OPINIÓN: El mundo no debe olvidarse de activistas desaparecidos en Siria
Nota del Editor: Paul Conroy es un fotógrafo y camarógrafo británico que ha trabajado en varios sitios en conflicto. Mientras trabajaba en Siria a principios de este año para el diario inglés Sunday Times, resultó seriamente lastimado en el ataque en que murieron su colega Marie Colvin y el fotógrafo Remi Ochlik.
Londres (CNN) — La situación en Siria reviste una serie de nuevos retos interminables: algunos te pueden dejar sin habla o impulsarte más profundo en el caldero hirviente de la propaganda, los asesinatos, la miseria y muerte en que se concentra ahora la vida en el país.
Desde hace algunos días, las autoridades han abierto un nuevo frente en su misión para suprimir el flujo de información que viene de Siria.
La casa que usamos otros periodistas y yo como base en Homs fue destruida en un ataque de un cohete que mató a mis amigos y colegas Marie Colvin y Remi Ochlik.
Este edificio era el sitio desde el que muchos activistas locales transmitían valientemente las imágenes que han dejado una ventana abierta a través de la cual el mundo ha observado la barbarie del ejército de Assad en contra de hombres, mujeres y niños de Baba Amr. Pero la casa quedó reducida a un montón de piedras y los activistas se dispersaron.
Ya que quitaron el centro de operaciones de periodistas ciudadanos, ahora el régimen se ha enfocado en una persecución para rastrear, capturar y destruir lo que queda de esa red.
El régimen les teme y con buena razón porque disponen de la más completa evidencia documentada de los crímenes cometidos por el estado: el uso sostenido y sistemático de la artillería pesada en contra de la población desarmada no es un rumor ni un mito urbano. Está bien documentado y gracias al valor de los activistas, ahora tenemos una gran cantidad de evidencia en video y de testigos oculares.
Los crímenes en contra de la humanidad son un cargo serio en contra del Estado. Saber que esa evidencia existe y que se sigue acumulando, generará preocupación, sin duda alguna, a algunos personajes en Damasco.
El caso de Ali Othman representa perfectamente esta condición de temor permanente en el Estado.
Ali Othman, un vendedor de verduras, se encuentra ahora bajo la custodia de los temidos servicios de seguridad estatales. Fue detenido el 28 de marzo, cerca de la ciudad de Alepo, y según fuentes consultadas, actualmente es víctima de tortura.
A pesar de que la comunidad internacional aboga por su liberación, existen informes de que otros activistas han estado recibiendo llamadas de Ali, pidiéndoles reunirse. Los que han respondido a sus llamadas y acudieron a los puntos de encuentro, han sido detenidos inmediatamente. Es muy poco probable que Ali realice estas llamadas por su propia voluntad.
Ali Othman nunca introdujo a periodistas internacionales a Siria. Fue uno de los primeros periodistas ciudadanos en filmar las protestas pacíficas. Su único crimen consistió en grabar los abusos cometidos por su propio gobierno. El mundo debe de continuar presionando al gobierno sirio para que preste atención a los llamados por su liberación.
Otra figura prominente que desapareció esta semana es Noura Aljizawi, una de las primeras activistas de la revolución. Su trabajo incluía ayuda humanitaria, realizaba trabajo de campo ofreciendo ayuda en los hospitales y procuraba conseguir medicamentos para quienes padecían enfermedades terminales. Los visitaba en sus casas y les ayudaba a encontrar ayuda médica.
Noura salió de su casa el miércoles 28 de marzo y desde entonces nadie la ha visto.
Su hermana reporta que seis de sus cámaras y su laptop desaparecieron y desde que ella lo hizo, otras siete mujeres y cinco hombres activistas también han desaparecido. Yo he recibido reportes de que también ella ha estado llamándole a otros activistas insistiéndoles para que se vean, desde su cautiverio. Son noticias nada alentadoras.
El miedo entre la red de activistas de Noura es que Noura, que estaba tan bien conectada e involucrada, bien podría ser la clave que le permita al régimen a propinarles un golpe decisivo a quienes luchan por dejar abierta esa ventana para dar a conocer las actividades del Estado sirio.
Por lo pronto, el régimen de Assad sigue teniendo mano al momento de atacar, de una forma sistemática y asesina, a todos los involucrados con este levantamiento.
La reacción de la comunidad internacional ha sido lamentable en vista de que pocos líderes mundiales se han atrevido a levantar la mano sobre esta problemática. El ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido dio una muestra de liderazgo cuando lanzó un llamado público abogando por la liberación de Ali Othman. Necesitamos más llamados de ese tipo de personas que ostentan cargos.
Mientras Assad y su grupo crean que pueden seguir actuando con impunidad, seguiremos viendo historias parecidas a las de Ali y Noura. Este régimen sigue asesinando y aplastando a figuras de la oposición.
Por lo pronto, el mundo atestigua con horror cómo hombres, mujeres y niños mueren en manos de un régimen que parece no verse afectado a los ojos de la opinión mundial.
El otro día me preguntaron en una entrevista si había cruzado la línea entre ser periodista y activista. Contesté, en cierto modo incorrectamente, que era humanista. Lo que quise decir es que yo era, -soy-, un ser humano.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Paul Conroy.