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OPINIÓN. Conocimientos y capacidades para prosperar: visión desde la universidad

Uno de los mejores indicadores de eficiencia del sistema de educación superior será el nivel de empleabilidad de sus egresados, opina Juan Alberto González Piñón.
lun 04 junio 2018 03:06 PM
universidad empleo
Perfiles Existe una discrepancia entre los perfiles requeridos por las empresas y los conocimientos y habilidades que trasmiten y desarrollan las universidades, señalan analistas. (Foto: andresr/Getty Images)

Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es titular de Emprendimiento e Incubación en la Universidad Panamericana. Desde 2004 ha desarrollado actividades profesionales en gestión de la Innovación, gestión de inversión de capital privado emprendedor, la planeación, organización y conducción de las políticas de desarrollo del financiamiento del emprendimiento, la productividad y la innovación. Las opiniones expresadas en el texto son responsabilidad del autor.

(Expansión) — En México, a pesar del gran esfuerzo de los programas de gobierno, muchas personas no adquieren los conocimientos y capacidades que necesitan para prosperar. En 2107, la representante del BID, Flora Montealegre Painteenal al realizar presentación del estudio “Aprender Mejor: Políticas públicas para el desarrollo de habilidades”, afirmó que en América Latina y el Caribe, al igual que la mayoría de las regiones del mundo, se están sintiendo los efectos de la cuarta revolución industrial, que cambiarán la naturaleza del trabajo y los tipos de habilidades que se necesitarán en el futuro.

Cifras del estudio Talent Shortage Survey 2016-2017, realizado por Manpower, señalan que México se encuentra entre los países con mayor escasez de personal calificado. El promedio de dificultad para cubrir una plaza laboral en el mundo es de 36%, mientras que en México la tasa es de 51%. Este porcentaje contrasta con Reino Unido, España y Países Bajos, con un porcentaje menor a 15%.

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Esta realidad muestra una discrepancia entre los perfiles requeridos por las empresas y los conocimientos y habilidades que trasmiten y desarrollan las universidades.

Asegurar la correspondencia del conjunto de conocimientos y habilidades adquiridos en el sistema universitario, con su efectiva implantación en los sectores industriales y de servicios, requiere de un proceso para aprender a desaprender, en el cual exista una selección consciente de aquellos conocimientos, comportamientos y habilidades que pueden presentarse como incompatibles hacia la realidad laboral, debiendo ser desechados para dar paso a los nuevos conocimientos, o bien de ser el caso, reforzar lo aprendido.

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El 8 y 9 de mayo en el Seminario Internacional Opciones y Desafíos en México para las Instituciones de Educación Superior ante la Sociedad digital, impulsado por la UAM, el coordinador del seminario, Celso Garrido Noguera, señaló que: “el 40% de la población en América Latina quedaría sin trabajo en los próximos años (…) este tema, en particular para los egresados universitario, tiene características singulares porque hay varios trabajos donde muestran que esta desocupación no va a ser plana sino que va a tener diferencias en la medida de la complejidad que tengan los trabajos y su digitalización”.

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La Guía del mercado laboral 2017-2018, elaborada por Hays México, muestra que las empresas requieren de perfiles profesionales “de amplio espectro” con conocimientos técnicos específicos, pero también con habilidades interpersonales muy desarrolladas para un mundo global.

Martha Nussbaum, en su libro “El cultivo de la humanidad” refiere lo que decía Zenón de Citio, respeto de la formación de ciudadanos cosmopolitas, señala; […] no vivamos separados en comunidades y ciudades [póleis] ni diferenciados por leyes de justicia particulares, sino que consideremos a todos los hombres conciudadanos de una misma comunidad [kosmopolitai], y que haya una única vida y un único orden para todos.

Esta visión que sugiere Nussbaum, acerca de formar ciudadanos cosmopolitas, con amplia capacidad de adaptación a una realidad global reafirma la pertinencia de entender a la educación en las universidades como un proceso de socialización, que forma ciudadanía mediante la trasmisión de valores y actitudes que permite a los estudiantes generar dinámicas de aprendizaje y experiencias para la vida profesional, que favorezcan la transversalidad del conocimiento entre los actores, dotándolos de competencias y habilidades necesarias para la solución de problemas sociales o de mercado, a través de programas concretos de formación y actualización a lo largo de la vida.

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Esto haría más eficientes a las instituciones de educación superior para crear, difundir y acrecentar el conocimiento de las ciencias básicas, en armonía con el arte y las humanidades, en aras de la formación integral de profesionales y ciudadanos con capacidad de adaptación a esta nueva dinámica profesional, que les habilite un papel de liderazgo en el desarrollo sustentable del país, lo cual permite que el conocimiento sea asimilable a un bien común.

La heterogeneidad de actores hace difícil el pensar en una política común a todos. Sería conveniente implementar medidas que estimularan la difusión de la noción de innovación dentro del complejo productivo. Para ello es recomendable identificar aquellos sectores productivos que ya presentan una conducta innovadora y estimular un acercamiento entre estos y la oferta científica y tecnológica de la universidad, de forma tal que comiencen y/o profundicen un vínculo de cooperación para la actualización y desarrollo curricular, que eventualmente podrá derivar en proyectos de investigación y desarrollo tecnológico conjunto.

nullEsto debería generar señales en el sistema científico sobre dónde están las demandas tanto para la formación de perfiles universitarios como para la creación de nuevas líneas de investigación o el fortalecimiento de las ya existentes.

Las universidades deben anticiparse a las necesidades formativas de carácter técnico o incluso crearlas a través de estrechar sus vínculos con la realidad económica y social del país; es necesario desechar la visión funcionalista de la educación, la cual supone que la oferta académica se adapta de manera directa y automática a los procesos de la demanda de crecimiento y desarrollo económico predominante.

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Uno de los mejores indicadores de eficiencia del sistema de educación superior será el nivel de empleabilidad de sus egresados ( la OIT, define a la empleabilidad como la aptitud de la persona para encontrar y conservar un trabajo, para progresar en el trabajo y para adaptarse al cambio a lo largo de la vida profesional).

La generación de nuevo conocimiento científico y su vinculación con el mercado y la sociedad es determinante para incrementar los niveles de bienestar de la población, en este contexto, la universidad adquiere un rol fundamental.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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