El regreso de Japón a ‘grandes ligas’
"Japón está de vuelta". Ése fue el sencillo pero audaz mensaje -considerando la reciente historia sembrada de dificultades del país- que Shinzo Abe (primer ministro japonés) llevó con él a Washington en febrero pasado para su primer encuentro con Barack Obama, el presidente de Estados Unidos.
"Japón no es, y nunca será, un país de segundo nivel", declaró el nuevo primer ministro, en caso de que alguien tuviera dudas acerca de la dirección en la que la nación había estado vagando.
No hace mucho tiempo, un líder japonés se habría arriesgado a recibir burlas por tales afirmaciones. La lista de fracasos de Japón se ha vuelto familiar: un mercado de valores que alcanzó su punto máximo hace 23 años, la deuda nacional más pesada del mundo desarrollado, empresas tecnológicas alguna vez temidas que han sido eclipsadas por sus rivales desde California hasta Corea del Sur, una disminución de la población, y una economía arruinada por la deflación.
Incluso antes del tsunami y de la crisis nuclear de Fukushima que golpearon en 2011, imponiendo billones de yenes en costos de reconstrucción y aumentando las cuentas de los pobres recursos energéticos del país, estos problemas habían convencido a muchos de que Japón estaba acabado en el mejor de los casos y de que era un desastre estilo griego a futuro, en el peor de los casos.
Cuando el Partido Liberal Democrático de Abe ganó las elecciones el 16 de diciembre, Japón estaba en medio de su quinta recesión en 15 años. Eso representa una mitad de recesión por cada primer ministro. El país había pasado por 10 líderes en ese entonces, u once, si contamos doble a Abe, quien dejó desastrosamente el puesto en 2007.
Los japoneses han inventado un nombre para su paralizado sistema político, que parecía incapaz de revertir la decadencia en cámara lenta del país: kimerarenai seiji, es decir ‘políticos que no pueden decidir'.
Sin embargo, algo ha estado estimulando las cosas desde que Abe volvió al poder. Incluso antes de su declaración en Washington, los mercados financieros habían estado gritando "Japón está de vuelta" durante varios meses.
Una promesa de campaña para ayudar a los fabricantes dependientes de las exportaciones al bajar el valor del yen se cumplió por sí misma: los operadores, esperando un ataque a la moneda, han reducido el 15% de su tipo de cambio frente al dólar desde noviembre.
Eso, a su vez, ha encendido a la Bolsa de valores. El Nikkei 225 ha aumentado en un tercio a su nivel más alto desde 2008 (aunque está a sólo un poco más de un tercio de su máximo histórico). La semana pasada, Abe contribuyó a la racha alcista al seleccionar a Haruhiko Kuroda , un defensor de la política monetaria agresiva y poco ortodoxa, para ser el próximo gobernador del Banco de Japón.
"Es como una de esas peleas de boxeo en la que alguien que ha sido un saco de arena durante ocho asaltos dice: 'Espera un minuto, voy a entrar en esta pelea'", dice David Baran, un gestor de activos en Japón, que es copresidente ejecutivo de Symphony Financial Partners. Él describe "una verdadera sensación eléctrica" en las recientes conferencias para inversores en Tokio.
En teoría, parecía poco probable que Abe generara este tipo de excitación. Como el heredero de una dinastía política de derecha, su primer mandato como primer ministro duró apenas un año y fue recordado por una serie de escándalos: perdió tres ministros de Agricultura ante denuncias de corrupción. La economía apenas figuraba, para disgusto de los votantes, que expulsaron al partido de la Cámara Alta del Parlamento. Al renunciar, lo atribuyó a una enfermedad intestinal debilitante.
En esta ocasión, Abe parece haber aprendido de sus errores. Su atención se ha centrado firmemente en la economía, que ha sido maltratada por la crisis financiera mundial y por una implacable apreciación del yen. La "Abeconomía", como es conocida su agenda expansionista, ha elevado sus índices de popularidad a alrededor del 70%, un nivel significativamente más alto que cuando asumió el cargo.
Hasta ahora, todo ha girado en torno a crear y distribuir dinero. Abe ha ordenado la implementación de uno de los mayores paquetes de estímulo fiscal en un país con una historia de ellos -de más de 10 billones de yenes (107,000 millones de yenes) de nueva deuda financiada por el gasto- y armó fuertemente al Banco de Japón para tomar medidas adicionales para poner fin a casi 20 años de descensos en los precios al consumidor.
En enero, bajo el mandato del saliente gobernador Masaaki Shirakawa, el Banco Central estableció una meta de inflación del 2% y prometió seguir inundando el sistema financiero con efectivo, mediante la compra de deuda pública y otros activos, hasta que se lograra la meta.
Es el impulso monetario lo que tiene particularmente emocionados a los mercados. El Banco de Japón ha mantenido las tasas de interés bajas durante más tiempo que otros bancos centrales, y fue un pionero de técnicas poco ortodoxas como la compra de bonos. Pero ha lucido tímido desde que la crisis financiera cobro fuerza, a medida que la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) tomaban las mismas ideas y las aplicaban de forma más agresiva, expandiendo sus balances mucho más rápido que el Banco de Japón.
"Durante 20 años, el Banco de Japón ha dicho al Gobierno: 'Muéstranos las reformas estructurales, y entonces te mostramos el dinero'", dijo Martin Schulz, investigador principal del Instituto de Investigación Fujitsu, un centro de estudios. "Ahora está siendo obligado a mostrar el dinero primero".
Es probable que Kuroda muestre aún más. Como un crítico consistente del "fracaso" del Banco de Japón, es más conocido como el hombre que, como el principal funcionario de divisas del Ministerio de Hacienda en la década de 2000, diseñó masivas intervenciones de venta de yenes que debilitaron la moneda. El esfuerzo fue tanto una herramienta monetaria como un instrumento para ayudar a los exportadores japoneses. Una vez, en 2002, Kuroda sacudió a los mercados con un discurso argumentando que Japón podría utilizar "la intervención masiva de la moneda" para revertir la deflación al hacer tan caras las importaciones que elevaran los precios internos.
Mucho ha cambiado en década intervenida, y Japón, con raras excepciones, se ha alejado de la manipulación del mercado abierto realizada en los días de Kuroda como Ministerio de Hacienda. Sin embargo, en entrevistas antes de que fuera designado oficialmente el jueves, Kuroda dijo que creía que había un "margen sustancial" para más flexibilización monetaria y sugirió que el Banco de Japón podría comprar una gama más amplia de activos de lo que ha comprado hasta ahora.
Esto inundaría a los mercados con dinero aún más fácil e indirectamente debilitaría aún más al yen.
Kuroda aún debe ser confirmado por el Parlamento, pero se espera que Abe gane el suficiente apoyo de los grupos de oposición para impulsarlo, en particular en la cámara alta, donde el Partido Liberal Democrático aún no tiene mayoría. Tanto él como Kikuo Iwata, un académico que es uno de sus dos gobernadores adjuntos propuestos, han dicho que el objetivo de inflación del 2% podría lograrse en unos dos años.
Si la Abeconomía funciona, la hará de varias maneras. El yen más barato elevará las ganancias de los exportadores, que representan alrededor del 15% del total de la producción económica de Japón pero la mitad de su crecimiento reciente, de acuerdo con estudios. Más dinero fácil encontrará su camino hacia las empresas, lo que aumentará la inversión en lugar de acaparar el dinero, como muchos hacen ahora. La expectativa de que los precios -y por extensión, los ingresos de las compañías- se eleven añadirá aún más incentivos para invertir, creando un círculo virtuoso de recuperación. Mientras tanto, el gobierno eliminará obstáculos regulatorios y de otro tipo para aumentar el potencial subyacente de crecimiento de Japón.
Hay varias maneras en que esto podría salir mal y crear mayores problemas en la tercera mayor economía del mundo. "Derrotar la deflación" se ha convertido en un objetivo ampliamente aceptado, pero la realidad del alza de precios podría ser un impacto para los consumidores, sobre todo si los salarios no pueden mantener el ritmo. En una señal de que Abe está preocupado por eso, ha visitado a miembros del grupo de presión de grandes negocios Keidanren para tratar de convencerlos de aumentar el sueldo a los trabajadores.
Esto supone que los precios, de hecho, aumentarán. Shirakawa ha argumentado que la política monetaria más flexible por sí sola no conseguirá eso en una economía estructuralmente débil como la de Japón. Algunos economistas están de acuerdo. Masamichi Adachi, de JPMorgan, dice que la "brecha de producción" de Japón -la diferencia entre lo que Japón produce y lo que podría producir si la economía estuviera funcionando a plena capacidad, un importante indicador de la inflación- ha aumentado en más del doble entre el primer y cuarto trimestre del pasado año a 3.1% del producto interno bruto potencial. "La inflación no llegará pronto", dice.
También existe el riesgo de consecuencias no deseadas. La deflación puede ser algo malo, pero se ha convertido en el punto de apoyo de una especie de acto de equilibrio económico en Japón: las bajas tasas de interés utilizadas para luchar contra ella permiten al gobierno tomar préstamos baratos, para que pueda cubrir el enorme déficit de ingresos fiscales que es resultado de la debilidad de la economía. Si los inversores llegaran a pensar que la Abeconomía creará más inflación y déficits que crecimiento, las tasas de interés a largo plazo podrían subir. Eso arruinaría el valor de las enormes tenencias de bonos gubernamentales de los bancos comerciales y, eventualmente, aumentaría el costo de cubrir la deuda pública de Japón, ahora equivale a más de dos años de PIB.
"Japón está en un equilibrio estable, a pesar de que es uno en el que el resultado final es el deterioro", dice Schulz de Fujitsu. Él apoya la agenda de Abe, pero dice: "Salir de ella es extremadamente riesgoso".
Una de las áreas donde Abe todavía tiene que actuar es la reforma estructural, la "tercera flecha" de las Abeconomía, después de la expansión fiscal y monetaria. Comenzó en Washington cuando prácticamente prometió unirse a las negociaciones sobre la Asociación Transpacífica, una propuesta de zona de libre comercio circunscrita al Pacífico. La decisión, sobre la que su partido había dado muchos rodeos, podría augurar otras iniciativas favorecidas por grupos empresariales, desde desregular la agricultura y los servicios médicos hasta recortar los relativamente altos impuestos corporativos japoneses.
Una opinión muy extendida en Japón es que la verdadera naturaleza de la agenda de Abe no se conocerá hasta este verano, después de las elecciones para la Cámara Alta del Parlamento. Si Abe puede mantener su actual nivel de popularidad, lo más probable es que vuelva a ganar la mayoría para su partido y consolide su poder.
Los partidarios dicen que esto le permitiría impulsar aún con más fuerza las reformas económicas, pero existe la preocupación de que una segunda victoria electoral lo transforme de nuevo en el guerrero cultural nacionalista de 2006-2007. Él ha expresado su deseo de retractarse de pasadas disculpas oficiales por la conducta japonesa durante la guerra en Asia, y de despojar a la constitución de sus disposiciones contra la guerra. Tales movimientos enojarían a China, con la que Japón está trabado en un tenso enfrentamiento por las islas en el Mar Oriental de China, así como por Corea.
También podrían minar su apoyo en casa, donde las encuestas muestran que los demócratas liberales son favorecidos por la mayoría de los votantes: casi todos los legisladores del Partido Liberal Demócratico están a favor de cambiar la Constitución, por ejemplo, frente a la mitad de la población en general. "Si es capaz de ganar la elección de la Cámara Alta", dice un funcionario del gobierno que trabaja en estrecha colaboración con Abe, "creo que estas cuestiones estarán bajo los reflectores de nuevo".
Nuevo gobernador, designación con enfoque diferente
Si el nuevo primer ministro de Japón, Shinzo Abe, está buscando algo poco convencional del próximo gobernador del Banco de Japón, podría haber elegido al hombre adecuado.
Mientras crecía en la sureña isla japonesa de Kyushu, Haruhiko Kuroda soñaba con convertirse en astrónomo. Se jactaba de haber leído todo sobre matemática y física que la biblioteca de su escuela tenía para ofrecer.
En la elitista Universidad de Tokio estudió Derecho, pero también tomó (y aprobó) exámenes en servicio público.
Durante una carrera de 36 años en Asuntos Fiscales e Internacionales en el Ministerio de Hacienda, fue conocido para terminar un libro en cada viaje de negocios, y por reseñarlo posteriormente para la revista interna.
Fue en el Ministerio de Finanzas donde también se creó una reputación por hablar fuera de turno; una vez sorprendiendo a su mentor, Makoto Utsumi, un ex viceministro de Finanzas para Asuntos Internacionales, con la idea de aumentar los recursos del Fondo Monetario Internacional para combatir la crisis de deuda latinoamericana.
"Hay muchas personas técnicas en el Ministerio de Hacienda, pero no muchas personas innovadoras", dice Utsumi.
Para Abe y sus asesores, tener una persona así al frente del Banco de Japón es vital para que el país salga de la situación de deflación que ha minado el espíritu y asfixiado la inversión durante gran parte de los últimos 20 años.
Sostienen que el problema central no ha sido la capacidad del Banco de Japón para influir en los precios, sino en su aplicación.
No ha sido suficientemente imaginativo con las herramientas a su disposición, dicen.
El poder de Kuroda será considerable. Aunque el manual de estrategias dice un "hombre igual a un voto", el gobernador del Banco de Japón nunca ha terminado en el lado perdedor de ninguna propuesta.
"Cambia al gobernador y el ADN del consejo de políticas cambiará junto con él", dice Nicholas Smith, un estratega en Tokio de CLSA, el grupo de correduría e inversión.
Reportaje adicional de Ben McLannahan.