OPINIÓN: México, rezagado de la modernización monetaria
Nota del editor: Alfredo Coutiño es director para América Latina en Moody’s Analytics. Lo puedes seguir en Twitter como @AlfredoCoutino. Las opiniones en esta columna son de la exclusiva responsabilidad del autor y de ninguna manera deben ser atribuidas a la institución para la cual trabaja.
(Expansión) – Actualmente en los Estados Unidos toma forma un gran debate en cuanto a la necesidad de modernizar la política monetaria del banco de la Reserva Federal (Fed) con el fin de poder responder de mejor manera a los nuevos tiempos y desafíos. En México la política monetaria se queda totalmente relegada de dicho debate, precisamente por tener un banco central con un mandato que data de los viejos tiempos de alta inflación y que se ha resistido a modernizar su política monetaria.
Tanto dentro de la Fed como en la academia se discute seriamente la necesidad de actualizar y darle a su banco central un nuevo marco de ejecución de la política monetaria. Esto como una respuesta a la experiencia dada por la recesión del 2008-2009, en donde el banco central estadounidense se enfrentó a una realidad económica que exigió el uso de instrumentos no convencionales. Uno de los grandes desafíos fue que la magnitud y duración de la recesión llevó a que el instrumento monetario convencional (tasa de interés) alcanzó su límite inferior de cero (zero lower bound) y que incluso fue necesario echar mano de instrumentos alternativos, como fue el caso de la ampliación de la hoja de balance o flexibilización cuantitativa, lo cual consistió en inyectar dinero al sistema por medio de la recompra de valores en el mercado.
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Dada las condiciones de una “nueva normalidad”, en donde las tasas de interés continuarán por algún tiempo aún por debajo de su nivel pre-recesión (5.0%), y ante la eventualidad de una nueva recesión en los próximos años, la Fed podría volver a enfrentarse al límite cero de la tasa de interés, limitando con ello la efectividad del instrumento monetario para sacar a la economía de la postración. Una forma de darle mas espacio a la política monetaria es elevando el objetivo de inflación, ya que ello además de permitir una tasa de interés nominal neutral mayor también da flexibilidad monetaria para alcanzar una inflación mayor.
Otra opción es cambiar el objetivo mismo, en lugar de ser la tasa de inflación podría ser la tasa de crecimiento del PIB nominal, la cual permite que la política monetaria no se quede atascada solo con la inflación. Una tercera propuesta es tomar como objetivo el índice de precios al consumidor en lugar del índice de precios del consumo privado. Estas tres son las propuestas que han tomado más relevancia en la discusión sobre el nuevo marco de política monetaria para la Fed, en cuyo debate participan economistas de la talla de Ben Bernanke, Lawrence Summers, John Taylor, Olivier Blanchard y John Williams, entre otros.
Más allá de las ventajas y desventajas de cada propuesta, el debate intenta darle mayor espacio a la política monetaria para evitar volver a caer un una limitante, como en el caso de la tasa de interés cero, o bien para poder usar instrumentos no convencionales en aras de alcanzar uno u otro objetivo dentro del mandato monetario dual. Es aquí donde radica la importancia de dicho debate, porque pone en el centro de la discusión la necesidad de modernizar la política monetaria y ponerla al día antes de que se avecine la próxima recesión. Contrario a lo que sucede en México, en donde el banco central parece que se ha quedado atascado en un marco monetario que fue creado en las décadas de inflaciones galopantes y que a pesar de haber logrado una reducción inflacionaria importante todavía se resiste no solo al cambio sino incluso a abrir el debate sobre su mandato monetario.
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Precisamente el debate en los Estados Unidos abre la posibilidad de opciones para la Reserva Federal, gracias a que su política monetaria tiene un mandato monetario dual: máximo empleo con estabilidad de precios. De hecho, la política monetaria de la Fed explícitamente tiene el mandato de alcanzar el balance entre los dos objetivos, lo cual lo convierte en un banco central comprometido con resolver un problema de optimización matemática: lograr el máximo crecimiento sujeto al objetivo de inflación.
El mandato doble le facilita a la Reserva Federal debatir el cambio de su objetivo monetario y lo que en el futuro le permitirá transitar hacia otro más acorde con las circunstancias, como podría ser la tasa de crecimiento del PIB nominal. En realidad, objetivar el crecimiento del PIB nominal no es muy distinto de lo que la Fed actualmente hace, ya que dicho objetivo representa la suma tanto de la tasa de inflación como del crecimiento real del PIB; es decir, su mandato doble.
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La diferencia está en que el objetivar el crecimiento del PIB nominal le permitiría a la política monetaria darle más énfasis a uno u a otro objetivo, dependiendo de dónde se encuentra la economía. Por ejemplo, en épocas de recesión, el interés relevante podría ser sacar a la economía del hoyo sin importar si la inflación es baja. Por el contrario, en épocas de sobrecalentamiento, el interés sería bajar la inflación sin importar el sacrificio en crecimiento real. Al final, en el largo plazo prevalecería el principio de balance entre inflación y crecimiento ya que la economía estaría moviéndose alrededor de su estado estacionario.
Desafortunadamente México no se beneficia de este debate modernizador, no solo por la resistencia a cambiar lo que hasta ahora se considera “incambiable” sino además porque el mandato monetario uni-objetivo del banco central lo margina de los beneficios de otras opciones como las que se están considerando en los Estados Unidos. Pero sobre todo, la persistencia de aferrarse a un mandato monetario único le cancela al país la posibilidad de llevar los vientos de reforma a sus mismas instituciones y de modernizar el quehacer de la política económica para promover el bienestar social: su verdadero fin.
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