OPINIÓN: Los latinos no olvidarán la retórica 'antiinmigrante' de Romney
Nota del editor: Ruben Navarrete Jr. es colaborador de CNN.com y columnista para otros medios.
Miami, Florida (CNN) — En respuesta a un spot de campaña de Newt Gingrich en el cual lo acusa de ser antiinmigrante, Mitt Romney insistió durante el debate republicano que se celebró la semana pasada en la Universidad de North Florida, en Jacksonville, que él no tiene problema alguno con los inmigrantes.
Quizá no, pero la forma deshonesta y cínica con la que el exgobernador de Massachusetts ha abordado el tema migratorio en la campaña demuestra que tiene un problema para ser consistente.
En Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur, Romney atacó al gobernador de Texas, Rick Perry, y al expresidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, por propuestas sobre inmigración de las que Romney dijo que equivalían a una “amnistía” para los inmigrantes ilegales.
Pero la semana pasada, en Florida, en donde los hispanos representan el 22.5% de la población, alcanzamos a percibir a un amable y moderado Romney. Dijo a la Red de Liderazgo Hispano, grupo de centroderecha, que crearía un “permiso de trabajo temporal” para los aproximadamente 11 millones de inmigrantes ilegales en Estados Unidos.
Sin embargo, dijo Romney, cuando expire el permiso, los trabajadores no serían obligados a dejar Estados Unidos. En cambio, decidirían su siguiente actuar en función de sus propias perspectivas de trabajo. Su esperanza es que, en este punto, muchos inmigrantes ilegales sencillamente se “autodeportarían”.
Buena suerte con eso. Como solía decir el exsenador de Wyoming, Al Simpson: “No hay nada más permanente que un trabajador temporal”. Las personas se enamoran. Se casan. Tienen hijos. Y se vuelve más difícil sacarlos, incluso si quisiéramos hacerlo. Además, no queda claro que Romney quiere sacar a alguien. La idea de la deportación voluntaria es absurda.
Apuesto a que nada de esto caerá bien a los electores que en las primeras tres elecciones primarias estatales depositaron sus votos en Romney, al pensar que él iba a ser duro con la inmigración ilegal y después enterarse que ni siquiera tiene ganas de deportar por la fuerza a los inmigrantes indocumentados.
Tal vez Romney debería pedirle sugerencias al presidente Barack Obama. El gobierno de Obama ha deportado a más de 1.2 millones de inmigrantes ilegales y no ofrece disculpas.
Mientras tanto, en una telenovela exclusiva para las primarias de Florida, un grupo de latinos que apoyan a Romney hicieron un llamado a Gingrich para sacar un comercial que etiqueta al candidato puntero como “antiinmigrante”. Una solicitud parecida vino del senador de Florida, Marco Rubio, que aunque no respaldó a Romney, lo defendió contra la acusación de que era antiinmigrante.
¿Quién se cree Rubio? Su propia historia con el tema migratorio es irregular.
En 2011, Rubio se unió al representante por Texas, Lamar Smith, en sus intentos por exigir a las empresas el participar en un programa gubernamental llamado “e-verify (verificación electrónica)”, programa que se supone les indica si es auténtico un número de Seguro Social.
Rubio también apoya la ley migratoria de Arizona, y probablemente otras parecida en el país, la cual obliga a los funcionarios locales y estatales el implementar las leyes migratorias federales. Además, se opone al DREAM Act, el cual otorgaría el estatus legal a los inmigrantes ilegales que asisten a la universidad o que hacen el servicio en el ejército, puesto que lo considera como “parte de un más amplio esfuerzo por conceder una amnistía general”.
La semana pasada, en un buen discurso a la Red de Liderazgo Hispano, Rubio reconoció que muchos republicanos, entre ellos él, han sido lentos para condenar la retórica antiinmigrante de otros republicanos.
De todas formas, no me interesa lo que dice Rubio. Romney, en esta campaña, ha entrado en un tono que es “antiinmigrante”.
Fue Romney quien, al recordar una táctica que empleó en 2008 contra el senador de Arizona, John McCain, tachó a Rick Perry como suave en materia de inmigración ilegal. Romney atacó a Perry por firmar un proyecto de ley en el Estado de la Estrella Solitaria (Texas) que permitía a los estudiantes indocumentados asistir a universidades estatales y privadas y pagar colegiaturas en el estado. La narrativa que empleó Romney fue simple: “Los inmigrantes ilegales son interesados. Sacan ventaja de las colegiaturas estatales. Ocupan espacios en los campus universitarios que debería ser para los ciudadanos estadounidenses. Se aprovechan, y aprovechan y aprovechan siempre más”. Nunca mencionó Romney a todos los inmigrantes ilegales que contribuyen a la sociedad, al pagar impuestos, aumentar la productividad, crear competencia, y por hacer los trabajos que no quieren realizar los estadounidenses.
Más tarde, ya con un Perry derrotado por sus números, Romney empleó la misma línea de ataque contra Gingrich, acusándolo de defender una especie de amnistía para los inmigrantes ilegales, después de que Gingrich comentó que quería darle a los trabajadores indocumentados una “tarjeta roja” que les permitiera trabajar legalmente en el país. Romney acusó a Gingrich de permitir que los inmigrantes indocumentados quiten empleos a los trabajadores estadounidenses.
Ahora, en tanto que en esta semana compite por los votos hispanos en Florida, y el 4 de febrero en Nevada, donde los latinos representan el 26.5% de la población, Romney debe cruzar los dedos para que los latinos tengan mala memoria.
No la tenemos. No olvidamos un desaire. Y, al respecto, Romney nos ha dado mucho para recordar.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Ruben Navarrete Jr.