OPINIÓN: Obama debe acabar con las deportaciones "desenfrenadas"
Nota del editor: Sally Kohn es comentarista de política para CNN, activista progresista y columnista. Síguela en Twitter: @sallykohn .
(CNN) — Durante la presidencia de Barack Obama, Estados Unidos ha deportado a unos 400,000 inmigrantes indocumentados cada año. Eso significa en promedio 1,100 personas —que tienen padres e hijos— al día.
Se trata de personas que están en Estados Unidos porque los empresarios los atraen —y dependen de ellos— para que hagan los trabajos de escasa capacitación que los estadounidenses no quieren hacer. Son gente que ha ido a Estados Unidos, igual que lo hicieron las generaciones anteriores a ellos, para alimentar a su familia y alcanzar un sueño y los estamos echando. Todos los días, por montones.
Este fin de semana, miles de inmigrantes indocumentados y sus aliados salieron a las calles de Washington y otras comunidades de todo Estados Unidos para exigir al presidente Obama que detenga las deportaciones desenfrenadas e irresponsables en Estados Unidos . "Ni uno más", coreaban los manifestantes.
Literalmente hay más de 11 millones de razones para detener las deportaciones en Estados Unidos: todos los días 11 millones de inmigrantes indocumentados están en riesgo de que los deporten. También se ocasiona un daño colateral a sus familiares ciudadanos que no quieren que su vida quede destrozada y a sus compañeros de trabajo, patrones y otros miembros de las comunidades.
Entonces, ¿cuáles son las razones para no detener la enorme y exagerada tasa de deportaciones? Básicamente son tres:
Primero, los activistas antiinmigrantes insisten en que la gente a la que se deporta son delincuentes peligrosos y que se los debe deportar más rápido y en cantidades mayores. No obstante, el diario The New York Times publicó el lunes un análisis de los registros del gobierno en el que se revela que de los casi dos millones de personas que se han deportado desde que Obama asumió la presidencia, dos terceras partes no tenían antecedentes penales de ninguna clase o habían cometido faltas menores, tales como infracciones de tránsito.
Claro está que técnicamente cualquier persona que esté en Estados Unidos sin un permiso oficial ha violado la ley. Pero no exageremos la realidad. Técnicamente, cualquier persona que haya rebasado el límite de velocidad al conducir o que haya cometido faltas como peatón también ha violado la ley. Muchos de los inmigrantes indocumentados que están en Estados Unidos llegaron originalmente con visas autorizadas de trabajo o turismo y simplemente se quedaron en el país después de que sus documentos expiraron.
Los activistas antiinmigrantes insisten en que este es el gran "delito" que los inmigrantes indocumentados han cometido y afirman que la gente debería "hacer fila".
Pero la fila tiene defectos. Hace décadas, era más fácil que quienes anhelaban ser estadounidenses obtuvieran permisos de residencia o visas para sus familiares: Estados Unidos dejaba entrar a más personas y daban facilidades a los inmigrantes que ya estaban en el país para que llevaran a su familia. Hoy, esas "filas" son más largas y es más difícil cumplir los requisitos. Sin embargo, no cede la necesidad económica de inmigrantes, sin mencionar el imperativo cultural estadounidense de inclusión y diversidad. Nuestras políticas simplemente no han seguido el paso.
El segundo argumento en contra del cese a las deportaciones es táctico: la Casa Blanca ha argumentado que necesita demostrar firmeza en la aplicación de las leyes inmigratorias para aumentar su peso en la implementación de una reforma integral. Aunque durante la presidencia de Obama se han deportado más inmigrantes que bajo el mandato de cualquier otro presidente, muchos republicanos siguen afirmando que no es suficiente y retiraron su apoyo a la reforma inmigratoria bajo el argumento de que no podían confiar en que Obama implementará cualquier ley que se apruebe.
Si la cifra récord de deportaciones de inmigrantes indocumentados que cometieron las infracciones más insignificantes no ha sido suficiente para convencer a los republicanos de negociar, tal vez ahora la Casa Blanca se dé cuenta finalmente de que su rendición autodestructiva no provocará que los republicanos se comporten racionalmente.
Los republicanos de hoy parecen estar permanentemente dispuestos a alienar a los votantes latinos que cada vez son más importantes —e incluso a los intereses de las grandes empresas que respaldan la reforma inmigratoria— con tal de seguir apaciguando a su base de votantes leales pero en decadencia: ancianos, blancos y de ideologías socialmente cerradas.
El argumento final en contra del cese a las deportaciones es que Obama no tiene la autoridad legal para hacerlo. Pero la tiene.
Todo el mundo, desde los principales jurisconsultos constitucionalistas hasta la junta editorial del New York Times coincide en que el presidente tiene facultades para determinar cómo se da prioridad y se despliegan los recursos para garantizar la aplicación de las leyes inmigratorias. El presidente Obama ya ha usado su autoridad ejecutiva para exentar temporalmente de la deportación a los inmigrantes indocumentados a los que sus padres llevaron a Estados Unidos cuando eran pequeños, los llamados DREAMers que crecieron en Estados Unidos y no obstante no pueden encontrar su lugar, legalmente hablando, en el único país al que consideran su hogar.
Lo que Obama hizo por los DREAMers es maravilloso; ahora, muchos de esos chicos pueden recibir subsidios estatales a las colegiaturas o préstamos federales para pagar la universidad y conseguir buenos empleos como maestros e ingenieros, cosa que el país necesita . Pero el solo usar su autoridad para otorgar facilidades a los inmigrantes más atractivos reflejaría la típica aversión al riesgo político que ha caracterizado al 44º presidente de Estados Unidos.
La Casa Blanca ha señalado que recurre a su arbitrio ejecutivo para deportar solo a aquellos inmigrantes que tengan antecedentes penales graves. Como reportó el New York Times, esto simplemente no es cierto. De los casi dos millones de inmigrantes que el gobierno de Obama ha deportado —hito que alcanzaremos cualquier día de estos— se deportó al menos a un millón 600,000 por faltas menores, tales como infracciones de tránsito.
En otras palabras, es abrumador que no se esté expulsando del país a los delincuentes violentos, sino a las madres, padres y esforzados aspirantes a ser estadounidenses que se hicieron acreedores a una multa de tránsito y a quienes ahora separan de su familia. La Casa Blanca podría redistribuir legítima y prudentemente esos recursos para investigar homicidios no resueltos o agresiones sexuales o para evitar el terrorismo y los tiroteos masivos.
Los argumentos en contra del cese a las deportaciones son débiles en el mejor de los casos y cada día se debilitan más. Estados Unidos necesita una reforma inmigratoria integral para reparar finalmente el sistema inmigratorio deficiente y crear una vía a la ciudadanía para los estadounidenses indocumentados . Sin embargo, hasta que los republicanos se muestren dispuestos a hacer lo correcto para los inmigrantes, la economía y los valores de la nación, el presidente Obama puede y debe detener las deportaciones excesivas que se ejecutan bajo su supervisión. Ni uno más.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Sally Kohn