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OPINIÓN: Mitt Romney no fue el único ganador del debate

Su credibilidad y su equipo de campaña retomaron la dirección en la contienda, aunque Obama no se equivocará por segunda vez
jue 04 octubre 2012 11:30 AM

Nota del editor: David Rothkopf es CEO y editor en FP Group, editores de la revista Foreing Policy, e investigador invitado en Fondo Carnegie para la Paz Internacional.

(CNN) — Decir que Barack Obama estuvo fatal en el primer debate presidencial que se realizó en la Universidad de Denver la noche del miércoles, sería una exageración. Estuvo tan blando como “pasta remojada”. Pero vamos a enfocarnos en su silenciosa y tartamudeante presentación o podríamos darle el visto bueno a Mitt Romney , para quien era vital el debate para levantar su abatida campaña, aunque eso sería perder de vista las verdaderas historias de vencedores y perdedores sobre lo sucedido esa noche durante los 90 minutos cara a cara.

Un claro perdedor, por ejemplo, fue el equipo de campaña de Obama. Desde hace dos meses eligió seguir un proselitismo defensivo en el que asumían una elección ganada. Reemplazaron la frase de Bill Clinton “es la economía, estúpido” con hipocresías como, “primero, no hacer daño”, la cual ahora es el móvil de su partido.

Líderes administrativos de la Casa Blanca habían prohibido aparecer a la comitiva en televisión sin su permiso, ya que los beneficios de obtener mensajes positivos de apoyo a la campaña del presidente Obama podrían terminar en un desastroso desliz a nivel nacional. Eso había que dejarlo a Romney, pensaron. El puede derrotarse a sí mismo.

Desde las 9 pm hora del este de la noche del miércoles, el cometido parecía funcionar. Pero tras unos minutos transcurridos, fue claro que el presidente se enfrentaba ante un enérgico y bien preparado oponente, el cual se había rodeado de gente dispuesta a criticar y ofrecer sugerencias sobre cómo hacerlo mejor. Mientras que el jefe de Estado sufrió una de las consecuencias de ser desobligado: los efectos colaterales de vivir en una burbuja de aduladores en la Casa Blanca.

Es un secreto a voces en Washington, que el presidente tiene un exceso de autoconfianza y su equipo está integrado por un puñado de personas satisfechas consigo mismas. Dentro de la burbuja, es una homogénea atmósfera con un enrarecido aire de arrogancia. Como consecuencia, el mandatario no se preparó correctamente para el debate y nadie lo retó a dar más de sí mismo.

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Después del traspié, el presidente, quien también es un hombre serio, excepcionalmente inteligente y ferviente trabajador, no cometerá el mismo error dos veces. Entonces, tendremos otros dos ganadores que citar.

Uno es él mismo. Recibió la alarma del despertador en el mejor momento posible, cuando tiene la mejor reputación y puede anticiparse a los futuros debates para reafirmar su liderazgo y el reconocimiento de ser un gran orador.

Otro más importante es el elector promedio. No solo se libró de la incesante, superficial y mal intencionada propaganda en televisión, sino que tuvo la oportunidad de ver a los candidatos aprobar su mensaje.

Una vez más, a pesar de las precariedades y las verdades a medias, entre bocadillos y tropiezos, se observó por 90 minutos a dos inteligentes y comprometidos candidatos que ofrecieron más iluminación a sus respectivas campañas que las acciones realizadas durante los dos años pasados de la contienda. Fue lo mejor, porque así veremos a los dos candidatos dispuestos a dar el máximo en las próximas semanas. Encenderán los próximos debates y escogerán los momentos ideales para tomar la palabra, como se les ha pedido que lo hagan.

El siguiente paso de la campaña –y la credibilidad de Romney– es también el gran ganador para los medios. Después del miércoles, la contienda de “huída” terminó. Es una nueva historia. ¿Fueron malos con Romney? Solo si es para vender periódicos y sorprender, eso esperan. Aunque ser malo es mejor que ser ignorado.

(Lo digo con un poco de sensibilidad hacia el juego. El lunes escribí una columna para Foregin Policy en la que determiné que la carrera había finalizado. Aún así pienso que Obama ganará; la brecha de género es tan grande, y Obama falló al intentar hacer más por su lamentable récord en tratar cuestiones de la mujer durante el debate de anoche. El voto de las mujeres es un segmento significativo y clave en los estados decisivos. Pero lo admito, estoy nervioso con mi predicción. Dos presentaciones más como la de anoche y Obama quedará fuera de las garras de la victoria).

El equipo de Romney y Rob Portman, su asesor para el debate, también son ganadores . Esa habilidad y confianza que demostró Romney, fue la principal señal de que estaba bien preparado. Estudió duro, parecía conocer hechos contundentes y razonables que se complementaban con el fluir de sus manos y movimientos de punto a punto.

Además, gracias a esta presentación, la maquina de dinero del GOP y el partido se llenaran de algo llamado “esperanza con audacia”. Romney tambaleó, pero volvió a posicionarse en la carrera del congreso. Ahora, los billetes grandes continuarán fluyendo.  

Estoy casi seguro de que Michelle Obama también fue una perdedora. La celebración de su 20 aniversario después del debate no pudo ser muy divertida. Similar a lo que sintieron algunas personas que esperaban conocer al presidente y al candidato a vicepresidente antes del próximo debate y les cancelaron para tener mayor tiempo de preparación al ser considerados víctimas de la gran noche de Mitt.

Jim Lehrer tampoco puede estar muy contento con la imagen de ser un moderador arrollado. Y en Twitter fue una carrera de ganar y perder. El evento fue uno de los acontecimientos políticos más tuiteados en la corta historia de Twitter. Y también salió a relucir lo peor del saturado medio.

Pero al final, todos los ganadores o perdedores que se celebran o se lamentan por las actuaciones del miércoles, es importante que recuerden que este es solo el primer debate y habrá tres más acompañados por miles de apariciones en campaña, errores y descubrimientos inesperados en los hogares de EU que ensombrecerán el evento.

En otras palabras, es tentador pero peligroso analizar demasiado este debate; lo justo es resaltar que este corto suceso fue un giro necesario para la campaña.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a David Rothkopf

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