OPINIÓN: La poligamia, ¿llegó el momento de hablar sobre legalizarla?
Nota del editor: Mark Goldfeder es socio sénior del Centro para el Estudio de la Ley y la Religión en la Universidad Emory, es catedrático sénior en la Escuela de Derecho Emory y profesor adjunto de Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Georgia.
(CNN) —La poligamia está de vuelta en los encabezados.
La semana pasada, un juez federal de Utah, en Estados Unidos, falló en contra la ley antipoligamia del estado al determinar que es inconstitucional, aunque sigue en pie la prohibición a contar con más de una licencia de matrimonio a la vez. Los fans de las estrellas del reality show de la televisión estadounidense, Sister Wives, presentaron la demanda y están felices con la noticia.
Del otro lado del espectro, la televisora estadounidense TLC estrenó la serie documental Breaking the Faith, en la que relata la oscura historia de las mujeres y los niños que tratan de escapar de esta tradición.
En otra demanda que presentó el Departamento de Justicia afirman que los polígamos tienen secretamente el poder en los ayuntamientos de Utah y Arizona y manipulan el proceso político tras bambalinas. En Texas, la oficina del Fiscal está a punto de incautar un enorme rancho donde se practica la poligamia.
En todo el país, los ciudadanos indignados piden al gobierno que cumpla sus propias leyes y que combata la poligamia.
Por otro lado, las celebridades como el cantante Akon y varios medios noticiosos animan a la gente de todas las edades a reconsiderar la poligamia .
Lo que revelan estas posturas opuestas sobre el tema en EU es que aunque en teoría podría existir una versión de poligamia sin defectos y bien definida, en la práctica no existe y lo que ocurre en Utah, Arizona y Texas es una situación peligrosa, no regulada y dañina en la que los fuertes acechan a los débiles e indefensos.
Ha llegado la hora de enfrentar esta discrepancia. Cuando la Suprema Corte de Estados Unidos invalidó la Ley Federal para la Defensa del Matrimonio (DOMA, por sus siglas en inglés)— tras el caso "EU contra Windsor", en junio— y abrió la puerta al reconocimiento federal del matrimonio entre personas del mismo sexo, también puso en escena la discusión sobre la poligamia.
La DOMA definió el matrimonio como "la unión legal entre un hombre y una mujer como marido y esposa". Aunque la DOMA prohibía evidentemente el matrimonio homosexual (al exigir que la unión marital se componga de un hombre y una mujer), también adoptó la prohibición a la poligamia al requerir que la unión se dé entre solo un hombre y una mujer.
Incluso antes del caso Windsor, la Suprema Corte había declarado que la legislación basada en la moral era inválida, lo que renovó el interés por la poligamia. Sin embargo, al determinar que las definiciones de la DOMA eran constitucionalmente restrictivas, la corte también invalidó —tal vez sin quererlo— la limitación numérica al matrimonio a nivel federal y reabrió de inmediato la posibilidad de que exista la poligamia a nivel estatal. Los activistas tomaron nota y han redoblado sus esfuerzos.
A pesar de la solidez de cualquier argumento legal y de las voces de unos cuantos, la poligamia todavía es un delito y la opinión pública respalda firmemente la prohibición.
Algunos estudios muestran que tiende a crear relaciones abusivas que son la antítesis de los valores familiares. Las esposas que pierden el favor del esposo son ignoradas y reemplazadas con rivales que usualmente son más jóvenes; las dejan a su suerte junto con sus hijos, con cada vez menos recursos y apoyo, ya que los maridos emocionalmente distantes las explotan.
Quienes están a favor dicen que los daños no son inherentes a la tradición, no apoyan las relaciones con menores de edad o forzadas. Nos desafían a combatir los abusos en general que no respetan el modelo marital.
La poligamia tal vez no sea mala en sí, por lo que necesitamos debates con objetivos claros. Sin embargo, a diferencia del matrimonio tradicional, nunca ha sido regulada eficazmente por lo que la gente ha sufrido, especialmente las mujeres y los niños.
La belleza verdadera del fallo emitido a mediados de este año es que no solo abre la puerta a la poligamia, sino que estableció un marco.
Las relaciones homosexuales que fueron despenalizadas en casos anteriores finalmente recibieron reconocimiento legal gracias al caso Windsor. Si cambia el status quo —si como país decidimos que la poligamia no puede o no debe ser ilegal—, entonces será la respuesta correcta y necesaria para aplacar los temores del público.
Por otro lado podría dificultar el proceso de detectar los abusos. Sin embargo, al seguir el ejemplo del caso Windsor y permitir que estas relaciones sean reconocidas podría sacarlas de la clandestinidad.
Y así permitir que las autoridades combatan los abusos, una autoridad civil independiente —un secretario del ayuntamiento o un juez de paz— podría manifiestar sus inquietudes, incluso negar la autorización de un matrimonio inadecuado. Ayudaría a los fiscales a superar los obstáculos para presentar pruebas en los juicios de los delitos relacionados. A diferencia de la despenalización, la legalización y la regulación de la poligamia abordarían totalmente las inquietudes sobre las políticas.
Las leyes basadas en la moral fueron declaradas inconstitucionales a raíz del caso "Lawrence contra Texas" de 2003, por lo que no podemos seguir ignorando a los polígamos que claman por la aceptación. Sin embargo, la solución política práctica —conceder derechos a esas relaciones que estaban prohibidas y acompañar a esos derechos con deberes y responsabilidades que se supervisarán— se encontró apenas a mediados de este año.
Actualmente no existe una versión bien definida de la poligamia estadounidense, aunque gracias al caso Windsor tal vez podamos desarrollarla.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Mark Goldfeder.