OPINIÓN: La censura a la ciencia, en nombre de la seguridad
Nota del editor: Arthur Caplan es director del Centro de Bioética de la Universidad de Pennsylvania.
(CNN) — El Consejo Científico Nacional para la Bioseguridad de Estados Unidos (NSABB, por sus siglas en inglés) recomendó a finales de diciembre que los científicos de las universidades que presentaron en dos prestigiosas revistas artículos sobre un virus de la gripe borraran información crítica de los mismos antes de publicarlos.
Los artículos describen cómo se puede modificar el virus de la gripe aviar para volverlo más contagioso y potencialmente más desagradable.
Sí, es el mismo virus de gripe aviar, el que pasó a los cerdos, que nos enloqueció en 2010. Si tuviéramos el mapa detallado de los cambios virales necesarios, y después un terrorista o biólogo amateur de garaje que operara sin las garantías de seguridad, podría crear un bicho muy efectivo para matarnos.
Si hay una cosa que odian los científicos, es cualquier política que restrinja la investigación de alguna manera. A los científicos se les enseña que tienen que ser audaces para hacer preguntas y no dejar que nadie les impida después seguir a sus pensamientos hasta sus últimas consecuencias, sin importar lo poco popular que sean. También se les enseña la absoluta necesidad de hacer declaraciones públicas y publicar sus afirmaciones en revistas de prestigio para que otros científicos puedan someterlos a la crítica del escepticismo, de donde la verdad finalmente sale.
Sin embargo, muy de vez en cuando, el precio de la verdad simplemente es demasiado alto como para permitir que los científicos revelen públicamente sus hallazgos. Eso sucede cuando se trata de publicar información detallada sobre los virus y los microbios peligrosos .
No tenemos que ocultar el mapa genético de un virus mortal de gripe aviar a todas las miradas. El acceso para que lo vean algunas personas con autorización debe ser posible. Si eso se hace, entonces todavía se conocerá la verdad sobre si las personas que afirman que pueden diseñar un virus lo pueden hacer en realidad.
Pero ir más lejos con los datos potencialmente catastróficos es coquetear con el peligro.
Hay quien dirá que el único camino para luchar contra el terrorismo es mantenerse en esos valores que demostraron ser cruciales en el avance de la ciencia durante décadas. Cuanto más sabemos, es peor para los terroristas.
Desafortunadamente, ese ya no es el mundo en el que vivimos. La ética de la investigación necesita adaptarse. Entregar la fórmula completa para hacer un terrible bicho pandémico a cualquier loco con acceso a internet o a una suscripción a una revista científica no tiene sentido en un mundo que vio el uso del ántrax y del gas sarín como armas de terror.
La libertad es clave para la buena ciencia. Librarse del terror también es clave para la buena ciencia. Cuando entran en conflicto, la segunda es una libertad más importante que la primera. Las revistas y quienes escriben en ellas deben hacer todo lo posible para tratar de garantizar la libertad más importante.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Arthur Caplan.