OPINIÓN: Alerta roja en el escándalo de Rusia
Nota del editor: Richard Ben-Veniste fue miembro de la Comisión para el 11-S, fiscal federal y fiscal asistente del caso Watergate; Raj De fungió como asesor de la Comisión para el 11-S, fue secretario del presidente Barack Obama y abogado de la Agencia de Seguridad Nacional. Ambos son socios del bufete Mayer Brown en Washington, D. C. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a los autores.
(CNN) - Hace unos días el Departamento de Justicia presentó una denuncia encabezada por el fiscal especial Robert Mueller y el subsecretario Rod Rosenstein contra doce oficiales de los servicios de inteligencia rusos, donde se detallan y resumen los hechos de la conspiración para interferir con las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016.
La gravedad del ataque cibernético del gobierno ruso contra la institución democrática más fundamental de Estados Unidos (las elecciones libres y abiertas) debería despertar la misma urgencia que rodeó a los ataques del 11-S. Mientras que el blanco del ataque de 2001 fueron los íconos físicos vulnerables de nuestro país, el blanco del ataque de 2016 fue la infraestructura digital aún vulnerable de nuestro país.
El parecido ha empezado a hacerse notar. En una declaración que dio unas horas después de que el jurado de acusación emitiera su veredicto sobre la denuncia, una autoridad como el director de Inteligencia Nacional, Dan Coats, hizo sonar la alarma. Coats —senador republicano, congresista, diplomático y nominado de Trump para director de Inteligencia Nacional— advirtió que el peligro que los ciberataques representan para nuestra infraestructura nacional es parecido a aquel del que advirtieron los servicios de inteligencia antes de los ataques del 11-S y usó las mismas palabras escalofriantes que nos atormentaron por no haber evitado la devastación del 11-S. "Fue en los momentos previos a septiembre de 2001 que, de acuerdo con el entonces director de la CIA, George Tenet, el sistema (estaba) en rojo. Henos aquí, casi dos décadas después, y vengo a decirles que las luces de advertencia están en rojo otra vez". Aunque en ese entonces el enemigo era Al Qaeda, de acuerdo con el director Coats, hoy nuestro adversario cibernético más agresivo es Rusia.
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Mientras el más alto funcionario de inteligencia de Estados Unidos lanzaba esta advertencia y mientras el pueblo estadounidense recibía una explicación sobre el ataque ruso a nuestra democracia en 2016, en forma de la más reciente denuncia de la fiscalía especial, Donald Trump completaba una presentación tormentosa en la OTAN y una visita divisiva a nuestro aliado transatlántico más cercano antes de partir a una reunión privada en Helsinki con el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Trump dijo en broma que no esperaba una confesión al estilo Perry Mason de parte de un hombre que es casi seguro que fue responsable de haber ordenado el ataque cibernético contra la democracia estadounidense. Como lo ha hecho incontables veces, Trump volvió a decir que la investigación del ataque ruso contra Estados Unidos es una "cacería de brujas". Pero esto no es una cacería de brujas ni cosa de risa.
Nuestros líderes deben aprender la lección del ataque del 11-S. Su intención fue unir al pueblo estadounidense —y al mundo— contra quienes ataquen a nuestro país, nuestra libertad, nuestros valores democráticos. Por primera y única vez en la historia, la OTAN invocó el principio sobre la defensa colectiva contenido en el Artículo 5: un ataque contra uno de los miembros de la alianza es un ataque contra todos. Es más, no le preguntamos a Osama bin Laden si había sido responsable del ataque, sino que le anunciamos al mundo que no descansaríamos hasta que él y Al Qaeda rindieran cuentas.
Así como endurecimos nuestra infraestructura física tras los ataques del 11-S, hoy debemos comprometernos a endurecer nuestra infraestructura digital. Nuestra democracia y nuestra economía nunca habían dependido tanto de la estabilidad del ecosistema digital global. Simplemente no podemos darnos el lujo de permitir que la política partidista nos impida entender claramente la amenaza cibernética y explicarle al pueblo estadounidense cómo el oso ruso puso su pata sobre la balanza de las elecciones de 2016.
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Hoy, la investigación de la fiscalía especial, como lo fue la Comisión para el 11-S hace más de una década, es nuestra mejor oportunidad para informar al pueblo estadounidense sobre los detalles del ataque de 2016. Los hechos detallados en la denuncia más reciente —junto con los de la denuncia que se presentó hace unos meses, en la que se detallan las actividades de la benévolamente llamada Agencia de Investigación de Internet— son una ventana al ataque coordinado y estratégico que el gobierno ruso perpetró contra nuestra democracia.
Por el hackeo de nuestras instituciones políticas, la filtración clandestina de información al electorado para influir en la opinión pública, y el robo de información de los electores en posesión de las juntas electorales estatales, la campaña que detalla la denuncia fue audaz en su alcance y aterradora por sus implicaciones potenciales para el futuro. De ahora en adelante simplemente no podemos permitirnos caer presa de la falta de imaginación que, de acuerdo con la Comisión para el 11-S, acosó a nuestra dirigencia antes del 11 de septiembre de 2001.
Cuando se creó la Comisión para el 11-S —compuesta por cinco republicanos y cinco demócratas—, en un momento contencioso de nuestra historia política , los expertos de Washington predijeron que se disolvería por las pugnas partidistas. La comisión demostró que la devoción de sus miembros al interés nacional fue mucho más fuerte. Podemos y debemos demostrar que las prioridades surgidas del patriotismo triunfarán una vez más.
Este es el momento para que los líderes de nuestro país se pongan de pie y nos dirijan, sin importar su filiación política, y condenen y combatan al unísono la amenaza rusa a nuestras instituciones democráticas.
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