OPINIÓN: Una guerra de hace 100 años afecta tu vida en la actualidad
Nota del editor: Este es el tercer artículo de una serie sobre el legado de la Primera Guerra Mundial que se publicará en CNN Opinión durante las semanas previas al 100º aniversario del estallido de la guerra en agosto. Ruth Ben-Ghiat es editora invitada en esta serie; es profesora de Historia y Estudios Italianos en la Universidad de Nueva York. Es especialista en la historia estadounidense e italiana del siglo XX y escribe y da conferencias sobre las guerras mundiales, las dictaduras y los imperios. Publicará el libro Italian Fascism's Empire Cinema en enero de 2015.
(CNN) — La Primera Guerra Mundial empezó hace 100 años, pero para muchos de nosotros bien podrían haber pasado 1,000.
La conocemos (si es que en verdad la conocemos) como un capítulo difuso en la Historia que nos enseñan en la preparatoria, como escenas de una película vieja en blanco y negro en la que los soldados atrincherados combaten contra los alemanes que llevan cascos puntiagudos. Fue muy real para más de 65 millones de hombres de unos 30 países que se vieron envueltos en una masacre nunca antes vista.
Cada uno de esos soldados está muerto y muchos de nosotros no entendemos la causa por la que luchaban. No obstante, esta guerra para acabar con todas las guerras no es un evento remoto. De hecho, la Primera Guerra Mundial cambió el mundo para siempre y sus efectos se siguen sintiendo a nuestro alrededor.
Para empezar, reescribió la historia al nivel más alto: los imperios cayeron y surgieron de sus cenizas nuevos países como Austria, Hungría, Yugoslavia y Polonia. Los líderes de los entonces poderosos imperios francés y británico aprovecharon el conflicto para volver a trazar las fronteras, con lo que prepararon el terreno para los conflictos futuros que perduran en la actualidad, en Medio Oriente por ejemplo.
Pero hay mucho más. La Primera Guerra Mundial, el primer conflicto en masa entre países industrializados, cambió radicalmente la forma en la que se libran las guerras. Las armas que se estrenaron —submarinos, ametralladoras, gases venenosos, granadas, tanques— siguen siendo parte de nuestros arsenales. En la Primera Guerra Mundial, el poderío aéreo y los bombardeos estratégicos se volvieron parte esencial del éxito de cualquier guerra posterior. La guerra de trincheras traumatizó tanto a los soldados como al paisaje y alimentó al arte y a la literatura durante años. Volvería a surgir como estrategia de batalla tanto en la guerra de Corea como en la guerra entre Irán e Iraq en la década de 1980.
Tanto en casa como en el campo de batalla, la Primera Guerra Mundial puso en circulación nuevos objetos y palabras: los niños no querían contraer bichos, pero para los soldados en las trincheras eran reales: los piojos; las enfermeras encontraron en las toallas sanitarias una alternativa útil a los vendajes de celulosa que se fabricaban para la guerra. La guerra popularizó los Kleenex, las bolsas de té y las cremalleras.
De hecho, cada vez que admiras un avión de carga, comes una salchicha sin carne, te sientas bajo una lámpara bronceadora, usas una gabardina Burberry o adelantas tu reloj con el horario de verano, entras en comunión con la época de la Primera Guerra Mundial.
El surgimiento de las armas químicas
Las armas nuevas de la Primera Guerra Mundial provocaron lesiones nunca antes vistas y horribles; los científicos se apresuraron a desarrollar tecnología que protegiera contra ellas… o a crear versiones más letales para usar en contra del enemigo. Los alemanes usaron el gas venenoso a gran escala por primera vez en abril de 1915, durante la batalla de Ypres; al principio, la única protección era atarse telas sobre la nariz y la boca.
Sin embargo, las máscaras antigases evolucionaron rápidamente y para cuando la guerra terminó, incluso algunos de los caballos y los perros que estaban en el frente de batalla tenían sus propias máscaras. Los horrores de los ataques con gas resuenan en la actualidad en los reportes sobre el uso de armas químicas en Siria y anteriormente en el Iraq de Saddam Hussein; el mundo sigue luchando para contenerlas.
Al final el conflicto cobró la vida de más de nueve millones de personas y 21 millones quedaron heridas, lo que marcó a toda una generación. Los soldados sufrían para explicar esta nueva experiencia humana de batalla a quienes los esperaban en casa.
El poeta inglés, Siegfried Sassoon, dijo lo siguiente en 1917, acerca de su experiencia en el frente: "He vuelto del infierno/Tengo secretos odiosos para vender/Secretos de muerte que contar/Y horrores que salen del abismo".
Muchas personas más se quedaron sin palabras. Estas víctimas del "agotamiento de la guerra" (la etiqueta shell shock se volvió más común) tenían problemas para hablar: son como los ancestros de los veteranos con trastorno por estrés postraumático de la actualidad.
Asimismo, la magnitud y la clase de las lesiones físicas desafiaron el ingenio de los diseñadores de prótesis que trabajaban para reemplazar las partes del cuerpo perdidas y permitir que incontables soldados regresen a una vida civil productiva, proceso que se reproduce con los soldados de la actualidad que se recuperan de las lesiones sufridas a causa de las bombas callejeras en las guerras recientes.
La Primera Guerra Mundial también preparó el terreno para conflictos futuros al derribar las barreras que separaban la vida militar de la civil.
Mientras los soldados luchaban en el frente, las mujeres y los hombres civiles fabricaban sus armas, distribuían sus alimentos y su propaganda y mantenían en funcionamiento el frente doméstico. Las mujeres adquirieron prominencia en la sociedad y ocuparon los trabajos que dejaron los hombres que se enrolaron.
Conducían el transporte público, extraían hierro, construían bombas y luego, tras un largo día en la fábrica, conseguían comida para su familia. Los civiles trabajaban para continuar con la guerra, lo que significaba que cualquiera podía ser un blanco: los aviones alemanes Fokker atacaban en el frente, pero los Zeppelin bombardearon Londres y París. La "guerra total" llevó el peligro a casa.
Esta guerra dejó intactas pocas cosas a su paso, incluso en los lugares en los que no hubo combates. Aunque se libró principalmente en Europa, hizo que muchas personas se dieran cuenta de la extensión y la diversidad del planeta.
"¡El mundo entero participa en una guerra!", exclamaba un almanaque francés de 1917 mientras mostraba a sus lectores un mapa del mundo dividido entre pueblos enemigos, aliados y neutrales. Ya fuera como obreros o como soldados, los europeos viajaban a otros países y millones de americanos, africanos y asiáticos viajaron a Europa.
'Atrapados en una red de pesar'
Más de dos millones de soldados estadounidenses pelearon en Europa y los imperios francés y británico llevaron a sus súbditos coloniales. "Perecemos en el desierto; te lavas y yaces en la cama", escribió un soldado indio a su esposa en septiembre de 1915. "Estamos atrapados en una red de pesar; mientras tanto ustedes andan libres. Nuestra vida es una muerte en vida".
¿Cómo fue que Europa llegó a este grado de catástrofe? El 28 de junio de 1914, el asesinato del archiduque austrohúngaro Francisco Fernando y su esposa, Sofía, a manos del bosnio serbio Gavrilo Princip causó una crisis internacional que causó múltiples movilizaciones en poco más de un mes .
El archiduque viajaba en un auto abierto por Sarajevo, en donde inspeccionaría a las fuerzas armadas imperiales que estaban estacionadas en Bosnia y Herzegovina, territorios que anteriormente pertenecieron a los otomanos y que Austria-Hungría se anexionó en 1908, lo que enfureció a los nacionalistas serbios como Princip.
Tras el asesinato, Austria-Hungría dio un ultimátum a Serbia y provocó que Rusia interviniera para proteger a Serbia y que Alemania interviniera para ayudar a su aliado austriaco. Así empezó todo: las obligaciones militares que el sistema de alianzas imponía involucró a una potencia tras otra en el combate.
Todos los involucrados pensaban que la guerra sería breve; ninguno se imaginó la velocidad con la que el conflicto degeneraría en una serie de atrocidades locales (los belgas se volvieron el primer grupo de refugiados de la conflagración ya que huían de los saqueos y las violaciones que perpetraban los alemanes) y asesinatos en masa en muchos frentes.
Unos de los legados más desafortunados de la Primera Guerra Mundial fueron la habituación a la violencia y la aceptación de estos nuevos inventos letales.
Las armas químicas son un ejemplo. Su eficacia, como se demostró en la Primera Guerra Mundial, les ha dado un lugar permanente en el arsenal de muchos Estados a pesar de que hay muchos acuerdos internacionales que prohíben su uso. Tanto las democracias como las dictaduras (Francia e Italia) las usaron en el periodo de entreguerras como agentes de conquista y dominio colonial; Siria es el ejemplo más reciente de su uso.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Ruth Ben-Ghiat.