OPINIÓN: Bachelet, el 'astro' en el centro del universo político de Chile
Nota del editor: María de los Ángeles Fernández es directora ejecutiva de la Fundación Chile 21 , que busca plantear propuestas sobre ámbitos como la calidad de la democracia, el desarrollo inclusivo, los derechos sociales, la igualdad de género y la política internacional, entre otros. Síguela en Twitter en @mangeles21 .
(CNNMéxico) — Si la política chilena fuera un símil del sistema solar, el sol sería la expresidenta Michelle Bachelet.
No es solo que los asuntos giren en torno a su órbita, condicionando el comportamiento del resto de los actores. Ella parece opacarlo todo, incluso las posibilidades de emerger de liderazgos alternativos al interior de su propia coalición —integrada por el Partido Socialista (PS) y el Partido por la Democracia (PPD)—, que depende de ella una vez más para retornar al poder .
Según la reciente encuesta de la Universidad Diego Portales, podría resultar incluso electa en la primera vuelta electoral, prevista para noviembre de este año.
El resto de los candidatos de su sector, que disputarán con ella como candidata del PS-PPD en primarias previas, no logran transmitir confianza acerca de sus posibilidades. En el oficialismo las cosas se ven inciertas. Sus dos cartas, Laurence Golborne, catapultado a la fama por su rol en el rescate de los 33 mineros en 2010 y apoyado por la Unión Demócrata Independiente (UDI), y Andrés Allamand, por Renovación Nacional (RN), no suman entre ambos 30% de las preferencias. Sin embargo el primero acaba de declinar su candidatura, siendo reemplazado por el renunciado ministro de Economía, Pablo Longueira.
Algunos ponen paños fríos a estas cifras, indicando que el verdadero despegue electoral se producirá a partir del 30 de junio, fecha en que tendrán lugar las primarias presidenciales. La implementación del mecanismo, por primera vez con apoyo estatal, concita interés por sí mismo. Muchos confían en que tendrá capacidades milagrosas que contribuyan a cerrar la brecha entre la política y una ciudadanía crecientemente desconfiada que, en las pasadas elecciones municipales, respondió con casi 60% de abstención.
El que una mujer tenga posibilidades ciertas de ocupar por segunda vez la presidencia en Chile no deja de suscitar admiración, pero también múltiples preguntas.
¿Qué puede tener esta mujer que, superando barreras extraordinarias en un país reconocidamente conservador, constituye una candidatura anhelante para un sector importante de la población?, ¿tiene posibilidades de responder a las expectativas que suscita, al punto que voces de su entorno anticipan el peligro de visualizarla como una eventual 'salvadora'?
Su adhesión se entiende, más que por resultados, por lo que evoca.
Se la asocia con fenómenos como confianza, contención, cariño y empatía, pero también con una cuidada distancia de la refriega política, a la que su lejanía del país por tres años también contribuyó.
Las más felices son, sin duda, las chilenas. Su retorno garantizará la recuperación de la senda de un lenguaje de autonomía, reconocimiento y derechos de las mujeres.
Por otro lado, el Chile de la transición, luego de haber pasado con éxito el test de la alternancia una vez que el candidato de derecha Sebastián Piñera asumiera la presidencia en 2010 , se caracteriza por una ambigua combinación de circunstancias que trae de cabeza a quienes pretenden explicarla.
Mientras el país muestra cifras exitosas de crecimiento económico, control de la inflación y empleo, existe un creciente malestar con los abusos, particularmente empresariales, y una demanda por educación pública, gratuita y de calidad que el movimiento estudiantil proyectó a partir de las movilizaciones del año 2011.
Con la consigna "no al lucro en educación", logró capturar la frustración latente con una educación que no logra remover la herencia de cuna. A pesar de ser alabado por su combate a la pobreza, Chile se encuentra en el listado del los 20 países más desiguales de la región, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD ).
Por otro lado, me parece que el descrédito del Parlamento y de los partidos coexiste con el hechizo que produce la política institucional. No es casual que los principales líderes estudiantiles y sociales aspiren con llegar al Parlamento que antes denostaron.
El país romperá, según predicciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la "barrera psicológica" del desarrollo al alcanzar un ingreso per cápita de 20,000 dólares . Sin embargo, la noticia no genera un regocijo masivo. Se encuentran a la espera decisiones en materia de competitividad e igualdad que no pueden absolverse ni siquiera por mayorías circunstanciales de cuatro años. De no desatarse los nudos que evitan el desarrollo en sectores como la energía y en educación, por ejemplo, Chile podría caer en la llamada "trampa de los países con ingresos medios". El gobierno lo anticipa como freno a las demandas más que enfrentando la incapacidad para llegar a acuerdos sustentables en el tiempo.
Todo parece llevar a la revisión de los roles asignados al Estado y al mercado en el país pionero en experimentos neoliberales. El piso constitucional, herencia del régimen militar aunque luego reformado, comienza a mostrar grietas de cuestionamiento. Lo que viene, incluyendo la posible confrontación con una derecha con un piso electoral del 40%, es un territorio desconocido. Ello, inevitablemente, desafiará el estilo de una Bachelet conciliadora y dialogante, de talante suprapartidario y con cierta aversión al riesgo.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a María de los Ángeles Fernández.