OPINIÓN: Lo bueno, lo malo y lo que falta sobre la reforma hacendaria
Nota del editor: Liliana Ruiz es licenciada en Economía por la Universidad Iberoamericana y maestra en Políticas Públicas por la Universidad de Chicago. Ha trabajado en el Banco Mundial con sede en Washington. Actualmente es investigadora del área de Presupuestos y Políticas públicas del Centro de Análisis e Investigación FUNDAR. Sigue la cuenta de twitter: @FundarMexico
(CNNMéxico) — La propuesta de reforma hacendaria presentada por el gobierno federal no es un tema menor ni sencillo: aumentar impuestos o proponer algunos nuevos nunca ha sido ni será popular. Basta con ver los diversos intentos que en años recientes se han realizado en México para llevar a cabo reformas fiscales y el éxito obtenido en términos de recaudación.
Es verdad que nuestro país recauda poco, de ahí que se necesitan mayores ingresos, pues no hay política pública sin recursos y actualmente el gasto del gobierno es superior a los ingresos.
Lo anterior, aunque no es grave hasta ahora, dista mucho de ser una situación deseable, sobre todo si se da de manera constante y recurrente.
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Las buenas noticias
1) La decisión de no cobrar el IVA a alimentos y medicinas: el IVA es un impuesto regresivo que afecta en mayor medida los ingresos de las personas con menores recursos. Según datos de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP), la desigualdad en México medida por el índice de GINI , una medida de concentración del ingreso, la cual toma valores entre cero y uno, es prácticamente idéntica antes y después de considerar el impacto de la política fiscal (impuestos y transferencias del gasto público) en el ingreso disponible de los hogares.
Lo anterior, refleja que la política fiscal no ha servido como instrumento efectivo para disminuir la desigualdad en el país. Me parece que esto se debe, en gran parte, a la baja calidad del gasto público y la corrupción, pero también a que tenemos un sistema impositivo regresivo. Se ha establecido la idea de que, aunque el IVA es regresivo, quienes resultan afecados por este impuesto pueden ser compensados a través del gasto público.
El IVA en sí mismo no es malo, y en sentido de eficiencia económica menos ; pero en un contexto de gasto público que no contribuye para disminuir la desigualdad, no es la mejor medida. En un mundo ideal (menos corrupto, con menos desviaciones del gasto público y con más igualdad) el IVA funcionaría mejor.
2) Eliminar la consolidación fiscal: este régimen es complicado, incluso para los especialistas que se dedican a estudiarlo y aplicarlo. Se trata, en términos muy simplistas, de una facilitación administrativa para los grandes grupos empresariales, al grado que, por ejemplo, a un grupo que tiene 100 empresas se le permite pagar en conjunto el impuesto de todas las empresas, en lugar de que las 100 empresas paguen cada una en lo individual.
3) Cobrar una tasa de 10% a las ganancias de capital en la Bolsa: si una empresa vende sus acciones en la Bolsa tiene una ganancia de capital.
Actualmente estas transacciones no tienen que pagar impuestos. El principal objetivo de este impuesto es hacer más progresivo el sistema, ya que el 90% de los ingresos por ganancias de capital por venta de acciones en bolsa corresponden al grupo de mayores ingresos (el decil más alto).
El potencial recaudatorio de este impuesto dependerá del volumen de transacciones que se lleven a acabo año con año.
Las malas noticias
1) Según datos de la Secretaría de Hacienda, se espera que con esta reforma hacendaria la recaudación tributaria aumente en 3 puntos del PIB para el año 2018. Es decir, que pasemos de 10% del PIB a 13% (sin incluir ingresos petroleros). Aunque esta cifra no es despreciable, en el contexto de incertidumbre respecto a la reforma, generamos, quizá ingenuamente, expectativas más grandes.
Algunos especialistas habían sugerido que para cumplir con todos los compromisos del Pacto por México se necesitaba al menos aumentar la recaudación entre 7 y 10 puntos del PIB. Así que esperábamos una reforma más ambiciosa , con un efecto recaudatorio aún mayor.
2) Eliminar la exención del IVA la enajenación de casa habitación y los intereses de créditos hipotecarios. A reserva de no contar con un análisis de incidencia que aclare sobre quién recae mayormente el peso de esta carga tributaria, en principio no distingue entre ingresos medios e ingresos muy altos.
Esta medida afecta más a los ingresos medios pues para estos hogares el peso de los intereses hipotecarios representa una carga mayor que para un hogar con ingresos más altos. En suma, afecta a contribuyentes ya cautivos, que si bien no son hogares de bajos recursos tampoco son los más privilegiados de la población.
3) De acuerdo con cifras tanto de la OCDE como de la CEPAL, México recauda poco en lo que se refiere al ISR a personas físicas. En este sentido, aunque aumentar la tasa de ISR del 30% al 32% es un avance, queda claro que no es lo mismo ganar 40,000 pesos al mes que tener un ingreso superior a ese, el cual debería estar sujeto a una tasa mayor de ISR.
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¿Qué sigue?
La parte técnica de la propuesta original del Ejecutivo ya fue presentada, pero falta todavía la parte política. Forzosamente, la reforma implica ganadores y perdedores (y hay que decirlo, a nadie le gusta perder). Algunos grupos cuentan con más capacidades de cabildeo y negociación que otros.
La discusión en el Congreso incluirá el desfile de grupos con intereses al respecto y afectará los resultados finales de la propuesta de reforma.
El asunto no puede pasar del mes de octubre, ya que para esos momentos se debe tener aprobada la ley de ingresos por ambas cámaras. Lo que podemos prever es que lo que resta de septiembre y octubre serán intensos.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Liliana Ruiz.