OPINIÓN: Con la política de austeridad, los pobres pagan la cuenta
Nota del editor: Sally Kohn es comentarista política y estratega de cuadros base. La puedes encontrar en: http://sallykohn.com .
(CNN) — Cuando escucho la palabra austeridad, inmediatamente pienso en monjas, vestidas de manera sencilla, en casas austeras, con gestos adustos. Es una confesión extraña viniendo de una judía secular que nunca ha puesto un pie en una escuela católica, pero no es sorpresiva dado que severas políticas fiscales están siendo impartidas en estados-nación que las sufren como tirones de oreja de un gobernante.
Es como si los países derrochadores, como Grecia, Italia, Reino Unido y Estados Unidos se hubieran ido de juerga durante años y ahora fueran frenados por la autoridad fiscal moral. No importa que en la mayoría de las sociedades civilizadas hace mucho hayamos decidido que darles nalgadas a nuestros hijos es una forma inaceptable de castigo, por no mencionar ineficaz. Darle nalgadas a los estados-nación se está convirtiendo en una moda mundial.
Sin embargo, no sólo los planes de austeridad están fracasando en rescatar a las naciones caprichosas, sino que están provocando un daño aún mayor.
Reino Unido fue el primer país en virar a la austeridad fiscal. Los conservadores de Gran Bretaña argumentaron que los déficits gubernamentales podrían solucionarse reduciendo el gasto público de forma rápida y estricta. Consiguieron lo que querían, incluyendo una serie de drásticos recortes que afectan a los desempleados y pobres del país. No obstante, a pesar de los recortes, la economía de Gran Bretaña no se ha recuperado.
Esta semana Gran Bretaña dio a conocer que iba a reducir una vez más su estimación de crecimiento económico y la multinacional Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) pronostica que Gran Bretaña entrará en recesión el próximo año. En otras palabras, Inglaterra fue la prueba piloto de las medidas de austeridad, y la prueba ha fracasado.
Inglaterra ha sido enturbiada por frecuentes protestas contra sus recortes de austeridad . A partir del miércoles, dos millones de trabajadores del sector público en Gran Bretaña irán a huelga en oposición a la fallida agenda de austeridad, la cual no ha provocado crecimiento económico, pero sí ha generado penurias para los trabajadores del sector público que ya están luchando en una economía en recesión. Al igual que con las protestas del movimiento Ocupa Wall Street en Estados Unidos , gente alrededor del mundo está harta de las políticas gubernamentales a favor de las grandes empresas que sistemáticamente ayudan a los ricos mientras dañan a las familias de las clases trabajadoras.
Claro, el gasto público es, hasta cierto punto, parte del problema. Pero el problema más grande es la falta de ingresos, mientras los gobiernos de todo el mundo han reducido los impuestos a las grandes empresas y a los ricos, generando agujeros de ingresos que la recesión sólo hace empeorar. Ahora, en un momento en que las familias pobres y trabajadores son, sin lugar a dudas, las más padecen, las medidas de austeridad ahora mutilarán a la clase media, mientras apoyan al 1%.
Considérese, por ejemplo, el plan de austeridad republicano para la economía de Estados Unidos, adelantado por el congresista de los EU, Paul Ryan, presidente del Comité de Presupuesto de la Cámara. Cerca de dos terceras partes de los “ahorros” que él señala provienen de propuestas para recortar cupones de comida, Medicare y la seguridad social. Sin embargo, tres cuartas partes de ese dinero no estaría destinado a disminuir el déficit de nuestro gobierno, sino a darles más y más reducciones de impuestos a los ricos .
De forma parecida, en primer lugar, los políticos en Grecia y en Europa podrían haber centrado mucho antes su enojo a los bancos que hicieron préstamos riesgosos, no sólo pidiéndoles que tomen un voluntario “corte de cabello”, sino obligándolos a un significativo arranque de cuero cabelludo, a través disminuir sus pérdidas (por endeudar a otros). Los bancos que hicieron malas apuestas y subcapitalizaron sus riesgos solicitaron inicialmente un 20% de reducción sobre las pérdidas. Finalmente, el mes pasado, la canciller alemana Angela Merkel extrajo un acuerdo de 50% de amortización. Pero eso todavía quiere decir que la eurozona está aislando a los bancos privados y a los ricos inversionistas del resto de sus irresponsables préstamos. Desde el principio, los trabajadores del sector público de clase media en Grecia han sido obligados a asumir más que su parte correspondiente del dolor.
En Grecia, más de 30,000 empleados del sector público enfrentan el cese de su empleo. Para los trabajadores del sector público restantes, los salarios se reducirán entre un 20% y 30%, los salarios han sido congelados hasta 2014, se recortan las pensiones y aumentaron las contribuciones de los empleados que no tienen un peso en los bolsillos, y se incrementó la edad de jubilación. Se elevaron los impuestos, pero la mayoría fueron impuestos sobre la venta, los cuales afectan de manera desproporcionada a los pobres, en lugar de aumentar los impuestos a los más ricos. Y Grecia todavía está al borde.
La supuesta “crisis del déficit” no es más que una hoja de parra para cubrir la agenda neoconservadora de larga data que tiene por objetivo extirpar a los sindicatos del sector público y los programas de alivio de la pobreza y promover una política y una economía para ayudar a las grandes empresas y a los ricos.
Las élites económicas en el poder argumentan que tales ganancias de los superricos se “derramaran” hacia el resto de nosotros, al mismo tiempo que destruye todo lo que durante décadas creó la clase media y la estabilidad en Europa y Estados Unidos.
Al igual que su predecesor “ajuste estructural” —impuesto por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial a los países en desarrollo en busca de préstamos—, fue una artimaña para obligar a esas naciones a entregar sus recursos naturales a los conglomerados multinacionales, la “austeridad” es una artimaña para echarle el peso de la responsabilidad a la clase media y beneficiar a los ricos.
La prominente monja del siglo XVI, Santa Teresa de Ávila, alguna vez dijo, “el dolor nunca es permanente”. Podría decirse que el dolor de los déficits presupuestarios no lo es. Mientras las guerras sin fondos son cobradas y las economías se recuperan, el gasto del consumidor crece junto con los recibos de impuestos y la caída del déficit.
Sin embargo, el dolor de los recortes presupuestarios es, definitivamente, permanente: policías y conductores de autobuses de Roma a Roanoke han sido despedidos en un momento en el que encontrar otro trabajo es casi tan imposible como meter la mano en el propio bolsillo y encontrar dinero para pagar la servicios básicos perdidos por los recortes.
Tiempo después de que hemos olvidado las disculpas por los déficits presupuestarios y el gasto público, el dolor de fuertes recortes al sector público arruinará a comunidades, países y a la economía mundial, como la picadura del beso de un gobernante que no dejará de doler.