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OPINIÓN: El ganador del 2012 debe unir a EU por medio de los ideales

El reto de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos es unir a su nación bajo los valores básicos
mié 04 julio 2012 01:39 PM

Nota del editor: David Gergen es analista político en jefe de CNN y ha sido asesor de cuatro presidentes. Graduado de la Escuela de Leyes de Harvard, es profesor de servicio público y director del Centro para el Liderazgo Público de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard. Michael Zuckerman, su asistente de investigación, es graduado de Harvard y entrará en la Escuela de Leyes.

(CNN) — El 4 de julio muchos se preguntan qué es lo que hace especial a Estados Unidos y cómo ello se ve reflejado en su política.

El guionista de Hollywood Aaron Sorkin inició el debate en el primer episodio de la serie de HBO The Newsroom. En una escena que ha dado mucho de qué hablar, una joven entre el público en una conferencia universitaria pregunta al protagonista (Jeff Daniels) qué es lo que hace de EU la mejor nación del mundo. Él le contesta con desdén: “Los Jets de Nueva York”. Presionado por el moderador para dar una respuesta real, retoma la pregunta.

Al final el protagonista cede y emite una elegía diciendo que su país ya no es el mejor del mundo, que ha perdido su alma pero que solía ser grande y que todavía tiene remedio.

Algunos críticos atacaron a Sorkin, alegando que había rebasado la línea de la petulancia y la prédica. Otros hallaron inspiración en la escena y se preguntaron por qué los candidatos de hoy no se dirigen de esa manera al país. Así que la pregunta para este 4 de julio es: ¿Qué es lo que hace especial a EU?

Sorprendentemente, Barack Obama y Mitt Romney tienen concepciones diferentes sobre lo que hace excepcional a Estados Unidos, especialmente en los valores más importantes. Ambos han dicho que Estados Unidos es "el mejor país del mundo", pero parece ser que lo creen por razones diferentes, de formas disitintas.

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Romney tiene un punto de vista tradicional: Al igual que la joven de The Newsroom, no disimula que cree que Estados Unidos es el país más grande de la historia. Para él, los estadounidenses son un pueblo elegido que sigue viviendo según el puritano John Winthrop: como una ciudad en la cima de una loma, un experimento de democracia y libertad que inspira al mundo.

Casi todos los últimos presidentes han evocado esa escena, tal vez ninguno como Ronald Reagan. En 2009, el presidente Obama se encontró en un atolladero por hablar de una versión diferente de la excepcionalidad de los estadounidenses: “Creo en la excepcionalidad estadounidense, así como creo que los británicos creen en la excepcionalidad británica y los griegos en la griega”. Obama continuó diciendo: “Me siento sumamente orgulloso de mi país y de su papel en la historia y en el mundo…creo que tenemos valores consagrados en nuestra constitución, en la ley, en nuestras prácticas democráticas, en nuestra creencia en la libertad de expresión y la igualdad que a pesar de ser imperfectas son excepcionales”.

Romney (junto con otros esperanzados republicanos) se ha aprovechado de esos comentarios para jactarse de tener a EU como corazón de su campaña (su lema es “Creer en América”). Mientras animaba a los votantes de Wisconsin antes de las votaciones primarias republicanas del estado, en marzo, dijo: “Nuestro presidente no siente la misma excepcionalidad estadounidense que nosotros”. En muchos de sus discursos de victoria ha atacado a Obama tildándolo de apologista y ha ofrecido himnos a la nación (no olvidemos que en Florida empezó a cantar al son de America the Beautiful).

El relato de Obama, en cambio, se basa en el enfoque que ha tomado respecto de la excepcionalidad estadounidense en muchas universidades. Seymour Martin Lipset, reconocido sociólogo no liberal (estuvo asociado estrechamente con el Instituto Americano de Negocios) se anticipó al argumento de forma contundente hace algunos años. Estados Unidos, insistió, no es excepcional por ser mejor que cualquiera; es excepcional porque es diferente, con valores únicos.

Como escribió alguna vez el filósofo británico G.K.Chesterton: “Estados Unidos es el único país en el mundo que fue fundado en un credo”. Lo que dicho credo comprende está sujeto a debate, pero Lipset tiene la teoría de que los estadounidenses abrigan cinco valores básicos que tienen su origen en experiencias históricas clave y que los distinguen de otras naciones occidentales: libertad, igualdad, individualidad, populismo y “dejar hacer”. Lipset ilustró su argumento recordando cómo los gobiernos de Canadá y Estados Unidos anunciaron prácticamente al mismo tiempo que sus naciones adoptarían el sistema métrico. Los canadienses, respetuosos de la autoridad accedieron prontamente. ¿Y los estadounidenses? Individualistas hasta la médula y menos respetuosos de la autoridad se burlaron. Como bien podría haber dicho John Wayne, ganamos este país pulgada a pulgada, no lo regalaremos kilómetro a kilómetro.

Sea lo que sea que piensen sobre la excepcionalidad, los académicos y los políticos de hoy tienden a aceptar estos cinco valores básicos.  Así como lo han discutido Lipset y otros, estos valores pueden contraponerse seriamente. Quienes creen por sobre todas las cosas en la igualdad, por ejemplo, van en dirección opuesta a quienes defienden firmemente el “dejar hacer”. Esta tensión se ve más en la política, en los debates que tratan de la libertad frente a la igualdad. Los republicanos tradicionalmente han argumentado que una sociedad libre permite a todos actuar mejor, los demócratas han objetado que sin una justicia básica toda la sociedad es reprimida. En ese tenor, Romney defiende fervientemente la libertad tal como Obama defiende la igualdad social.

Respecto a los impuestos, por ejemplo, Romney cree que los estadounidenses acomodados ya pagan suficientes impuestos, y pagar más limitaría su libertad; Obama cree que deberían pagar más para que el terreno sea más parejo. De forma parecida los republicanos atacan a la Obamacare como una afrenta a la libertad mientras los demócratas la consideran necesaria para proporcionar protección básica a todos los ciudadanos.

Entonces, en este cuatro de julio tenemos un país en el que muchos, incluyendo a nuestros políticos, disienten sobre lo que hace especial a nuestra nación, y qué valores deben ser los más importantes. No hay nada de malo en dichos desacuerdos en sí: de hecho la competencia de ideas es saludable para la república. Sin embargo, es dolorosamente evidente que las diferencias se han hecho tan agudas y profundas que nos desgarran.

Es por ello que este cuatro de julio debe ser no solo una ocasión para preguntarnos qué es lo que hace especial a nuestro país, sino para sopesar cómo podemos reducir la brecha que nos separa.

A pesar de la contraposición entre la libertad y la igualdad, al parecer ambos lados tienen un valor en común: la creencia en la igualdad de oportunidades, en que todos en Estados Unidos deben tener la oportunidad de triunfar por sus propios méritos. Romney habla de “reconstruir los cimientos de la sociedad de la oportunidad”, y Obama adquirió fama nacional en 2004 al proclamar que su historia no hubiera podido ser en ningún otro país del mundo: “Sostenemos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres son creados iguales”.

La creencia en la importancia de la igualdad de oportunidades es aceptada ampliamente a lo largo del país, a pesar de que nuestros políticos parecen estar cada vez más divididos. Podemos apostar que la elección de 2012 no será la que argumente más a favor de la igualdad sobre la libertad o viceversa; ganará el candidato que adopte ambas y convenza a los votantes de que es el mejor equipado para cambiar las cosas y garantizar que cada estadounidense tenga una oportunidad en la vida.

En cuanto al debate sobre la excepcionalidad, los candidatos deberían estudiar esa escena de The Newsroom. Aunque quieran alejarse de la petulancia y la mojigatería, seguramente obtendrán muchas cosas buenas si son honestos con la gente (si acaso un poco más optimistas). Hemos sido especiales a lo largo de la historia y también hemos sido diferentes, pero en muchas formas estamos perdidos y ya es momento de que reclamemos nuestras almas.

Ralph Waldo Emerson escribió: “América es un poema ante nuestros ojos”. Seguimos escribiendo ese poema.

 

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente las de David Gergen y Michael Zuckerman.

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