OPINIÓN: Las protestas en la calle, ¿obstruirán la aprobación de reformas?
Nota del editor: Sabino Bastidas Colinas es consultor y analista político, también es director de Pensar Diferente Consultores. Síguelo en su cuenta de Twitter: @sabinobastidas
(EXPANSIÓN) — La política sirve para procesar el conflicto entre los miembros de una comunidad. En la medida en que una sociedad se vuelve más sofisticada, más civilizada y más desarrollada, los mecanismos pacíficos tienden a prevalecer por encima de los violentos para dirimir las controversias y tomar decisiones colectivas.
Los mexicanos hacemos política y procesamos el conflicto en un sistema constitucional democrático. ¿Pueden las protestas en la calle obstruir las reformas del presidente Enrique Peña Nieto en el Congreso?
Evidentemente, tenemos antecedentes históricos y de política comparada en los dos sentidos.
Martin Luther King tomó las calles en Estados Unidos para promover el cambio de los derechos y las libertades de las personas de color a finales de la década de 1950 y su movimiento fue claramente exitoso. En contraste, varios líderes obreros marcharon en Gran Bretaña en la década de 1980 contra las políticas de flexibilidad laboral y privatización de Margaret Tatcher, y su movimiento fracasó.
La movilización, la protesta y el disenso son parte esencial de las democracias. Pero también lo son: el Parlamento, la representación popular de los legisladores, las mayorías parlamentarias, las elecciones y los procesos que le dan legitimidad, orden y sustento a esas instituciones. Las dos partes son bienes y valores indispensables. Puestos a competir, entramos en uno de los debates y dilemas éticos más interesantes de la ciencia política.
Lo que es claro, es que al final la democracia es una forma de gobierno. Es decir, una forma de tomar decisiones. De optar. De ejercer el poder.
Al tomar decisiones seguramente no todos estarán (o estaremos) de acuerdo, pero todos nos vemos obligados a respetar la decisión imperfecta de la mayoría.
Las mejores democracias logran que la mayoría no lastime a las minorías. Pero también en las mejores democracias del mundo, los Estados al final deciden y aplican la voluntad mayoritaria.
La democracia mexicana debe servir para procesar la decisión del modelo petrolero que queremos para el futuro. Todos conocemos el diagnóstico: más de un tercio de las finanzas gubernamentales dependen del petróleo. Es evidente la caída de la producción y la consecuente disminución de los ingresos fiscales.
México tiene en el horizonte su propia versión del Fiscal Cliff (Precipicio fiscal). ¿Será precipicio o pendiente? ¿Puede paliarse o postergarse? Es un hecho que derivado de la crisis petrolera tenemos en ciernes un problema mayor de finanzas públicas y necesitamos tomar decisiones hacendarias y petroleras.
México ya no puede postergarlas. El presidente Peña planteó una reforma. Están muy claras las visiones y los proyectos. Es obvio que la izquierda es la parte más conservadora, y es previsible, después de conocer el proyecto de Cárdenas y del PRD, que no votará la reforma que necesitamos.
El Presidente está en condiciones de construir una mayoría que permita aprobar la reforma. Habrá una minoría que votará en contra. Y un segmento de la izquierda saldrá a protestar a la calle. A partir de ese momento se abren dos caminos: ¿la calle o el Congreso? ¿La autoridad de una democracia representativa o el asambleísmo de una movilización callejera?
La democracia que hemos construido en los últimos años nos obliga a optar por la ruta de la institucionalidad, de la representación y del Congreso. Asumamos que las movilizaciones existirán. Será necesario respetarlas y considerar las ideas y las voces que representan. Pero al final, el Congreso no puede perder ante la calle. Los mexicanos nos jugamos no solamente el modelo petrolero, sino la viabilidad, consolidación, madurez y eficacia institucional de nuestra democracia. Si la calle obstruye al Congreso, veremos fracasar buena parte de nuestro avance democrático.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Sabino Bastidas Colinas.
Este artículo de opinión fue originalmente publicado en la edición de la segunda quincena de septiembre de 2013 de la revista Expansión , que es parte de Grupo Expansión, una empresa de Time Inc. La firma edita en México 17 revistas y 11 sitios de internet, entre ellos CNNMéxico.com.