OPINIÓN: ¿Qué tiene de importante el Festival de Cannes?
Nota del editor: Agnes Poirier es una periodista francesa y analista de política que vive en Londres; contribuye regularmente con periódicos, revistas y programas de televisión en Reino Unido, Estados Unidos, Francia e Italia. También es crítica de cine y asesora independiente sobre cintas británicas en el Festival de Cine de Cannes. Síguela en Twitter: @AgnesCPoirier .
(CNN) — El Festival de Cine de Cannes, que comenzó el miércoles en la Riviera Francesa, es el equivalente a las Olimpiadas para el cine; la resistencia importa tanto como la victoria para los 30,000 miembros del sector que asisten cada año.
El festival se concibió a finales de la década de 1930 como reacción ante el dictador italiano Benito Mussolini, quien promovía cintas fascistas italianas y nacionalsocialistas alemanas en el Festival de Cine de Venecia. Su primera edición, que se había programado para septiembre de 1939, tuvo que posponerse hasta 1946 por la guerra, pero su ideal seguía siendo el mismo: proyectar cintas de todo el mundo sin prejuicios de ningún tipo.
Sin embargo, Cannes navega entre otros eventos de primera categoría en el atestado itinerario del mundo del cine: los festivales de Toronto (y de Venecia) son el trampolín otoñal para la temporada de premios del año siguiente, mientras que el de Sundance está a la vanguardia del cine independiente y de los nuevos talentos. Por otra parte, muchas personas consideran que los Oscar son el máximo honor del mundo del cine.
Cannes sigue considerándose como el rey de los eventos cinematográficos de todo el mundo, pero ¿sigue siendo relevante?
El festival, que celebra este año su 67ª edición, se distingue —y para muchos sobresale— del resto.
Esto proviene en parte de su ambición inicial, como la describió el primer presidente del festival, Jean Cocteau: "el Festival de Cine de Cannes es una tierra de nadie apolítica, un microcosmos que muestra cómo sería el mundo si la gente pudiera entrar en contacto directo con los demás y hablaran el mismo idioma".
Cannes es para el cine lo que el lema liberté, égalité, fraternité (libertad, igualdad, fraternidad) es para Francia: una aspiración, un ideal, un foro incluyente para todos los talentos —nuevos y viejos— procedentes de todas partes del mundo y cuya motivación es un amor en común: las películas. Sin prejuicios.
En sus primeros años, Cannes no era más que un evento social en el que las estrellas se codeaban en la alfombra roja. Todos sonreían para las cámaras y todos regresaban a casa contentos ya que casi todas las cintas recibían alguna clase de premio.
Luego Cannes elevó sus parámetros. Primero, en 1951, llegó la Palma de Oro, el premio máximo que rivaliza con los Oscar como el premio más prestigioso de la industria cinematográfica. En 1972, el festival declaró su independencia al establecer su propio comité de selección. Antes, cada país elegía las cintas que los representarían en Cannes, como sigue ocurriendo con la categoría de mejor película extranjera en los Oscar.
La selección de competidoras se volvió más minuciosa, se redujo la cantidad de premios… y el éxito en el festival se volvió más escurridizo.
Pero el glamur que Cannes tuvo en las décadas de 1950 y 1960 persiste y su reputación de ser un festival apasionado y controvertido ha crecido. El mundo del entretenimiento es famoso por controlar a sus talentos a menudo rebeldes; las agencias de relaciones públicas funcionan como máquinas de guerra y la publicidad es asunto de vida o muerte en la taquilla.
En contraste, Cannes es un sitio único para dar rienda suelta a la imaginación y a la rebeldía. La mezcla de glamur y arte, de frivolidad y seriedad, hacen de Cannes un templo del cine incomparable.
Cannes es el lugar en el que los directores hacen berrinches y les dicen claramente a los críticos que se vayan al diablo. Es el lugar en donde el público puede abuchear al ganador de la Palma de Oro, como ocurrió con el cineasta Maurice Pialat en 1987, cuando ganó el ansiado premio por la cinta Under the Sun of Satan; donde un talento como el heterodoxo danés Lars Von Trier puede manifestar su simpatía por Adolf Hitler en una conferencia de prensa, disculparse y luego quedar expulsado del festival (más tarde se retractó de haberse disculpado).
También es un evento que se ha adaptado a los tiempos. En 1968, mientras los estudiantes se manifestaban y levantaban barricadas en París, los enfantes terribles de la Nueva Ola Francesa —entre ellos François Truffaut y Jean-Luc Godard— cancelaron la ceremonia de premiación y transformaron el festival en un mercado enorme.
En 2004, la cinta Fahrenheit 9/11 de Michael Moore —que critica la política exterior de Estados Unidos— se volvió el primer documental en ganar la Palma de Oro en un festival en cuyo jurado había más estadounidenses que franceses.
Para los directores y los actores, el éxito en Cannes es el premio Nobel que ansían en secreto. Para los más o menos 2,500 críticos de cine —quienes durante 12 días ven la primera cinta a las ocho de la mañana y la última poco después de la media noche— es el momento más frenético y satisfactorio, en el que ven por primera vez las obras maestras y los talentos hablan sin restricciones.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Agnes Poirier