OPINIÓN: ¿Twitter debe temerle al príncipe de Arabia Saudita?
Nota del editor: Douglas Rushkoff escribe regularmente en CNN.com. Es un teórico de los medios y autor de Program or Be Programmed: Ten Commands for a Digital Age (Programa o sé programado: 10 comandos para la era digital), y Life Inc: How Corporatism Conquered the World and How We Can take it Back (Vida Inc.: Cómo el corporativismo conquistó al mundo y cómo podemos recuperarlo)
(CNN) — Esta semana el universo de las redes sociales se horrorizó cuando supo que el príncipe Alwaleed bin Talal de Arabia Saudita invirtió 300 millones de dólares en Twitter . La conmoción y el temor parecen centrarse en la idea de que Twitter fue responsable de los levantamientos de la Primavera Árabe que amenazaron directamente el poder de la familia real de Arabia Saudita, al menos parcialmente. De todos modos, en la superficie esto parece ser una contradicción .
¿Por qué el sobrino del rey invertiría en el enemigo de su familia?, ¿intentará influir en el desarrollo de la red o intentará hacerla más susceptible a la censura en una emergencia que amenace al régimen ?, ¿y qué pasa con Twitter?
¿La participación de un importante inversionista considerado beneficiario de una de las dinastías que más explota a la gente empañará la imagende la marca?, ¿por qué Twitter acepta a ese inversionista?, y ¿por qué (el inversionista) los corteja, en primer lugar?
La respuesta más sencilla es: por dinero.
El príncipe Alwaleed bin Talal sin duda está consciente de la enorme influencia de Twitter y de Facebook en su país y en las naciones vecinas, e incluso tal vez personalmente esté preocupado por lo que una r evolución pueda hacerle a la soberanía del gobierno de su familia . Pero, ¿por qué evitaría convertirse en el miembro de la realeza depuesto más rico? Es una acción de ganar-ganar.
Por su parte, Twitter, que ni siquiera cotiza en la Bolsa, en realidad no le vendió las acciones al príncipe saudí. Los primeros inversionistas de Twitter son quienes le vendieron los 300 millones de dólares en acciones a Kingdom Holding Company, el grupo de inversión del príncipe. Por supuesto, Twitter al principio se benefició con la venta de las acciones, y ahora se beneficia indirectamente con la reventa de las mismas, que coloca el valor total de la empresa en 8,400 millones de dólares.
La consternación y el desencanto que se asocian con la transacción me parecen exagerados, o por lo menos fuera de lugar. En pocas palabras, lo vemos de la forma equivocada. No somos testigos de que Twitter opere contra su premisa central de democratización. Somos testigos de que el dinero opera en perfecta armonía con su propia, y muy abstracta, premisa. El dinero, por su propia naturaleza, se lava.
Esto es exactamente lo que el dinero y las empresas inventaron hace 700 años: proporcionarle a los reyes y a los otros miembros de la aristocracia una forma de invertir a distancia en los proyectos con los que quieren o no quieren que se les relacione. La empresa le da a la gente la manera de invertir pasivamente en compañías de cuyas operaciones no saber y que mucho menos quieren que los conozcan por eso.
Del mismo modo, las divisas de los bancos centrales le dan el mismo acceso a los mercados a las personas que Dios-sabe-qué-hicieron, que a las personas que ganaron su dinero por medio del trabajo y la innovación. Cuando se trata de dinero, es tan limpio como el de cualquiera.
Del mismo modo, una vez que vendes tu negocio a los accionistas, pueden hacer lo que quieran con sus acciones. Esto es lo que se entiende por participación. En el lenguaje más sencillo posible: cuando vendes tu negocio, vendiste tu negocio. (Tal vez por eso últimamente muchos empleados de alto perfil abandonaron Twitter. Sus acciones ya lograron los resultados deseados y al momento en que renuncian tienen menos restricciones para hacer lo que quieran con ellas.)
Podemos lograr que nuestro hijos estudien la universidad si invertimos en las importantes empresas petroleras con las que la realeza de Arabia Saudita ganó su dinero. Luego, con suerte, nuestros hijos se convertirán en pacifistas, revolucionarios o incluso en empleados de Twitter . O tal vez no.
Si realmente nos preocupa el largo alcance de la inversión internacional, lo mejor es reconsiderar la forma como invertimos. En lugar de confiar en el anonimato de una inversión externa en el mercado de valores, ¿por qué no mejor buscar en nuestro entorno quién o qué empresa necesita dinero en nuestras ciudades y comunidades?
El gobierno de Obama ya está en el proceso de reducir las regulaciones que impiden que inversionistas que no son millonarios inviertan su dinero en los negocios de otras personas. Esto significa que podemos empezar a depender del dinero local para iniciar nuestras propias empresas, y en las empresas locales para construir nuestros propios ahorros.
Y en ese punto, si no nos gusta que un príncipe de Arabia Saudita tenga una participación, podemos decir que no.
Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente de Douglas Rushkoff.