OPINIÓN: Y la atención a los migrantes, ¿para cuándo señores Obama y Peña?
Nota del editor: Jorge A. Bustamante es fundador de El Colegio de la Frontera Norte ( Colef ), un instituto de investigación especializado en la problemática de la región mexicana colindante con Estados Unidos. Actualmente se desempeña como investigador del Departamento de Estudios Sociales. Puedes seguir la cuenta de twitter: @elcolef
(CNNMéxico) – Sí, la reforma inmigratoria, varias veces prometida por el presidente Barack Obama, finalmente se ve posible, aunque aún en un horizonte poco claro.
Lo noticioso de la aparición de la reforma inmigratoria en la escena pública fue que, como propuesta de ley, fue resultado del trabajo "bipartidista" de ocho senadores, cuatro de cada partido político de Estados Unidos.
Dado el mal sabor que dejó en la Casa Blanca la derrota de la iniciativa presidencial para controlar la venta de armas, el producto del trabajo conjunto de senadores de ambos partidos fue visto con beneplácito, incluyendo al propio presidente, pues, desde hace 6 años, cuando fracasó el anterior proyecto legislativo de inmigración promovido por los senadores MacCain y Kennedy, no se veía un esfuerzo bipartidista exitoso en el controvertido tema de la inmigración a Estados Unidos.
Uno los cambios entre aquel proyecto legislativo de hace 6 años y el actual del llamado grupo de los ocho ha sido el papel del llamado voto latino en los resultados electorales.
Como se sabe, el peso que los latinos o hispanos en general, le dan a la cuestión inmigratoria, determinó la estrepitosa derrota que sufrieron los candidatos del Partido Republicano en las pasadas elecciones presidenciales en las que el voto latino fue el factor que le dio la victoria al presidente Obama en Estados de aquel país en donde no se esperaba que ganara.
El senador republicano de Arizona, John MacCain —miembro del grupo de los ocho— ha declarado expresamente que los republicanos tendrán que atemperar su posición antiinmigratoria si quieren evitar derrotas como la de las últimas elecciones presidenciales el pasado 6 de noviembre.
Me parece que en Estados Unidos el debate sobre la cuestión inmigratoria está alcanzando niveles de importancia nacional que no se veían desde que fue derrotado el expresidente Bush en su proyecto legislativo sobre inmigración hace 6 años, principalmente por la oposición de miembros de su propio partido.
Si bien ya han surgido nuevos líderes entre los republicanos, como el senador Rubio de Florida con una posición menos hostil hacia los migrantes que la sostenida en la plataforma del Partido Republicano, la oposición a otorgar beneficios a los inmigrantes es tan fuerte entre los miembros de ese Partido como lo ha sido desde hace más de una década.
Esto ha hecho que, al tiempo de la visita a México del presidente Obama el futuro de la reforma inmigratoria, se vea incierto por decir lo menos.
En parte, esto le imprimirá una cierta irrelevancia a la visita de Obama a México, o cuando menos creo que así lo será para los más de 40 millones de mexicanos, que es la suma de los migrantes y sus familiares, pues el tema de sus derechos humanos brilló por su ausencia.
Ninguno de los dos gobiernos mostró interés en hacer de los derechos humanos una prioridad en las discusiones asociadas a la visita presidencial. Como si no hubiera problemas bilaterales en esa área o como si no existieran los millones de seres humanos que cruzan la frontera entre los dos países.
Mejor los suizos mostraron una preocupación por los derechos humanos de los inmigrantes en México, suficiente como para que la sección Suiza de la ONG Acción de Cristianos para la abolición de la Tortura, dirigiera una carta fechada el 11 de abril de 2013 al presidente Peña Nieto acompañada de 5,799 firmas, pidiéndole que tomara medidas efectivas contra las violaciones de los derechos humanos de los migrantes, según consta en los registros de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Mi experiencia docente en la Universidad de Notre Dame, en South Bend, Indiana, me hace testigo de la creciente importancia que los mexicanos residentes en Estados Unidos —más de veinte millones— le están dando a la cuestión migratoria, al punto de que ya le están exigiendo cuentas al presidente Obama por no prestarles suficiente atención.
No tardarán mucho en hacer otro tanto ante el presidente Peña Nieto, en reclamo por el escaso interés que mostró por ellos durante la visita a México de su contraparte estadounidense.
Cierto que la relación bilateral es muy compleja y no pueden ser los migrantes la única fuente de preocupación de nuestro gobierno al proponer agendas con sus vecinos, pero a diferencia de los barriles de petróleo o las toneladas de maíz, las personas, es decir, los mexicanos en el extranjero, sí le pueden reclamar al gobierno de México que no cumpla con su obligación legal de darles protección cuando se encuentren en otros países.
Intento realizar un respetuoso reclamo por el hecho de no incluir el tema de los derechos humanos de los migrantes — apenas el 25 de marzo The New York Times publicó un reportaje sobre el aislamiento de los que son encarcealdos — en la agenda de la visita del presidente Obama, quien firma las decisiones del gobierno estadunidense, que, me parece, de facto, autoriza la violación a los derechos humanos de los migrantes.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Jorge A. Bustamante.