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OPINIÓN: La lucha contra las drogas sataniza a las personas

La realidad sobre el consumo de sustancias es más complejo de lo que el juicio moral y el miedo nos han hecho pensar
lun 24 junio 2013 12:20 PM

Nota del editor: Adrian Grenier es actor, director y productor, mejor conocido por su actuación en la serie de televisión Entourage de la cadena HBO que recibió una nominación al Emmy. Produjo un documental llamado Cómo ganar dinero vendiendo drogas que está disponible en los servicios a demanda en televisión por cable o en iTunes.

(CNN) — ¿Qué te viene a la mente cuando piensas en alguien que vende drogas? Tal vez imaginas al sombrío personaje que seduce a los clientes en una esquina en el comercial de la campaña Solo di que no, de la década de 1980. O piensas en ese tipo de la universidad que tiene básculas en su dormitorio para pesar la marihuana que vende a sus amigos.

Si eres de esas personas que piensa que la diferencia entre una droga "legal" y una "ilegal" es arbitraria, tal vez crees que tu farmacéutico o cantinero es un proveedor.

Como sea, es probable que la imagen que te hayas hecho esté moldeada hasta cierto punto por un juicio moral y por el miedo que nuestro país ha avivado en las más de cuatro décadas de lucha fallida contra las drogas.

Al producir el documental Cómo ganar dinero vendiendo drogas, mi intención era examinar la hipocresía de la guerra contra las drogas. Se despilfarran miles de millones de dólares al buscar, arrestar y encarcelar a personas mayormente pobres pertenecientes a las minorías aunque los índices de consumo de drogas son similares entre las diferentes razas.

Un estudio realizado por la Universidad de Duke reveló que los arrestos relacionados con drogas son 10 veces más comunes en jóvenes de raza negra que en jóvenes blancos aunque usan drogas ilegales con menor frecuencia.

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Es igualmente sorprendente que la mayoría de nosotros ha probado alguna vez ciertas sustancias para alterar nuestro estado de ánimo —como el café, la  nicotina, el Ritalin, un coctel o un cigarrillo de marihuana— sin embargo estamos condicionados a pensar que las personas que consumen y venden ciertas drogas no son como nosotros.

La guerra contra las drogas alimenta la corrupción y la violencia. Hay cerca de medio millón de personas tras las rejas en Estados Unidos por delitos no violentos relacionados con drogas y estas son más abundantes y se consumen más que nunca. Por otro lado, las personas que quieren recibir tratamiento a veces deberán enfrentarse a un camino lleno de obstáculos para simplemente   conseguir ayuda .

Durante la producción del documental me di cuenta de que me identificaba con los sujetos de muchas formas. Me encariñé con algunos consumidores y vendedores. Como crecí en el Upper West Side en Manhattan en la década de 1980, me fui a Hollywood y ahora vivo en un vecindario de Brooklyn, siempre he estado cerca de las drogas y del tráfico. Las drogas están en todas partes y es casi imposible evitarlas.

Perder el control del consumo de drogas tiene un efecto devastador. Algunas personas muy queridas para mí sufrieron daños graves, ya sea con productos legales como el alcohol o con drogas ilegales que te exponen al encarcelamiento y a la adicción.

Los familiares cercanos que estaban en el negocio del tráfico de drogas no eran violentos ni malvados, vendían drogas en circunstancias imperfectas y por necesidad económica. No son la clase de criminales que retratan nuestras políticas. Son miembros de la comunidad, compasivos, pacíficos y considerados, que han tenido una influencia positiva en mí y me han guiado hacia el éxito. Sin ellos, quién sabe en dónde estaría si hubiera corrido su misma suerte.

La realidad es compleja. Por eso, la historia de las drogas en nuestra sociedad es tan atractiva. Nuestros líderes políticos y las fuerzas del orden han construido un paradigma de guerra y miedo. Mientras tanto, el objetivo de la guerra es algo que está cerca, incluso, forma parte de nosotros.

Ya de adulto me mudé a un vecindario de Brooklyn. El contratista que trabajaba en mi casa temía dejar su auto estacionado en la calle. Me preguntó si quería que pusiera protecciones en las ventanas. Me sorprendí al observar con cierto grado de sospecha a unos tipos que estaban en la esquina, probablemente vendiendo drogas.

Sin embargo, lo extraño fue que llegué a conocer a algunos de ellos y son seres humanos con personalidades interesantes, tienen sentimientos y seres queridos. En realidad estos son vendedores de poca monta y no deben estar en prisión.

Cómo ganar dinero vendiendo drogas revela que el negocio está en la aplicación de la ley, en las pruebas de drogas y en las prisiones. Cada año, Estados Unidos gasta más de 51,000 millones de dólares a nivel local, estatal y federal para financiar la guerra contra las drogas . Este dinero se invertiría adecuadamente si existiera una manera efectiva de proteger la salud y la seguridad pública; en su lugar es usado para desmantelar familias, comunidades y para intensificar la violencia, las sobredosis y las enfermedades.

Afortunadamente, el público está cada vez más consciente. La mayoría de los estadounidenses cree que la guerra contra las drogas ha fracasado y apoya reformas como la despenalización de la marihuana , según el Centro de Investigaciones Pew.

También son cada vez más los líderes prominentes de todo el espectro político —entre ellos los presidentes de Colombia, Guatemala, Uruguay y un expresidente de México — y las organizaciones como Drug Policy Alliance que promueven posturas alternas basadas en los derechos humanos y la ciencia.

Quiero dejar en claro que no pretendo idealizar el tráfico de drogas, pero es importante entender que no se gana nada con los estigmas y la satanización. Puede sonar poco convencional, pero si en realidad hemos de abordar el tema de cómo vivir con las drogas —ya sea marihuana, alcohol, cocaína, heroína u otra cosa— y tener la sociedad más sana posible, tenemos que considerar todas las partes del tema.

Nuestra misión es pensar de forma crítica y explorar las alternativas sensatas a las políticas de la guerra contra las drogas que esencialmente han provocado una guerra contra la gente común que no se parece en nada al mítico "Coco".

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Adrian Grenier.

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