OPINIÓN: Fidel, el salvapatrias sin contrapesos

La ausencia de contrapesos convierte a los líderes de intenciones más nobles en detestables monstruos autoritarios.
Símbolo El mito fue posible después de 1989 porque el bloqueo de EU le permitió mantenerse como símbolo de resistencia. (Foto: MIGUEL ROJO/AFP)

Nota del editor: Alberto Bello es director Editorial de Negocios de Grupo Expansión. Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

(Expansión) – Una isla víctima de la rapacidad colonialista, rodeada por poderosos intereses geoestratégicos y en el centro de rutas comerciales, era presa fácil de cualquier superpotencia en 1959, en plena guerra fría.

Solo un líder político que hiciera frente a la adversidad con políticas visionarias, educación y salud de calidad podía resolver la ecuación de manera favorable y sacar a millones de ciudadanos de la pobreza y la opresión.

La mano férrea en lo político era un pequeño precio a pagar por el desarrollo.

El experimento fue todo un éxito. Singapur, dirigido por Lee Kwan Ywe entre 1959 y 1990, es hoy una de las grandes potencias económicas del sureste asiático.

Para Occidente es vista como un puerto de entrada a Asia. China e India ven en su población de origen dual un aliado financiero y bancario. Es el país noveno del mundo en el índice de desarrollo humano de Naciones Unidas y mantiene uno de los PIB per cápita mayores del mundo.

Lee tuvo la visión de inspirarse en el sistema parlamentario y legal británico y fundar su crecimiento en el desarrollo de un sector exportador industrial.

Cuba, en cambio, heredera de pobres instituciones de la herencia hispana –código civil, Iglesia, golpismo– , aceitadas por la mezquina política exterior estadounidense con América Latina, volvió su revolución de 1959 contra la dictadura de Batista en una farsa.

Fidel Castro, un hombre que derrocó una dictadura tiránica, hizo de su país una punta de lanza regional de un sistema igualmente opresivo y, además, económicamente ruinoso.

El cubano adulto tenía dos caminos: elegía entre la migración en condiciones de alto riesgo, o el surrealismo sin proteínas, tan bien documentado por el cineasta Tomás Gutiérrez Alea.

Si esta es la realidad, ¿por qué el mito?

Muchos académicos, políticos e intelectuales aclaman a Castro como símbolo de libertad del mundo en desarrollo frente al imperialismo. Una lectura sentimental que escondía en muchos casos irresponsabilidad e ignorancia porque ese símbolo murió en a mediados de los años 60. Cuba fue un satélite soviético, y eso fue lo que permitió sobrevivir al régimen.

En otra lectura, más militante que ingenua, Cuba representaba la cara amable de la utopía socialista. En América Latina era posible vivir en una sociedad igualitaria, sin tiranos, en un paraíso en guayabera. Esa visión dejó se ser sostenible en 1989.

nullPerdido el suero intravenosa soviético, el castrismo viró hacia un modelo de economía dual. El país quedó dividido entre el mundo de los turistas, quienes recibían dinero o regalos del exterior, y los cubanos que sobrevivían como podían, criando puercos en sus bañeras a escondidas, inventando maneras de servir al turismo, gracias a altos contactos políticos o prostituyéndose.

El mito fue posible después de 1989 porque el estúpido bloqueo estadounidense (impulsado por ciudadanos cubanos en Washington) le permitió mantenerse como símbolo de resistencia.

Desde 1959 uno de cada 10 cubanos emigró fuera de su país desafiando la prohibición interna y en muchos casos un viaje por mar. Es una cifra semejante a la de mexicanos. La diferencia es que Cuba tiene hoy un ingreso per cápita semejante al de Filipinas, es aproximadamente el 40% del de México.

Así que es momento de enterrar definitivamente las utopías del siglo XX. Nos queda un mundo de menos certezas, sacudido por el regreso de los nacionalismos y el proteccionismo.

El reto para Cuba es un futuro sostenible de crecimiento. Pero hoy sabemos mucho más que en 1959. Países como España, Chile o México hace tiempo que lograron crear cimientos para el futuro basados en la alternancia en el poder, el equilibrio de poderes, la iniciativa individual y la relación económica con el exterior.

Se puede hacer una transición ordenada, manteniendo elementos de identidad y cultura.

La oposición cubana lo sabe y el régimen, por lo que parece, empieza a entenderlo. Pienso en todos esos emprendedores cubanos que tuvieron que arreglárselas para comer, con un nivel de educación superior al promedio, dispuestos a todo.

De corazón, les deseo lo mejor. Sobre todo que no tengan que padecer a más salvapatrias sin contrapesos, y que Trump, que sí tiene contrapesos, no les haga todo más difícil.