OPINIÓN: Angélica Rivera suma amor... y fama, al presidente Peña Nieto
Nota del editor: Alejandro Brofft es periodista especializado en moda e imagen pública. Tiene estudios por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Marangoni, de Milán, Italia, y del Central Saint Martins, de Londres, Inglaterra. Actualmente imparte clases en CENTRO (escuela de diseño, cine y televisión) y es conductor de Metrópoli 21, el noticiero matutino del canal Capital 21. Síguelo en su cuenta de Twitter: @AlejandroBrofft
(CNNMéxico) — Contrario a como lo hizo la mayoría de sus 32 homólogos, Enrique Peña Nieto, presidente de México, viajó hace dos semanas a La Habana, Cuba, acompañado de Angélica Rivera, su esposa, para participar en la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Cela).
Como recuerdo de aquel momento, ella lució durante varios días como foto de portada de su página oficial Facebook, una imagen que retrata el recibimiento que les dieron. En la imagen aparecía sonriente, caminando tomada del brazo de su esposo .
Su estampa, en la que destaca una falda blanca decorada con motivos de flores negras, combinada con una blusa camisera de mangas transparentes, resulta impoluta.
Rivera, junto con algunas de las demás primeras damas presentes, cumplió con una agenda colateral de actividades. El martes 28 de enero, las consortes fueron invitadas a conocer el Centro de Inmunoensayo y la zona colonial de la ciudad.
El recorrido, guiado por el historiador local Eusebio Leal, resultó distinto a lo estipulado. No fue la belleza de los palacios, plazas y calles de la isla la que sorprendió tanto a las visitantes como a sus anfitriones, sino el interés que despertó la presencia de la actriz.
"¡Gaviota, Gaviota!", le gritaban a la que fuera protagonista de la telenovela Destilando amor (2007). Según refieren las crónicas periodísticas, tanto cubanos como turistas la reconocieron. Ella no solo respondió a los saludos y las aclamaciones, sino que accedió a detenerse para tomarse fotografías y platicar con algunos de sus admiradores.
No es producto de la casualidad que los seguidores de Angélica Rivera hayan podido acercársele. Así fue porque ni ella, ni el personal de seguridad e inteligencia que la acompaña, decidieron solicitar un dispositivo especial que lo impidiera.
Probablemente los organizadores nunca imaginaron el revuelo que se generaría, pero, forzosamente, ella y su equipo sí lo tenían presente. La fama, incluso a nivel mundial, la ha acompañado durante los últimos 27 años de su vida.
No es la primera vez que 'roba cámara' fuera del país. Antes de que Enrique Peña Nieto asumiera el poder, el diario alemán Bild ya la llamaba "la primera dama más bella del mundo".
Su físico y personalidad han sido elogiados durante las visitas que la pareja ha hecho a países con culturas tan distantes y distintas como las de Francia y Japón.
Hay quienes se preguntan si resulta conveniente o no que la esposa del jefe del Estado mexicano sea reconocida de esta manera. No encuentro ningún argumento válido que sustente una respuesta negativa.
Muchos critican que Rivera sea actriz. Resulta difícil entender por qué en México el oficio es tan estigmatizado. Se trata de uno tan digno como cualquier otro. Las únicas diferencias con otros podrían ser la fama y la exposición mediática.
No es, además, la primera casada con un mandatario. Hay inclusive una expresión que reza: "Los políticos las prefieren famosas". Basta recordar a Eva Perón, Nancy Reagan y Carla Bruni. En los tres casos, ellas se convirtieron en capitales políticos de sus maridos.
En particular, ¿por qué resulta benéfico que a Angélica Rivera la reconozcan, se le acerquen y le den muestras de afecto y admiración? Quienes lo hacen, guardan una buena imagen de ella; generalmente, por su persona o trabajo. Quizás les guste, les caiga bien, la admiren o se sientan identificados con alguno de sus personajes. Sea cual sea la razón, se trata de reacciones positivas.
Como su compañera, al Presidente y su investidura les concede algo de esos sentimientos. Bajo esta lógica, Enrique Peña Nieto se ve mejor junto a ella. "Hacen bonita pareja", dicen algunos. Pero, más que esto, a su lado, él resulta más carismático, alegre, cercano y natural; valores que no necesariamente le pertenecen de suyo.
Ante casos como éste, el riesgo es que quien es dueño de la celebridad termine por opacar a su pareja. Esta situación no es poco frecuente pues se trata de personas acostumbradas a la notoriedad y para quienes el segundo plano puede resultar demoledor.
Empero, la primera dama ha sido muy cuidadosa con el manejo de sí misma. Ha sabido siempre sumarle a la figura del Presidente, nunca restarle. Por ello, aparece donde debe estar, habla lo que debe decir y se desenvuelve como debe comportarse, sin que esto signifique que ocupe una función meramente decorativa.
En distintos momentos ha demostrado ser una mujer inteligente y sensible a los problemas del país.
A pesar de su retiro de los escenarios, del escrutinio desmedido bajo el que vive y del riguroso protocolo al que está sometida, Angélica Rivera sigue siendo la misma. No ha dejado de sonreír cuando la reconocen, aún responde al grito de "¡Gaviota!", sigue sin negar una fotografía y no deja de agradecer las muestras de cariño.
¿Habrá quién pueda no sentir simpatía ante esto?.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Alejandro Brofft.