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OPINIÓN: La enfermiza fascinación por el video de una muerte en internet

El espantoso video del desmembramiento de una persona se hizo viral en muy pocas horas, en una prueba de que la falta de sensibilidad crece
lun 11 junio 2012 10:52 AM
magnotta berlin video internet asesinato
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Nota del Editor: Steve Lillebuen es periodista y autor de “ El Cine del Diablo ”, que detalla la verdadera historia del cineasta y asesino Mark Twitchell, y su uso de las redes sociales en la ejecución de sus crímenes.

(CNN) — La rápida expansión de las redes sociales significa que la gente puede compartir prácticamente todo en línea a muy poco tiempo de haber sucedido, hasta un video de un desmembramiento real.

Este es el extraño y aterrador mundo digital al que hemos descendido después de un horroroso videoclip de un desmembramiento que se abrió camino en internet y que fue rápidamente compartido en las redes sociales, acumulando más de 300,000 vistas en cuatro horas.

Ese material ofensivo normalmente se esconde en las profundidades de la red, en un oscuro lugar en donde no pueden entrar las máquinas de búsqueda, en donde los usuarios intercambian de todo, desde teorías de la conspiración hasta programas de computación piratas. Otros videos impresionantes, de actos espantosos y fatalidades laborales, también suelen ser compartidos por ese medio.

Pero lo que ha provocado este video es exponer esta parte débil de internet y empujarlo hacia una amplia circulación, encontrando una audiencia entre los curiosos morbosos.

Nuestra fascinación con lo macabro siempre ha estado ahí, pero ¿estamos perdiendo sensibilidad hacia ese tipo de violencia cuando se transforma de la ficción a lo real? Con cada ocasión en que es visto ese video, parece como si pasáramos de querer ser una mosca en la pared de una escena de crimen, a ser una mosca en el cadáver. Los periodistas responsables, quienes pretenden encontrar un balance y sensibilidad al reportar crímenes serios al añadir contexto, restringiendo o difuminando las partes más ofensivas, han sido dejados a un lado por esta muchedumbre de buscadores de cosas espantosas.

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El video en línea de 10 minutos, muestra el apuñalamiento y desmembramiento de un estudiante chino que estudiaba en Montreal . El video ha sido copiado y compartido tantas veces que las autoridades nunca podrán eliminar lo que es esencialmente la evidencia clave en un proceso criminal. Una página web que copió el material original ha atraído a más de 445,000 espectadores. Y colapsó.

"Si no estuviera totalmente arruinado por internet, estaría más impresionado, pero he visto algunas cosas como esas", respondió un joven después de haber observado el video. "Si has visto las películas de ‘Saw’ estarás bien. Probablemente soportarás mejor que la mayoría de la gente".

El problema es que esos que lo están viendo no se dan cuenta de cómo se han movido de ser espectadores pasivos a participantes en un verdadero crimen. El video fue puesto ahí obviamente para que lo viera la mayor cantidad de gente posible, y el creador del video debe de estar encantado por saber que lo que hizo ha sido promovido globalmente y visto por más de un millón de personas.

Pero casi no se puede hacer nada para solucionar esto. Aunque las leyes cambiaran y se fortalecieran para culpar a los webmasters por subir material obsceno, nunca podrá ser propiamente condenado. Y como lo aprendió la industria musical, la única manera para reducir significativamente la piratería, es proveer el mismo contenido por un precio menor. Obviamente, las agencias que imponen las leyes no quieren aceptar dinero del público para bajar de la red los videos que han obtenido durante sus investigaciones.

El hombre del que la policía sospecha que hizo el video, Luka Rocco Magnotta , residente de Montreal de 29 años, fue capturado en Berlín el lunes pasado. Se cree que voló a Francia el 26 de mayo y después se dirigió a Berlín.

Se piensa incluso que Magnotta comentaba en línea el caso que tenía la policía en contra suya, y leía artículos de sí mismo momentos antes de que lo atraparan. Durante ese tiempo, su presencia en las redes sociales se incrementó, triplicando su número de seguidores en Twitter y también aumentó el número de fanáticos en Facebook.

A propósito de este caso, es evidente cómo las redes sociales han cambiado todos los aspectos del crimen: cómo se conduce, cómo se reporta y cómo el público se involucra. Ahora todos, al instante, pueden tener acceso a los lugares perturbadores en los que solo podían entrar asesinos, detectives y jueces. Y lo pueden hacer sin filtro alguno. Todo lo que necesitas es Google y el deseo de buscarlo. Todos estamos interconectados, desde los asesinos hasta los niños, abuelas y ejecutivos corporativos.

En el 2008, el cineasta Mark Twitchell se hizo de muchos seguidores cuando la policía de Edmonton, Canadá, descubrió que el guión de su película fue imitado en la vida real. El joven padre estaba obsesionado con "Dexter", su serie de televisión favorita, y moldeó su meta de convertirse en un asesino serial como el personaje ficticio.

Twitchell utilizó las redes sociales para el planeamiento, ejecución y cobertura de sus crímenes brutales. Amigos de su víctima recibieron muchos mensajes de Facebook de su parte diciendo que estaba de vacaciones en el Caribe con una nueva novia, explicando su repentina desaparición. No fue sino hasta después cuando la policía se dio cuenta de quién estaba detrás de sus mensajes sospechosos. La fachada del internet solo funcionó por un tiempo.

Algunos que han visto ese video reciente en este nuevo giro inquietante en el crimen de la red social, se pueden arrepentir.

Una jovencita que lo vió posteó un video de ella misma temblando y en llanto, rogándole a la gente que no lo viera. Otro hombre que vio el video, también manifestó su arrepentimiento. Grabó su reacción en YouTube: se ve totalmente asustado, en momentos hasta gritando histéricamente, agitado y cubriéndose la cara con sus manos.

"Es el video más asqueroso, repugnante que he visto", escribió como advertencia para los demás.

"Por favor no vean este video".

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Steve Lillebuen.

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