OPINIÓN: El deporte puede hacer frente a los males de la sociedad
Nota del Editor: Clyde Best fue uno de los primeros jugadores negros en consolidarse en el futbol inglés en la década de 1970. Jugaba para el West Ham y fue galardonado por sus servicios al deporte al ser incluido en la Lista Honoraria de la Reina en el 2006. Nacido en Bermuda, también jugó en Holanda y Estados Unidos. El libro acerca de su travesía por el mundo del futbol saldrá a la venta a mediados del 2012. Tiene una participación especial en un documental de CNN acerca del racismo en el futbol: “It’s Not Black & White”.
(CNN) — Es innegable el atractivo que el futbol tiene a nivel mundial. Se dice que los miembros de la FIFA exceden en número a la cantidad de integrantes de la Naciones Unidas.
Más aún, al futbol se le atribuye el ser una de las únicas dos entidades que son verdaderamente lenguajes globales. La música es la otra. Se sabe que la pasión por este deporte ha pausado conflictos y unidoa rivales, todo por el bien del Juego Maravilloso.
Me atrevería a decir que no hay nada en la esfera de la sociedad humana que pueda trascender o al menos competir con la pasión y la determinación asociada con este deporte.
Más que una simple patada en el pasto, el futbol es un guión que se traduce sin interpretación, que se repara sin grandes cambios, que entretiene a una audiencia informada, y complace hasta al observador más casual e inocente, ya con su gracia y simplicidad.
Aparte de su gran atractivo y aceptación, el futbol ofrece oportunidades para el desarrollo personal, la exposición social y los viajes. Es una herramienta para la mercadotecnia de productos y hasta para el turismo. No le importa el estatus social ni económico para su participación.
El impacto de este gran y maravilloso deporte se hace evidente en la emoción del pobre y en los elogios de los fanáticos de la realeza desde sus palacios.
Es por todas estas cosas y más que el Juego Maravilloso merece ser respetado, preservado e inmortalizado.
Algunos argumentan que esos jugadores y administradores que han resultado notables deberían de ser venerados, e incluso algunos podrían ser reverenciados como íconos y deidades.
Soy alguien que ama el Juego Maravilloso, uno que ha trotado por los campos de juego y ha sido bendecido para actuar en esos espacios teñidos de verde.
La disciplina es integral para tener éxito en este deporte. Disciplina para llegar, para mantener tu rendimiento, y para mantener tu humildad, mientras los beneficios se van acumulando.
Por supuesto que existe el elemento de la autocrítica, para aceptar cuando tu papel cambia, y para aceptar que ni tú ni nadie es más grande que el mismo juego.
Siempre ha habido retos en este deporte, y aunque algunos hayan cambiado a través del tiempo, como cuando se fue haciendo más global, otros siguen siendo un problema.
A lo mejor es un síntoma de la sociedad moderna que a pesar de la diversidad de quienes lo practican, observa cómo se filtra el lastre del racismo. ¿Es algo tan siniestro que deberíamos de temblar de miedo?
¿Es tan estúpido que podríamos intentar minimizarlo sin utilizar grandes recursos para eliminarlo? Después de todo, sólo los ignorantes y los borrachos se atreverían a echar a perder este elegante espectáculo.
Les ofrezco la siguiente explicación: El Juego Maravilloso no es inmune a los comportamientos variados y a veces ofensivos de las mentes de muchos en nuestra comunidad.
La misma condición impredecible que hace que la gente se manifieste en un evento que celebra a Martin Luther King o a Gandhi, la misma mentalidad criminal que hace que los fanáticos estrellen y quemen todo a su paso después de que su equipo favorito ganó en alguna competencia, es el mismo factor incontrolable que lleva al comportamiento racista.
Podemos responder de una manera formal. Podemos ser infinitamente creativos con iniciativas proactivas. Sin embargo, lo que nunca se ha hecho, y nunca se logrará, es legislar una actitud.
Los santuarios del Juego Maravilloso sobrevivirán porque en ellos se practica el Juego Maravilloso. No es ni la causa ni la panacea de las enfermedades de la sociedad. Basta con respetarlo para que el juego pueda ser disfrutado. Hay que respetarlo y seguirá ofreciéndonos alegrías.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Clyde Best.