexuales, no te cases con alguien del mismo sexo”. No es el mensaje político lo que me mata; es el llamado matrimonial a las armas.
La presión comenzó en un andén del metro el día en que nuestra hija, Luna, de seis años , y su mejor amiga, Jackie, de siete años, vieron un periódico con dibujos de dos novias y dos novios. El estado de Nueva York le había puesto a las parejas del mismo sexo el mismo tipo de tensión que tiene todo el mundo: la presión del matrimonio. Y empezaron con nuestros hijos.
Jackie a Luna: ¿Nuestras mamás van a tener una boda homosexual?
Luna: Mamá, ¿las mamás se casan?
Yo: (Silencio)
Luna: No tendrán una boda homosexual porque no quiero ser la niña de las flores.
Jackie: No tienes que ir. Puedes quedarte en mi casa.
Luna: (con el ceño fruncido y los brazos cruzados): Mamá, ¿te puedes casar con Mami para que pueda quedarme a dormir en la casa de Jackie?
La pregunta más grande en mi vida con respecto a mi pareja, Mafe (María Fernanda) y se resume a esto: ¿Luna puede quedarse a dormir en la casa de Jackie?
Mafe me llamó mientras estaba en un viaje de trabajo para decirme que la Legislatura del estado de Nueva York votó para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo. Le recordé que ella tenía 10 años diciéndome que no se casaría conmigo. “Ese no es el punto”, dice. “Es una gran noticia”.
Era una gran noticia, pero soy una periodista que toma distancia del debate en cualquier tema que requiera de mi objetividad. Varios estados de Estados Unidos (Vermont, New Jersey, Massachusetts) dieron validez jurídica a las uniones entre personas del mismo sexo, mientras que en una docena de estados se definió el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Incluso si hubiera tomado esto de una manera personal, viajar a otro estado para unirme con mi pareja parecía más una forma de activismo que un matrimonio. ¿Por qué me casaría en Massachusetts, si vivo en Nueva York?
La noticia llegó cuando los políticos de Nueva York hicieron que este debate se convirtiera en un asunto sin importancia, simplemente con permitir los matrimonios. Mis vecinos heterosexuales nos invitaron al desfile del orgullo gay para conmemorar la ocasión. Les dije que no participaría en marchas políticas. Así que me dijeron que era una aburrida y ¡fueron solos!
Una pareja de lesbianas nos preguntó si queríamos casarnos en el Ayuntamiento con un enorme grupo de parejas . Mmmh, nop. No podía pasar un día sin que alguien nos preguntara: “¿Cuándo es la boda?” Al llegar octubre, casi 2,000 gays y lesbianas se casaron solamente en la ciudad de Nueva York y la prensa dejó de cubrirlo por completo. Los anuncios de matrimonios se convirtieron en algo mundano.
Los índices de matrimonios en general disminuyen mientras que los de divorcio aumentan. Esta última acción involucra un contrato civil, no un compromiso personal, emocional o religioso que las personas tienen la libertad de elegir.
Pensamos que todo pasaría. Nos preguntamos: “¿Cuál es la necesidad?” Siempre le dijimos a Luna que de alguna forma estábamos casadas, a pesar de que vivimos en unión libre. Nuestra unión se selló con la figura de convivencia hace 10 años frente a un notario público en el Chase Bank; después un empleado de la ciudad lo certificó.
Todavía nos miramos y nos enamoramos; somos dueñas de una casa y tuvimos una hija que no entendía o se preocupaba de que existiera una oposición a los gays. Disfrutamos el apoyo de nuestras familias a pesar de que el estereotipo de los latinos es que somos tradicionales y centrados en la familia, y por lo tanto homofóbicos.
Mi familia de inmigrantes peruanos aceptó mi homosexualidad en gran parte porque Mafe es mi pareja. El día que dije a mi madre que estaba embarazada por medio de un donador de esperma, lloró, dijo que deseaba que lo hubiera hecho de una forma “normal” (fue la palabra que usó). ¡Después me preguntó si podía asistir al parto! La hermana de Mafe me llama cuñada.
Mafe es de Colombia, donde la Corte Constitucional ordenó al Congreso en julio que legalizaran el derecho de matrimonio para los homosexuales. Las parejas gays de Colombia se podrían casar legalmente en un nivel federal antes de que lo pudieran hacer en Estados Unidos.
Con los años, el costo por no poder casarnos en su mayoría es de dinero: testamentos, poderes de atención médica y pólizas separadas de los seguros de salud, porque las parejas homosexuales pagan muchos impuestos federales si se aseguran uno al otro. Hasta este día tenemos menos dinero en el fondo para la universidad de nuestra hija de seis años de lo que gastamos en su adopción para que Mafe también pudiera ser su madre legalmente. No pensamos mucho en eso. El dinero no es la vida.
Pero ahora que nos podemos casar, nos preguntamos: “¿No es esto lo que todas las latinas quieren? ¿Estar casadas y tener hijos?” Ya que somos latinas, ¿no tendríamos que desearlo por partida doble?
Cuando entras a la casa de cualquier pareja latina encuentras en la pared una enorme fotografía de la boda en un marco de plata de colores chillones. Está en el espacio en donde algunas familias ponen las fotografías de la graduación. Es la foto del trofeo, el que sienta la base del retrato del nieto de brazos en el adornado vestido blanco de primera comunión. Ni Mafe ni yo podíamos hacerlo. Nuestras familias se conformaron con enormes retratos de Luna, quien es dueña de una sola pared como algún tipo de huérfana sonriente, a pesar de que tiene dos mamás .
Ninguna de las dos tenía una idea romántica de una ceremonia pública decepcionante con dos vestidos blancos y miles de dólares en comida y regalos. No pensamos que les importara a nuestros amigos. Pero caray, sí les importa. Nuestras páginas de Facebook se iluminaron. Los latinos presionan para una fiesta.
Extrañamente, los latinos en Estados Unidos no somos tan orientados a la familia como pudiéramos pensar. Los latinos se inclinan menos por el matrimonio que otras personas blancas y tienen la misma probabilidad de divorciarse. Y, entre 1990 y 2005, el censo indicó que la cifra de mamás solteras creció el 25% de la población total, pero el 102% entre las latinas. En los formularios para pago de impuestos, yo soy la latina mala. La madre soltera cuyos hijos, hablando estadísticamente, enfrentarán todos los males sociales posibles. Pero la verdad es que mi pareja y yo somos latinas modelo (si olvidas el asunto de que somos dos mamás ): somos un sólido hogar de dos padres con un compromiso de por vida.
Cualquier matrimonio en Nueva York no sería mucho más que un matrimonio de papel, porque no sería reconocido por el gobierno federal. Tendríamos mucho más seguridad, pero el matrimonio no lograría que tuviéramos deducciones de los impuestos federales, ni que nos regresaran el dinero que ya gastamos en la adopción de un segundo padre. Podríamos ganar el derecho a presentar juntas la declaración de impuestos estatales, pero con eso aumentarían los que ya pagamos. Este asunto del matrimonio en el estado parece más matrimonio a medias. Todavía se siente más como una historia en desarrollo que como nuestro drama de la vida real.
Ésta es la parte en donde esperas que empiece a hablar sobre el romance y el ritual, ¿verdad? Pero no amo a Mafe para el beneficio de los demás. La amo porque es divertida y le gustan mucho las mismas cosas que a mí. Es honesta, directa y cariñosa. No sólo comparte mi educación latina; también me habla en español y dice todo lo correcto. Tomamos una decisión diaria de compromiso. Vamos por la vida como una familia; no para recorrer un pasillo en una exhibición pública.
Tal vez en 2001, embriagadas con un nuevo amor, nos hubiéramos apresurado a casarnos. Hoy simplemente buscamos la felicidad y la seguridad más que las palabras para explicarle a Luna lo que ya sabe: que estamos juntas. Cuando le preguntamos si quiere que nos casemos, nos miró con tono infantil como diciendo: “Ésta la tienen que resolver por su cuenta”.
La única gran fiesta de parejas que tuvimos fue un baby shower, con el hombre que nos ayudó a tener a Luna y su pareja. Fue una celebración de lo que es posible, marcada por música de salsa ruidosa, carne asada grasienta, un fantástico drag queen y muchos vestidos adornados. También hubo bandas de pelo con flores y pequeños aretes para recordarnos que los bebés de los latinos homosexuales siguen siendo latinos. Todos vestimos camisetas que decían Luna porque por ella es realmente de lo que se trata nuestro matrimonio . La fiesta reflejó la realidad de nuestras vidas. Todas las personas que conocemos adoran a nuestra familia tal como es. Así que tal vez eso merezca una fiesta. No lo sé.
¿Cómo podemos abordar esta cuestión después de tener una hija, después de la hipoteca, con un montón de papeleo y un aniversario de 10 años que será el 10 de noviembre? Es tan simple como sentarme con Mafe para considerar la pregunta: “¿Deberíamos dejar que Luna se quede a dormir en la casa de Jackie?”
Las opiniones recogidas en esta nota pertenecen a su autora y no a CNNMéxico.