OPINIÓN: El valor pedagógico de que los niños se disfracen
Nota del Editor: Tatiana Arévalo Dupont es licenciada en psicología y en educación preescolar. Puedes seguirla en su cuenta de twitter @misspreescolar
(CNN) — La primavera se acerca, y muchos padres y niños viven la emoción y la ansiedad por encontrar el mejor disfraz, requisito indispensable en muchas escuelas que celebran la llegada de esta época.
Disfrazarse para recibir a la primavera tiene su origen en la cultura europea renacentista, dónde se celebraban bailes de salón con disfraces y máscaras. Desde hace siglos, la gente ha usado los disfraces para divertirse, liberar impulsos, deseos reprimidos y hasta para cometer crímenes.
Actualmente hay muchos lugares en los que se pueden comprar disfraces, pero su elaboración en casa es una tarea que estimula la convivencia familiar, así como la imaginación y creatividad. Además, hacerlo ayuda a la coordinación ojo-mano, a reforzar la atención en los niños y obviamente ayuda a la economía familiar.
Los niños imitan todo lo que ven, observan a sus padres y personajes favoritos, adueñándose de sus características, y disfrazarse es una manera de hacerlo. Es muy fácil para ellos mezclar la realidad con la fantasía, y adueñarse de los súper poderes de su personaje favorito. Por ello es recomendable tener en casa una caja (o lo que prefieran) con gorros, accesorios o disfraces que los pequeños puedan usar en cualquier momento.
A los niños les encanta, y no necesitan de una fecha especial para hacerlo, cualquier día puede ser un buen pretexto, pues esta experiencia forma parte de su desarrollo, favoreciendo su imaginación, creatividad y el juego simbólico.
A veces, disfrazarse va más allá: cumple una importante labor pedagógica en los ámbitos social, afectivo-emocional, cognitivo y psicomotor, puede ayudar a la reproducción de emociones y enfrentamiento de temores, por ejemplo, Marco le tiene miedo a los monstruos, sin embargo usa ese disfraz para superar y enfrentar su temor e incluso hasta se ríe de ello. No es raro que veamos a un niño que tiene fobia a las inyecciones disfrazado de doctor.
Con tan sólo ponerse un disfraz, los niños pueden expresarse más libremente, dirán o harán cosas que jamás se atreverían a decir o hacer habitualmente. Convertirse en otro por un rato les otorga esa libertad. El psicoanalista, John Carl Flügel, en su libro Psicología del vestido, menciona que “el niño enmascarado tiende a ser más libre, tanto en sus sentimientos como en la acción, y puede hacer cosas que en otra situación se lo impediría el miedo y la vergüenza”.
Si un niño se disfraza de papá o de mamá, es recomendable aprovechar para observarlo, así los padres tendrán una idea clara de cómo los percibe, qué imagen tiene de ellos (alguien feliz, triste, autoritario, ausente, amoroso, etc.). Imitar a los adultos resulta importante y divertido, ya que además de actuar los roles que ven en su entorno, se preparan para cuando sean mayores, comprendiendo el mundo de los adultos y favoreciendo la identificación sexual.
Hay niños que tienen demasiada agresividad reprimida, y una manera de sublimarla (canalizarla hacia una forma más aceptable, derivada hacia un nuevo fin),es con los disfraces, principalmente de súper héroes: la lucha entre el bueno y el malo, en realidad es una lucha interna entre sus impulsos de ser traviesos y obedecer a la autoridad (padres, maestros). En las niñas se refleja ganando la princesa la batalla contra la reina mala o la bruja. Al vencer a estos personajes, “los malos”, los niños se sienten liberados de sus impulsos.
Los disfraces los ayudan a aceptar la realidad que les rodea, y que interiormente les atormenta. Por ejemplo, Carlos comienza a gatear y balbucear como bebé, incluso se pone los moños de su hermana menor. Sus padres se angustian porqué está usando ropa de niña, sin embargo, es la forma en que él representa esa situación, “la nueva hermanita” y la acepta mejor.
Debemos reconocer también, que el jugar a disfrazarse es una excelente manera para favorecer la coordinación motora gruesa y fina.
También hay niños para los que ese momento no resulta tan divertido, no lo disfrutan, no les gusta disfrazarse y no hay que obligarlos, puede ser que sientan vergüenza o alguna experiencia mala (temor) con algún disfraz.
Algunas razones para temer a los disfraces pueden ser:
1) Tiene miedo porque a sus hermanos, amigos o padres disfrazados no los reconocen, “parecen otros”. En este caso, lo recomendable es explicarle que son los mismos, sólo traen arriba una ropa diferente por diversión, si se puede hay que quitarnos el disfraz para enseñarle quién está detrás.
2) Es tímido, cree que todos lo verán si está disfrazado, cree que llamará la atención. Lo que podemos hacer es disfrazarlo hasta que esté en el evento, para que vea que no es el único que lleva disfraz.
Para ayudar a los pequeños a superar este temor, los padres pueden disfrazarse también y participar en el juego. También ayuda mucho utilizar disfraces con la cara descubierta, así disminuye su ansiedad.
Aunque a los padres nos fascine cómo se le ve un disfraz, si al niño no le gusta no hay que imponérselo; para que resulte una actividad divertida y la disfrute al máximo, hay que permitir que ellos elijan el disfraz que más les guste.
Finalmente, no hay que olvidar que un disfraz debe ser cómodo y sencillo para que se pueda mover libremente, ponérselo y quitárselo sin ayuda, y hay que evitar materiales que puedan resultar peligrosos (botones pequeños que se puedan tragar, listones con los que se puedan ahorcar).
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Tatiana Arévalo Dupont.