OPINIÓN: ¡Cuidado!, bajar demasiado de peso también puede ser malo
Nota del editor: S.E. Cupp es una de las conductoras del nuevo programa Crossfire, que se transmite por CNN. También escribió el libro Losing Our Religion: The Liberal Media's Attack on Christianity y colaboró en el libro Why You're Wrong About the Right; es columnista en el sitio New York Daily News y analista política en el programa The Glaze de Glenn Beck.
(CNN) — Este año, en la temporada 15 del programa de televisión de la NBC, The Biggest Loser, Rachel Frederickson hizo exactamente lo que los productores, los entrenadores de celebridades y el público le pidieron: fue la que más peso bajó . Bajó tanto, que muchas personas decidieron que su delgadez no es saludable. Dejó boquiabiertos a todos durante el pesaje final. Las redes sociales explotaron. Mide 1.65 metros y pesa 48 kilos, su índice de masa corporal está por debajo de lo que los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos consideran sano.
No especularé acerca de su salud. Eso lo debe determinar un médico y espero que consulte regularmente a alguno. Dice que "nunca se había sentido tan bien".
Creo que sé exactamente cómo se siente Rachel en este momento. En una palabra: intoxicada. También sé por experiencia que la intoxicación puede ser muy peligrosa.
Mientras crecía practiqué ballet clásico y pasé por toda clase de trastornos de la alimentación. Experimenté con la bulimia, el ayuno, los laxantes y las píldoras para bajar de peso. Las bailarinas conocían muchos trucos terribles. Comíamos zanahorias y nos guiábamos por el color anaranjado brillante para saber cuándo dejar de vomitar antes de perder todos los nutrientes que necesitábamos para bailar. Comíamos pañuelos de papel para sentirnos satisfechas. Éramos adictas a la cafeína, algunas incluso la inhalaban. Muchas fumaban y consumían algunas drogas.
Nuestros hábitos poco sanos en el Ballet de Boston provocaron incluso una investigación del programa de televisión Dateline, en 1997, cuando una amiga y colega murió repentinamente a los 22 años. Pesaba 42 kilos.
Esto no solo indicaba que tenía hábitos muy malos, sino que como era una adolescente impresionable, insegura e inmadura , las inconformidades con mi cuerpo se arraigaron en el peor momento posible y cuando estaba menos preparada para lidiar con ellas.
Pasé mis años de adolescencia obsesionada irracionalmente con estar demasiado gorda. Pasé por la depresión. Tuve pensamientos suicidas y me sometí a terapia.
Cuando finalmente dejé el ballet, encontré alivio en la normalidad de la universidad. Ese alivio se transformó en emoción cuando descubrí que mis amigos —y novios— pensaban que era grandiosa, incluso sin tener que matarme de hambre. Esa emoción se volvió empoderamiento cuando descubrí que ser escritora me emocionaba y no importaba mi apariencia. Dejé atrás las inconformidades con mi cuerpo. Sabía quién era.
Irónicamente, toda esa autoestima desencadenó en una reducción de peso inesperada. De repente bajé cuatro, seis, diez kilos sin esfuerzo. Estaba alimentándome sanamente, me ejercitaba ocasionalmente y disfrutaba tener veinte años. Nunca había estado más feliz. Y entonces, ocurrió.
Los cumplidos, la atención, la expresión de los amigos que no me habían visto en algunos meses, todo fue euforia. El ver la cifra retroceder en la báscula, ver cómo las tallas se achicaban, cuando era adolescente había perseguido tanto esa sensación y finalmente estaba ocurriendo. Conforme los cumplidos se transformaron en preocupación me decidí aún más a aferrarme a esa euforia, a no subir de peso y tal vez a bajar unos cuantos kilos más.
Me desanimaba que alguien no mencionara que había bajado de peso. Mis ejercicios ocasionales se transformaron en una rutina compulsiva. Dejé de comer sano y empecé a no comer. En vez de salir con mis amigos, prefería quedarme para tener privacidad para no comer.
No había intentado bajar de peso, ni siquiera creía que me hiciera falta. Pero cuando ocurrió sin darme cuenta, la euforia fue tan adictiva que no quería que acabara.
La buena noticia es que ahora era mayor, más sabia y había estado inconforme con mi cuerpo antes, así que sabía que no quería hundirme de nuevo en una vida oscura y compulsiva controlada totalmente por mi peso.
Decidí nunca recaer en esas adicciones, sin importar lo bien que se sintiera. Detuve las rutinas febriles de ejercicio. Volví a comer normalmente. Vi a mis amigos de nuevo.
Años después, decido a diario encontrar el equilibrio entre comer sano y obsesionarme. Si debo decidir entre pesar cinco kilos más o cinco kilos menos, elijo pesar más.
No ha sido fácil. Ahora trabajo en la televisión y la presión de lucir bien y mantenerme delgada es inmensa. Simplemente no le pongo atención.
Me casé hace poco y a diferencia de muchas mujeres que se preparan para caminar hacia el altar, me negué a embarcarme en alguna dieta extrema para lucir muy delgada con un corsé, aunque la tentación estaba presente.
Estoy segura de que cuando tenga hijos, me preocuparé por bajar el peso del embarazo al igual que todas las madres recientes. Pero haré todo lo posible por obsesionarme con mi bebé y no con esos tercos kilos de más.
Apostaré a que Rachel Frederikson puede identificarse con gran parte de mi historia. Apuesto a que cuando pesaba más era infeliz e incluso estaba deprimida. Apuesto a que nunca pensó que podía lucir como ella quería. Apuesto a que imaginaba cómo sería estar delgada.
Apuesto a que ahora está intoxicada con la atención que ha recibido al bajar tanto de peso, intoxicada con la emoción de bajar otro kilo, con la descarga de energía que siente al hacer ejercicio. Apuesto a que ha jurado nunca volver a subir de peso, nunca volver a ser como era.
Solo espero que además de bajar de peso y de las técnicas de ejercicio, los entrenadores y los médicos del programa la hayan preparado para lidiar con los comportamientos adictivos que pueden surgir tras lograr estar en forma. Espero que le hayan advertido de la angustia que puede ser tan sombría como la que sintió cuando pesaba más y que puede ser aún más peligrosa. Espero que le hayan dicho que, a pesar de la emoción de haber sido la que más bajó de peso, no será una perdedora si recupera algunos kilos.
Estoy orgullosa de Rachel por querer estar sana. Espero que le encante quién es. Pero el año siguiente será importante y potencialmente peligroso para ella, en el que las conductas adictivas acecharán en cada rincón. Espero que sea lo suficientemente fuerte para sortearlos.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a S. E. Cupp.