OPINIÓN: A ver, editores de Twitter, ¿cuándo harán algo con los 'trolls'?
Nota del editor: Julia Bell es novelista, poeta y profesora de escritura creativa en Birkbeck, University of London . Es coeditora de "Creative Writing Coursebook" y fundadora y directora de Writer’s Hub. Síguela en Twitter en @juliabell
ADVERTENCIA: Este artículo contiene lenguaje que puede ser considerado ofensivo.
(CNN) — En un episodio de la serie animada de televisión South Park: 'Le Petit Tourrette', uno de sus personajes, Cartman, escucha a un niño con síndrome de Tourrette diciendo groserías. Piensa que es la mejor excusa para poder decir groserías y ser racista sin temor a ser castigado y finge tener el síndrome. Sin embargo, a medida que el episodio avanza, lo que empieza como una graciosa broma para él, se convierte en una reversión Freudiana ya que no puede decir exactamente lo que piensa, lo que lo lleva involuntariamente a revelar que ha tocado el pene de otro niño y que tiene fantasías con una de las niñas de la escuela.
Me parece que la reciente avalancha de trolling (hacer comentarios cínicos, sarcásticos o abusivos en Internet) en Twitter presenta algunas semejanzas con este escenario. Los trolls son como Cartman: hombres (normalmente, aunque no exclusivamente) que utilizan el foro de Twitter (actualmente caótico y no suficientemente moderado) de manera muy parecida a la que Cartman usa el síndrome de Tourrette como permiso para expresar pensamientos prohibidos: "¡puedo decir lo que quiera!" dice Cartman con júbilo. "Tengo carta dorada".
La semana pasada hubo una obsesión verdaderamente desquiciada en el trolling en Twitter que no muestra signos de disminución. Caitlin Moran dice que en un día malo puede recibir hasta 50 tuits por hora que considera violentos o abusivos. Nadie quiere ser el receptor de estos mensajes, pero cualquiera que escriba: "¿Amenazas de violación? No te sientas halagada. Llama a la policía, también los violaremos. PERRA, P**A!", o amenazas de bomba ridículas y un tanto surreales, ciertamente no tiene una vida.
A juzgar por su muro en Twitter, para Caroline Criado-Pérez, recabar todos esos comentarios y buscar su origen se ha convertido en un trabajo de tiempo completo. Reporta y bloquea a las personas que los envían aunque vuelven a surgir en algún lugar convirtiéndose en un juego de tiro al blanco. Pero esto no es sostenible a largo plazo y las personas que adoptan este tipo de comportamiento ciertamente disfrutan la atención. Como podría esperarse, el perfil general del troll es inmaduro o es el de un hombre inmaduro o débil con intenciones misóginas.
Criado-Pérez merece una medalla por enfrentarlos y en especial por poner al descubierto la frase "don't feed the trolls (no alimentes a los trolls)", que ha sido una manera conveniente de permitir que su discurso de odio prolifere. Pero se necesita más que una mecanismo de "reporte de abusos" para evitar que esto siga sucediendo. La naturaleza sostenida de estos ataques es la de temer, y lo es también la respuesta de Twitter. Sí, es un asunto de la policía, pero hay demasiados trolls como para arrestarlos a todos, y ellos lo saben.
Twitter está a la defensiva. Primero, tolerando el comportamiento en aras de la libertad de expresión (¿desde cuándo amenazar a alguien con una violación ha sido expresar una opinión?), y después, tratando el asunto con una timidez que solo puede observarse en Silicon Valley.
El hecho de que les haya llevado tanto tiempo responder es un indicador de su inhabilidad para entender la seriedad de la situación.
Pero el problema para Twitter es que estas personas están en peligro de convertir a la plataforma en el equivalente de un asqueroso centro comercial abatido por el crimen, lleno de tipos dudosos, graffitis obscenos y mobiliario urbano destrozado, y ¿quien quisiera mantener una conversación ahí? Los tecnólogos de la plataforma tienen la responsabilidad de brindar una solución y de comenzar a actuar como los editores que evidentemente son. Han respondido, como lo haría cualquier compañía con malas relaciones públicas, pero está por verse si esto cambiará (incluida la misoginia y graves temas de antisemitismo y racismo).
También existe la percepción de que esto es una reacción en contra de una serie de campañas de alto perfil social llevadas por los medios, que incuyen no solo la campaña de Caroline Criado-Pérez, sino la campaña para suavizar el tono de las revistas de caballeros y deshacerse de la Página 3 (por favor, que sea pronto) y hacer algo sobre la pornografía violenta que circula libremente en internet.
Los llamados trolls, evidentemente, piensan que de alguna manera son graciosos o que están a la moda, son los niños que nunca superaron los chistes de flatulencias, pero al igual que Cartman, se les ha dado licencia para decir lo que sea, y terminan revelando mucho más acerca de sí mismos de lo que querían.
En sus intentos desquiciados de ser graciosos, también exponen un discurso de una misoginia violenta y reactiva en nuestra cultura llena de pronografía, lo que trae a la mente en la famosa declaración de Germaine Greer: "las mujeres tienen muy poca idea de cuánto las odian los hombres". Pues (gracias al acceso a la inconciencia colectiva que es Twitter) ahora lo sabemos. Incluso existe la idea de que algunos de estos hombres operan dentro de un grupo sistemático de manera muy similar a la que lo hacen los pedófilos en línea, ¿pero cuánto tiempo debe pasar antes de que hagan realidad alguna de sus fantasías llenas de odio?
La pregunta más incómoda de contestar es por qué y qué puede hacerse. Mientras las mujeres esperan que Twitter lo haga, el avergonzar a los trolls parece un buen lugar para empezar. Como probó recientemente Mary Beard cuando retuiteó el abuso diciendo: "Discúlpenme por ese tuit tan grosero, pero no me van a aterrorizar". The Mirror reportó que otro usuario de Twitter ofreció enviar a Beard la dirección de la madre del troll, quien entonces se disculpó. También necesitamos elogiar a los hombres que no odian a las mujeres, (siempre he pensado que al comentario de Greer le falta la palabra "algunos").
Chicos, también necesitamos su ayuda aquí. Tal vez alguien debería comenzar una campaña en Twitter.
Las opiniones recogidas en este comentario pertenecen exclusivamente a Julia Bell.