OPINIÓN: ¿Hablas en el auto (y con el auto)?, compadécete de tu cerebro...
Nota del editor: Clifford Nass es profesor de la cátedra Thomas M. Storke en la Universidad de Stanford y director del Laboratorio de Comunicación Humana y Medios Interactivos (CHIMe). Escribió los libros The Man Who Lied to his Laptop: What Machines Teach Us About Human Relationships, Wired for Speech y The Media Equation.
(CNN) — El lenguaje oral es algo profundamente humano : el cerebro dedica al habla una porción mayor que a cualquier otra actividad. La gente puede tener un coeficiente intelectual de 50 o un cerebro de un tercio del tamaño normal y tener dificultades para hacer tareas sencillas, pero pueden hablar.
Los humanos están en tal sintonía con las palabras que desde los 18 meses de vida, los niños aprenden entre ocho y diez palabras al día, un ritmo que perdura hasta la adolescencia.
Nos encanta hablar. Cuando dos personas que escuchan se encuentran, hablarán a pesar de contar con otros medios de comunicación como los gestos o los dibujos. Incluso cuando hablan idiomas distintos o provienen de diferentes culturas, tratarán de encontrar palabras y frases en común.
Los bebés de un día de nacidos pueden distinguir el habla de entre otros sonidos y los que tienen cuatro días de nacidos pueden diferenciar su idioma natal de otros. Incluso dentro del vientre, el feto puede reconocer la voz de su madre de entre las demás voces femeninas. Los adultos pueden discernir los sonidos del habla a un ritmo dos veces mayor que cualquier otro sonido gracias a las células especializadas que se encuentran en el oído externo derecho.
De entre todos los animales, solo los humanos tienen el aparato respiratorio y la musculatura necesarios para poder hablar. A pesar de lo que se diga en El planeta de los simios, ningún primate podría hablar como una persona aunque su cerebro creciera. Ni siquiera los ancestros de los humanos, como el hombre de Neanderthal: el habla es algo nuevo y es una habilidad notablemente impresionante.
Por eso, no hay nada más humano que el habla… al menos hasta que llegaron las tecnologías modernas. Gracias a los asombrosos avances en las capacidad de la computadora para entender y producir habla, es común que uses tu teléfono para hacer reservaciones de vuelos, responder preguntas y hacer búsquedas en la web.
Debido a que las computadoras son cada vez más pequeñas y veloces, también es posible hablar directamente con tu automóvil.
Luego de soportar el tono que emite tu auto para informarte que "la puerta está entreabierta", ahora tenemos sistemas de navegación que te pueden decir en dónde comprar un café latte, también interfaces de autos que entienden órdenes orales, incluso permiten que los conductores dicten correos electrónicos, mensajes de texto y hagan llamadas telefónicas .
¿Qué podría ser más sencillo y natural que hablar, incluida la tecnología? Además, parece particularmente deseable poder hablar con los autos. No tenemos que quitar la vista del camino ni las manos del volante para seleccionar botones o hacer elecciones: ¿Por qué no dejar que nuestra boca y nuestros oídos hagan todo el trabajo?
Desafortunadamente, no es tan sencillo ni tan deseable.
Las investigaciones recientes realizadas por David Strayer en la Universidad de Utah para la AAA Foundation for Traffic Safety de EU, demostraron que la nueva tecnología puede ser un distractor tan importante que afecte la capacidad para conducir. Los estudios revelaron que mientras conducimos, nuestra atención se sobrecarga al hablar. Básicamente hace que nuestra mente, si no es que también nuestra vista, se desvíe del camino. Estas son tres razones por las que hablar mientras conduces puede distraerte tanto y no es tan seguro ni eficaz como crees:
Nos gusta imaginar con quién estamos hablando. Cuando hablas con alguien cara a cara, "escuchas labios y ves voces": tu cerebro se concentra automática y fácilmente en la persona.
Cuando hablas por teléfono, usas el poder de tu cerebro para crear una imagen mental de la persona al otro lado: entre menos la conoces, más trabajo mental requieres. Cuando hablas con un auto, usas un teléfono en el auto o dictas un mensaje de texto, tu cerebro tiene que trabajar mucho para imaginarse con quién quieres comunicarte. Cuando piensas tan intensamente, es difícil poner atención en el camino.
Por eso, hablar por celular —con o sin manos libres— es mucho más peligroso que hablar con un pasajero. La necesidad de imaginar desvía la atención de la conducción.
La gente quiere que la entiendan. Aunque nos encanta hablar, hay pocas cosas más frustrantes que alguien que no te escucha. Quien escucha invierte mucha energía en demostrar que lo hace: asiente con la cabeza, dice "ajá", abre sus ojos y cambia de postura. Estamos diseñados para esperar estas señales de atención, pero los autos se niegan a mostrarlas.
Como resultado, los conductores están demasiado preocupados porque el auto los entienda o los escuche y una vez más desvían su atención del camino. Además, la voz del auto no cuenta con la riqueza de señales vocales que indican atención y emoción, lo que demuestra aún más que el auto no entiende.
Nuestros coches no son hablantes nativos. Cuando te encuentras con alguien que no domina tu idioma, tienes que dedicar bastante tiempo a elegir las palabras adecuadas, a evitar las frases coloquiales y a hablar despacio y claro. El habla deja de ser un medio de comunicación fluido y natural en estas circunstancias.
Aunque es notable que los autos pueden entender algo que tomó miles de millones de años de evolución humana, la tasa de reconocimiento promedio de un auto —de entre el 85 y el 95%— lo vuelve un mediocre hablante de una segunda lengua. Como resultado, el lenguaje oral se convierte en una tarea ardua y demandante que le resta atención a la conducción.
A causa de estos problemas, mi laboratorio y otros laboratorios de todo el mundo tratamos de encontrar formas que apoyen al conductor a crear imágenes mentales, para demostrar que el auto quiere entender y facilitar que el auto entienda a un nivel similar o superior que una persona.
Pronto, los autos serán autónomos , así que la gente podrá ignorar el camino y hacer varias cosas para llamar la atención de los demás, justo como lo hacen fuera del auto.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Clifford Nass.