OPINIÓN: Es tiempo de frenar el tráfico ilegal de la vida silvestre
Nota del Editor: Carter Roberts es el presidente y director ejecutivo de Wildlife Fund en Estados Unidos, la red más grande de organizaciones en pro de la conservación y la cual trabaja en más de 100 países.
(CNN) – Una ola criminal sin precedente amenaza los lugares naturales más importantes de la Tierra y hemos fallado en nuestros intentos por detenerla.
Es algo que va más allá de la guerra contra las drogas, la industria de la falsificación y el tráfico humano. Se trata de una de las empresas criminales más grandes del mundo: el comercio ilegal de la vida salvaje.
El tráfico de animales silvestres y partes de sus cuerpos se ha vuelto más popular entre las organizaciones criminales en todo el mundo. A diferencia de otros negocios ilegales, matar y vender partes de rinocerontes , tigres y elefantes tiene una ventaja para los delincuentes: El producto no está tan protegido en su lugar de origen, su comercio no está bien regulado, el crimen no es muy investigado y se castiga ligeramente. Para un criminal reconocido, el tráfico ilegal de vida salvaje es un negocio de bajo riesgo y grandes ganancias.
Un análisis publicado el martes, realizado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) –basado en entrevistas a los gobiernos y líderes militares y de la sociedad civil– dice que el tráfico ilegal no solo es un problema ambiental, sino un problema un problema delictivo trasnacional.
Pone en riesgo la seguridad de las naciones y destruye la riqueza natural. La INTERPOL y otros grupos están de acuerdo en que está actividad ha servido al crimen para patrocinar sus actividades y comprar armas. También resalta que el mercado negro obstaculiza el desarrollo sustentable, social y económico de un país. La caza ilegal reduce la efectividad de los gobiernos, erosiona la ley y afecta el crecimiento de las comunidades locales.
Las autoridades calculan que el comercio ilegal de la vida salvaje puede valer hasta 10,000 millones de dólares al año – o casi 20,000 millones de dólares si añadimos el comercio ilegal de madera y productos de pesca. Eso lo coloca entre los más importantes del mundo. Como consecuencia directa de estas ganancias, las matanzas continúan en aumento: África pierde decenas de miles de elefantes cada año por su marfil, poblaciones de tigres salvajes han caído a unos 3,200 y la caza ilegal de los rinocerontes se incrementa bastante.
Por años, África del Sur tuvo niveles bajos de caza furtiva de rinocerontes, con aproximadamente 20 muertes al año. Desde hace cinco años, el número aumentó exponencialmente, tan solo en 2012 fueron 618.
Vietnam, China y Tailandia crean mucha de la demanda, pero no debemos olvidar que los estadounidenses son cómplices. Después de China, Estados Unidos es el segundo mercado más grande de productos de la vida silvestre en el mundo, desde baratijas de marfil vendiéndose en Manhattan hasta cuernos de rinoceronte en Los Ángeles.
Vamos a perder esta lucha si no hacemos algo. Necesitamos soluciones tan sofisticadas como las de los criminales. Los grupos delictivos usan helicópteros, equipo de visión nocturna y armas automáticas de alta capacidad. Superan a los guardianes de los parques tanto en equipo como en número.
Hay una manera de salir adelante. Hillary Clinton, cuando aún era secretaria de Estado, enfatizó el asunto como un tema de seguridad nacional, y otros gobiernos comenzaron a interesarse. Va más allá de la pérdida de animales. La caza ilegal disminuye la seguridad alimenticia en comunidades rurales, y pone en evidencia la venta de marfil como un medio para fundar organizaciones rebeldes en lugares como África Central.
El sector privado ya lo ha notado. Google anunció una iniciativa para donar fondos a la WWF con el fin de desarrollar una tecnología para rastrear a cazadores ilegales. Este proyecto aumentará la efectividad del cumplimiento de la ley al interceptar a los criminales antes de causar algún daño a la naturaleza.
Este es un paso en la dirección correcta, pero necesitaremos que los gobiernos se decidan a cumplir las leyes en una escala mucho más grande. Necesitamos fortalecer la investigación, la condena y la sentencia en contra de los crímenes de caza y tráfico ilegal. Eso significa más dinero y recursos, por ejemplo, en metodologías de investigación especializada y forense.
Al mismo tiempo, necesitamos campañas para crear conciencia y reducir la demanda, especialmente entre los consumidores en Asia, y tener mejores estudios mercadológicos disponibles para las redes sociales.
En la Convención de Comercio Internacional de las Especies en Peligro de Extinción que se realizará en marzo de 2013, unos 170 países se reunirán en Tailandia para hacer compromisos convincentes y cubrir todos los aspectos de la crisis.
Podemos revertir el daño, pero estamos muy lejos de que eso pase. Hay señales prometedoras, sin embargo, necesitamos un esfuerzo mayor por parte de los consumidores, comunidades, sector privado y más imporante, los gobiernos para detener la masacre antes de que sea demasiado tarde.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Carter Roberts.