OPINIÓN: Las únicas que pueden reconstruir este país son las mujeres
Nota del Editor: Leonardo Cuéllar fue jugador de los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la selección nacional en las décadas de 1970 y 1980. En EU jugó en el San Diego Sockers. Desde 1998 es el responsable de la selección mexicana de futbol femenil.
(CNNMéxico) — En un deporte predominantemente masculino como el futbol, la inclusión de las mujeres ha recorrido un azaroso y largo camino, desde que en la Primera Guerra Mundial, como consecuencia de que los varones se encontraban en el campo de batalla, las mujeres se incorporaron a la fuerza laboral en las fábricas, donde se fundaron varios clubes de futbol, el más exitoso de los cuales fue el Dick Kerr’s Ladies, en Preston, Inglaterra.
A pesar de su popularidad y éxito, el futbol femenil no fue reconocido oficialmente, lo que llevó a las jugadoras inglesas a formar su propia liga, la English Ladies Football Association, que sufrió el boicot de la federación inglesa, lo que obligó a las deportistas a jugar en canchas de rugby.
En 1970 se llevó a cabo el primer campeonato mundial de futbol femenil en Italia, aunque de manera extraoficial y sin reconocimiento de la FIFA, lo que no impidió que alcanzara un gran éxito. Al año siguiente, cuando se realizó el segundo mundial en México, surgieron en el país figuras como la Peque Rubio y Alicia Pelé Vargas, y la selección de Dinamarca se impuso a la mexicana por 3 goles a 0.
Las futbolistas mexicanas de entonces desafiaron los prejuicios de una cultura regida por el machismo y sin más pago que los aplausos y el reconocimiento, pero con más ganas que técnica, formaron un equipo que conquistó a los aficionados en México.
Estos primeros campeonatos mundiales causaron grandes expectativas, aunque la desorganización impidió su continuidad y tuvieron que pasar veinte años para que en China 1991 se celebrara la primera copa mundial femenina con reconocimiento oficial.
El éxito alcanzado hizo que el futbol femenil se incluyera por primera vez en los Juegos Olímpicos de 1996, en Atlanta, EU.
Como exfutbolista profesional y apasionado de ese deporte, me sentí inmediatamente atraído cuando Enrique Borja —entonces presidente de la Federación Mexicana de Futbol— me invitó a participar en este proyecto femenil en 1998. Al interés se sumó el reto de lograr el reconocimiento y participación de las mujeres en un deporte considerado masculino. Cuando me propusieron involucrarme en el futbol femenil, acepté inmediatamente porque me di cuenta de su potencial y de la posibilidad de hacer algo interesante.
No fue fácil, porque el equipo era muy diverso en todos los sentidos: edades, técnica, hábitos, educación, pero existía un común denominador, la pasión y determinación de todas, y ése fue el punto de referencia.
Futbolísticamente hablando, había muchas limitaciones, había mucha garra, pero no se tenía un proceso formativo, algunas de las muchachas sí jugaban en equipos, pero solo los fines de semana, no existían verdaderos clubes y muchos aspectos se tuvieron que modificar.
A lo largo de estos años, he tratado de transmitirles mis conocimientos sobre este deporte, pero también he aprendido mucho de las propias jugadoras.
La madre naturaleza estableció sus reglas, dado que físicamente no se puede comparar a una mujer con un hombre, porque está comprobado que las diferencia físicas están ahí, pero en cuanto a técnica y entrenamiento, son iguales.
En este tema, tuve que aprender aspectos como el de la menstruación y comprender los cambios que ocurren en esos días. Fue algo difícil porque, como hombres, no podemos entender lo que sienten las mujeres y tuve que aprender a acercarme a ellas, conocer sus inquietudes y ganarme su confianza.
Les aconsejaba que, cuando estuvieran en esos días, hicieran ejercicios ligeros, que caminaran y trotaran. Al principio me miraban como si estuviera mal de la cabeza, porque ¿qué iba yo a saber de algo así? Las fuimos educando para que se involucraran hasta donde su cuerpo se los permitiera, porque cuando había competencias, no podían quedarse sentadas.
En la federación también se fue aprendiendo, porque el primer doctor que me dieron para atender al equipo no era especialista en medicina deportiva, sino un ginecólogo, y obviamente no sabía vendar ni tratar una fractura.
También había que tomar en cuenta muchas otras cosas, como la dieta y hasta los uniformes. Primero jugaban con vestimentas para hombres o niños, porque no había atuendos creados especialmente para ellas, pero todo eso se ha ido modificando y hoy los uniformes son para mujeres, así como las instalaciones, con vestidores especiales para cuidar su privacidad.
La mujer mexicana de ahora debe tener mayor responsabilidad en la sociedad y en el deporte. En este caso, el futbol le enseña a competir, a tener responsabilidades individuales, pero también compromisos de equipo, como transmitir su actitud en la competencia hacia las nuevas generaciones, por eso tiene que ser un ejemplo.
Es otro tema que también se ha trabajado: vencer todos los temores y hacerles ver lo que son capaces de lograr. Exigirles su máximo rendimiento, porque las mujeres son capaces de lograr todo lo que se propongan. En cuanto al futbol, es un gran paso que la gente exija un buen nivel de juego, que no sea complaciente.
Las mujeres, hoy, empiezan a percibir una apertura en todas las áreas, no solo en el deporte, pero tienen que capacitarse, prepararse, comprometerse, y los hombres deben entender que no pueden manejar solos el país.
Si somos tan machos, deberíamos tener la fortaleza mental y la seguridad de ayudar, de darles ese espacio de crecimiento. Entonces, echar a andar un proyecto que incluye al género femenino no es una tarea fácil ante todas las restricciones, limitaciones y obstáculos que le impone la sociedad.
No solo se trata de apoyarlas, sino que ellas tienen que sacar a flote sus dotes de liderazgo, de iniciativa, de responsabilidad, porque, si no, abandonan al final su lucha, sus ideales, por no convencerse a sí mismas de sus capacidades.
Al final, el mensaje que tenemos es que quienes van a hacer crecer este país son las mujeres.
Las únicas que pueden reconstruir este país son son las mujeres.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Leonardo Cuéllar. CNNMéxico.com presenta un fragmento de una colaboración escrita por el exfutbolista y ahora entrenador para la publicación Ellas por Ellos , una iniciativa del Conseo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED).