OPINIÓN: ¿Abusos en Pensilvania afectan a la confianza en el credo católico?
Nota del editor: Helen Alvaré es profesora de Derecho en la Universidad George Mason; ha publicado varios libros sobre matrimonio, familia, paternidad y las cláusulas religiosas de la Primera Enmienda. En su libro más reciente , de la editorial Cambridge University Press, habla de dar prioridad a los intereses de los niños en el Derecho Familiar estadounidense. En 2003 encabezó una investigación sobre los abusos del clero de la arquidiócesis de Filadelfia. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
(CNN) — Tras la publicación del informe de un jurado de acusación de Pensilvania sobre el prolongado abuso sexual de más de mil niños por parte de sacerdotes de seis diócesis de esa entidad de la unión americana, priva el horror y las dudas sobre lo que está por venir. Una de las preguntas que he escuchado y en las que pienso como experta en la familia católica es si el informe provocará que las familias o los individuos católicos le den la espalda a miles de años de enseñanzas católicas sobre la sexualidad humana.
Incluso las personas que tienen una relación cercana con sacerdotes y obispos, a quienes han conocido y en quienes han confiado desde hace años, podrían tener dificultades emocionales para lidiar con la idea de que esta iglesia es capaz de seguir siendo guía en cuanto a moralidad sexual. No es una reacción necesariamente lógica —el abuso sexual es un crimen de poder y explotación—, pero es comprensible.
La Iglesia católica, como casi todas las religiones, exhorta a sus creyentes a tener un estándar alto de conducta sexual. Al igual que todas las conductas humanas (o más, en este caso), se supone que el sexo debe obedecer a la ley del amor. Nuestros actos deben promover decididamente el bienestar humano y empoderar a la gente para que sea como Dios los hizo. La ley del amor también contiene el deber de cuidar especialmente de los vulnerables, particularmente de los niños.
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En cuanto a la conducta sexual en particular, que está tan llena de significado y está tan expuesta a la explotación, la Iglesia católica insiste en que como el sexo sirve para procrear, el bienestar de los niños nacidos y no nacidos siempre debe estar presente cuando se trata de cualquier relación sexual.
Sin embargo, si asumimos que el informe del jurado de acusación es veraz, muchos sacerdotes y obispos católicos violaron cada una de estas reglas a un grado impactante. Entonces ¿qué harán las familias católicas con sus preguntas incómodas sobre el sexo en un mundo que se dedica a hipersexualizar a los niños, que se aleja del matrimonio y que muy frecuentemente ridiculiza la moral que relaciona al sexo con el matrimonio y los hijos?
Francamente, no sé qué pensar al respecto. Algunos católicos le cerrarán la puerta firme y explícitamente a las fuentes católicas de moral sexual, es cierto. Y será difícil, si no es que imposible, convencerlos de que regresen.
Pero como madre católica con amplia experiencia con parroquias y escuelas católicas y como experta en familias, que ha visitado y se ha dirigido a católicos en casi todas las diócesis de Estados Unidos a lo largo de los pasados 30 años, este primer grupo podría no representar a la mayoría de los católicos. Lo digo por dos razones. Primero, que el laicado católico tiene más conocimientos y es más sofisticado en cuanto a los enfoques saludables sobre el sexo y la sexualidad de lo que la gente cree. Tienen que serlo, ya que vivimos en el mundo de #MeToo.
También están convencidos —y las ciencias sociales los respaldan — de que los niños que tienen relación cercana con su religión tomarán decisiones sexuales más amorosas y responsables . Han contado con el apoyo inmenso, particularmente a lo largo de los pasados 40 años, de las enseñanzas brillantes de Juan Pablo II sobre la teología del cuerpo humano. Por lo tanto, gran parte del laicado se apropió las enseñanzas católicas para garantizar su felicidad y su libertad y la de sus hijos. El mundo es una jungla para los padres católicos y si no les das respuestas compasivas y razonables a tus hijos, estarás frito cuando tengas que transmitir la moral católica.
En segundo lugar, no creo que la mayoría de los católicos busque a sacerdotes u obispos en particular para que los aconseje sobre moral sexual. La mayoría de los católicos no lee las encíclicas, las cartas pastorales de los obispos ni el periódico católico de su comunidad. La mayoría de las homilías no tratan sobre moral sexual. Por experiencia propia, sé que las homilías en las que se toca el tema no abordan las preguntas más urgentes y esenciales de los adultos jóvenes: ¿Por qué el sexo es más que una actividad recreativa? ¿Por qué el matrimonio tiene más que ver con el amor que con la cohabitación? ¿Cómo puedo dar la bienvenida al mundo a un niño así como están las cosas?
Muchas familias católicas se inspiran en las experiencias de otras familias. También buscan a los diversos grupos laicos católicos que ofrecen sitios web, conferencias y materiales educativos. Entre ellos podrían estar Ruah Woods, el Theology of the Body Institute y más. Como he viajado por todo Estados Unidos y he hablado con incontables padres y familias, puedo ver claramente que no están esperando a que los instruyan en cuestiones que afectan tan profundamente el bienestar de sus hijos y de su familia. Buscan la información y usualmente la obtienen de expertos católicos laicos.
La Iglesia católica no puede culpar a nadie más que a sí por la pérdida de la confianza que provocará el informe de Pensilvania. Sin embargo, en un mundo en el que las iniciativas católicas laicas sirven de base y difunden la belleza de la moral sexual católica, algunos católicos seguirán apegándose a estos estándares y transmitiéndolos a sus hijos.
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