OPINIÓN: Las tensiones en Medio Oriente empeoran
Nota del editor: Aaron David Miller es vicepresidente y académico distinguido del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson, además de autor del libro The End of Greatness: Why America Can't Have (and Doesn't Want) Another Great President. Fue negociador para Medio Oriente en presidencias estadounidenses republicanas y demócratas. Síguelo en Twitter como @aarondmiller2 . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Como si hiciera falta un conflicto en el Medio Oriente roto, furioso y disfuncional, llegó una escalada sin precedentes entre Israel, Irán y Siria, así que la región es aún más inestable y peligrosa.
Durante la madrugada del sábado 10 de febrero, un dron iraní penetró en el espacio aéreo israelí y lo derribaron. Israel tomó represalias y atacó un complejo iraní en Siria, desde el que desplegaron el dron, pero el F-16 israelí recibió fuego y cayó. Se cree que es la primera vez en varias décadas que un derriban así a un avión de combate israelí .
Aún no están claros estos incidentes, particularmente las razones por las que Irán envió un dron al espacio aéreo israelí. Tampoco es fácil predecir a dónde nos llevarán estos acontecimientos. Sin embargo, podemos tomar en cuenta ciertas cuestiones.
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La escalada era inevitable
Desde hace tiempo se había estado gestando una tormenta perfecta de factores que podían suscitar un ataque como el del sábado. El gobierno iraní ha aprovechado el respaldo al régimen de Bachar al Asad en Siria para expandir su influencia en este país y contrarrestar los designios de Estados Unidos y Arabia Saudita.
Con la ayuda de Irán, Hezbolá ha estudiado zonas cercanas a los Altos del Golán, en Siria, para crear otro frente contra los israelíes. Su intención es establecer fábricas de armas y rutas terrestres que faciliten el suministro a Hezbolá. Motivado en parte por la lucha ideológica contra Israel y por la necesidad de fortalecer sus capacidades en caso de que haya un conflicto con Israel, parece que Irán quiere expandir el frente israelí-libanés e incluir a Siria.
Por su parte, Israel ha puesto límites claros y advirtió a Irán que no los cruzara, además de que siempre se ha quejado de que Irán tiene planes para Siria. Entre ellos están el deseo de Irán de crear un puente terrestre entre Irán y Líbano a través de Iraq y Siria; desplegar 10,000 soldados chiitas en el sur de Siria; crear bases marítimas y aéreas, así como fábricas de armas, e incluso tener presencia en las cercanías de los Altos del Golán. Ya han tomado medidas para alcanzar este último objetivo. En 2015, Israel mató a un general iraní y a agentes de alto rango de Hezbolá cerca de los Altos del Golán.
Desde hace algunos años, Israel ha ejecutado al menos 100 ataques en Siria con el objetivo de impedir el envío de cargamentos de armas a Hezbolá, ha hecho volar armerías y ha eliminado las actividades —del régimen o yihadistas— más cercanas a sus fronteras. Sin embargo, la violación del espacio aéreo y la soberanía israelí por parte de un dron iraní, el sábado, se consideró una provocación que exige una respuesta táctica clara y una reacción estratégica.
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Después de ISIS, el conflicto está cambiando
La otra realidad, que podría provocar que las potencias externas choquen en Siria, es que el foco del conflicto está cambiando. Como las fuerzas de la coalición encabezada por Estados Unidos han mermado el control de ISIS en su "califato", la lucha por la influencia, el petróleo y el territorio se ha intensificado. Turquía está peleando contra los kurdos sirios mientras que Estados Unidos los apoya en su intento por conservar los territorios liberados de las garras de ISIS.
Por otro lado, Rusia e Irán apoyan a al Asad en su intento por recuperar el territorio que perdieron ante los yihadistas en la provincia de Idlib. Todo esto complica aún más las relaciones de Washington con Turquía. Sin embargo, conforme crece el compromiso de estas potencias extranjeras con el conflicto sirio, también crecen los costos. En las pasadas dos semanas, un grupo yihadista sirio derribó a un avión de combate ruso ; una milicia kurda derribó a un helicóptero turco, y las defensas aéreas sirias incapacitaron a un F-16 israelí.
Como Irán y los rusos han ayudado al régimen de al Asad a recuperar territorios, su confianza y su intención de desafiar a Israel también han crecido. El derribo del caza israelí le servirá como victoria propagandística y lo envalentonará aún más.
Esta ronda podría contenerse
Pese a la escalada tan grave, no estamos necesariamente ante un enfrentamiento sostenido y masivo. Ninguno de los principales actores quiere una guerra regional .
nullRusia no quiere echar por la borda tres años invertidos para salvar al régimen de al Asad solo para que Israel se involucre militarmente en Siria, cosa que podría debilitar al régimen sirio y fortalecer la postura de Estados Unidos ante Irán. Irán tampoco quiere una guerra con Israel porque ello podría poner en riesgo sus propios logros en Siria. Finalmente, a Israel no le interesa atascarse en Siria ni desencadenar un conflicto con Hezbolá, el aliado leal de Irán. Una guerra con Hezbolá provocaría la caída de miles de cohetes y misiles en las ciudades israelíes, dejaría muchas víctimas civiles y obligaría a Israel a librar una guerra costosa contra Líbano.
Lo más probable es que todos estos intereses convergentes logren evitar una escalada importante más adelante. ¿Acaso este momento tan peligroso producirá un efecto moderador que obligue a todas las partes a considerar un acuerdo más estable? Es dudoso, ya que Irán está comprometido con al Asad y Rusia no puede —ni quiere— limitar al gobierno iraní. Como era de esperarse, el gobierno ruso asumió la postura de respaldar tanto a Siria como a Irán y urgió a Israel a respetar la integridad territorial de Siria. Es más, dada la historia de conflictos entre Israel y Líbano —de 1978 a 2006—, parece que el inicio de la próxima ronda solo es cuestión de tiempo.
¿En dónde está el gobierno estadounidense?
Al enfrentarse a una escalada sin precedentes entre Israel, Irán y Siria —que contiene cualquier cantidad de primicias peligrosas, históricas e impredecibles—, parece que la presidencia de Trump optó por un discreto enfoque de no intervención en la crisis actual. Es claro que aún es pronto en esta crisis, pero parece que, por ahora, el gobierno estadounidense está conforme con emitir declaraciones fuertes en defensa de los actos de Israel y con condenar las provocaciones de Irán.
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Bien podría ser que en la batalla de voluntades entre el aliado más devoto de Estados Unidos en Medio Oriente y su principal adversario, Trump quiera usar a Israel para atacar a Irán en Siria. Tal vez no le interese involucrarse en ningún esfuerzo diplomático que lo obligue a frenar a Israel o a convencer a su amigo Putin de que controle a Irán.
En cuanto a la función del secretario de Estado de Estados Unidos, es poco más que raro, si no es que de plano vergonzoso, que Rex Tillerson —quien está de gira en la región —, habiendo hablado con el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, no tenga planes evidentes para hacer una escala en Israel. Debería agregar a Israel a su itinerario, aunque sea para que le informen personalmente sobre los planes de Israel y para coordinarse con el gobierno israelí.
La realidad es que el que no vaya dice mucho sobre la marginación de Tillerson y la falta de estrategia del gobierno estadounidense para evitar que la crisis empeore. No cabe duda de que el lío entre Israel e Irán no desaparecerá. Tarde o temprano regresará más fuerte.
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