OPINIÓN: Lo que mi experiencia cercana a la muerte me enseñó sobre la maternidad
Nota del editor: Serena Williams es tenista profesional, empresaria y embajadora de buena voluntad de la Unicef. Síguela en Twitter como @serenawilliams . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
(CNN) — Casi muero tras dar a luz a mi hija, Olympia. Pese a todo, me considero afortunada.
Aunque mi embarazo fue muy tranquilo, mi hija nació por cesárea de emergencia porque su ritmo cardiaco cayó radicalmente durante las contracciones. La cirugía salió muy bien. Antes de que siquiera pudiera pensarlo, tenía a Olympia en los brazos. Fue la sensación más maravillosa que haya sentido en mi vida. Pero lo que pasó tan solo 24 horas después de haber dado a luz fueron seis días de incertidumbre.
Todo empezó con una embolia pulmonar, trastorno en el que un coágulo obstruye una o más arterias de los pulmones. Como tengo antecedentes médicos de este problema, vivo con temor de que pase. Así que cuando sentí que me faltaba el aire, no esperé ni un segundo para alertar a las enfermeras.
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Esto desencadenó una serie de complicaciones que por suerte sobreviví. Primero, los puntos de la cesárea se reventaron por la tos intensa que tuve a consecuencia de la embolia. Regresé al quirófano, en donde los cirujanos encontraron un gran hematoma —un montón de sangre coagulada— en mi abdomen. Luego, regresé a la sala de operaciones para someterme a un procedimiento para impedir que los coágulos llegaran a mis pulmones. Cuando finalmente llegué a casa con mi familia, había pasado en cama las primeras seis semanas de la maternidad.
Estoy muy agradecida por haber tenido acceso a un equipo increíble de médicos y enfermeras en un hospital con equipo de punta. Sabían exactamente cómo manejar esta serie de acontecimientos complicados. Si no hubiera sido por sus cuidados profesionales, no estaría aquí hoy.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, las mujeres negras de ese país tienen tres veces más probabilidades de morir de causas relacionadas con el embarazo o el parto.
Sin embargo, esto no es un desafío nada más en Estados Unidos. En todo el mundo, miles de mujeres tienen dificultades para dar a luz en los países más pobres. Cuando tienen complicaciones como yo, usualmente no hay fármacos, instalaciones clínicas ni médicos que las salven. Si no quieren dar a luz en su casa, tienen que viajar grandes distancias en el punto culminante de su embarazo. Antes de traer una nueva vida a este mundo, la suerte ya está en su contra.
Esta fue la realidad de una mujer, como lo documentó la Unicef . En Malawi, Mary James caminó en labor de parto durante horas para llegar al centro de salud más cercano. Agotada, logró llegar al centro y dio a luz, pero perdió a su bebé más tarde. Había escogido el nombre, pero el bebé nunca abrió los ojos. Nunca lloró. Ella se guardó el nombre. Tristemente, el hijo anónimo de Mary no fue el único. Ese mismo día, aproximadamente 2,600 bebés murieron el primer día de su vida.
Según la Unicef, cada año mueren 2.6 millones de recién nacidos , trágicamente antes de que su vida empiece siquiera. Más del 80% muere de causas prevenibles. Sabemos que hay soluciones simples, como acceso a parteras e instalaciones clínicas funcionales, además de amamantar, el contacto piel con piel, agua limpia, fármacos básicos y una buena nutrición. Sin embargo, no estamos haciendo lo que nos corresponde. No estamos a la altura del desafío de ayudar a las mujeres del mundo.
El bebé de Mary murió porque no había suficientes médicos y enfermeras para salvarlo. Este es un problema crónico que azota a los países más pobres. Pero ¿qué pasaría si viviéramos en un mundo en el que hubiera suficientes obstetras? ¿En el que no faltara el acceso a instalaciones de salud cercanas? ¿En el que los fármacos salvadores y el agua limpia fueran de fácil acceso para todos? ¿En el que las parteras pudieran ayudar y aconsejar a las madres después de dar a luz? ¿Qué pasaría si viviéramos en un mundo en el que cada madre y cada recién nacido pudiera recibir una atención médica asequible para prosperar en la vida?
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Ese mundo es posible. Tenemos que atrevernos a soñar con que cada mujer negra, cada mujer de Malawi, cada madre del mundo lo tenga.
En todo el mundo, organismos como la Unicef están comprometidos con encontrar soluciones sencillas para beneficio de todas las madres y los recién nacidos. Entre estas soluciones están el reclutamiento y la capacitación de más médicos y parteras; garantizar centros de salud limpios y funcionales; facilitar el acceso a los 10 fármacos y equipos salvavidas más importantes, y lo más importante, empoderar a las adolescentes para que exijan atención de calidad.
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Todas las madres del mundo, sin importar su raza ni su origen, merecen tener un embarazo y un parto saludables. Tú puedes ayudar a que esto se vuelva realidad. ¿Cómo? Exigiéndoles a los gobiernos, a las empresas y a los proveedores de atención médica que hagan más para salvar estas preciosas vidas. Puedes donar a la Unicef o a otros organismos de todo el mundo que trabajan para hacer la diferencia para las madres y los bebés necesitados. Al hacerlo, te vuelves parte de esta narrativa y te aseguras de que, algún día, ni tu identidad ni tu origen determinen si tu bebé vive o muere.
Juntos podemos hacer este cambio. Juntos podemos ser el cambio.
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