Oscar 2019: El cambio en Hollywood no siempre se ve a simple vista

Cualquier persona que se haya decepcionado porque BlacKkKlansman no ganó puede consolarse con que Spike Lee ganó anoche su primer Oscar por mejor guion adaptado, opina Gene Seymour.

Nota del editor: Gene Seymour es crítico de cine; ha escrito sobre música, cine y cultura para el New York Times, Newsday, Entertainment Weekly y The Washington Post. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) — Que conste que yo le iba a

, para ganadora del Oscar a la mejor película junto con los otros que tanto él como la cinta recibieron el domingo en la noche: mejor director, mejor película en lengua extranjera y mejor fotografía.

El que fuera una nominada producida por Netflix también pudo haber sido indicio de que las cosas habían cambiado en Hollywood, como se insistió a lo largo de la transmisión del 24 de febrero.

De una forma o de otra nos hicieron pensar que la noche del domingo de los premios Oscar pasaría a la historia. Y por un momento, así fue. Pero a final de cuentas, nos quedamos con la sensación de que no había cambiado gran cosa.

Green Book, una road movie encantadora, entrañable y convencional en general, que recicla el tema de "la pareja dispareja" y que se sitúa en el ocaso de la era de las leyes de Jim Crow, ganó en la categoría de mejor película.

La cinta recibió grandes halagos por la interacción conmovedora, aunque torpe, entre sus dos personajes principales: un pianista erudito afroestadounidense fastidioso (Mahershala Ali, quien ganó su segundo Oscar al mejor actor de reparto en dos años consecutivos por su encarnación de Don Shirley) y el tosco sacaborrachos blanco con un gran corazón (Viggo Mortensen) que lo lleva en una gira de conciertos por el sur racialmente segregado del Estados Unidos de principios de la década de 1960. Es probable que la calidez de Green Book haya entrado en contacto con el anhelo colectivo de Hollywood por reaccionar a la tensión en las relaciones raciales en la presidencia de Donald Trump.

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Sin embargo, para muchos críticos y cinéfilos,

les recuerda demasiado al pasado. Hubo comparaciones frecuentes con el drama cómico de Peter Farrely, El chofer y la Sra. Daisy, que ganó el Oscar a la mejor película en 1990 y que relata una relación parecida de tensión que se torna gradualmente en afecto entre una anciana sureña (Jessica Tandy) y su chofer negro (Morgan Freeman).

Estos espectadores argumentaron, a lo largo del proceso de nominación y votación, que había al menos otras dos opciones para mejor película: Black Panther, la exuberante versión cinematográfica de Marvel Comics del primer superhéroe de color (Chadwick Boseman) y líder de un reino africano muy avanzado tecnológicamente, y BlacKkKlansman, del escritor y director Spike Lee, una historia real y ácida sobre un policía negro (John David Washington) que emprende una misión de encubierto para impedir que una banda racista blanca aterrorice a unos universitarios negros en el Colorado de la década de 1970.

En términos simples, el voto por Green Book representaba la seguridad relativa y la reafirmación, mientras que el voto por Black Panther o por BlacKkKlansman habría indicado lo contrario: una reflexión más audaz, más desparpajada, más asertiva del cambio en el perfil racial de Hollywood.

Yo también estoy un tanto decepcionado, pero les recordaría a quienes hubieran preferido que ganara Black Panther que, en muchos niveles, la cinta ya demostró que es una ganadora porque su impactante éxito mundial en las taquillas, el año pasado, echó por tierra el añejo mito del mundo del cine de que cualquier película con un elenco negro y temas relacionados con los negros sería, en el mejor de los casos, un producto de nicho.

Cualquier persona que se haya decepcionado porque BlacKkKlansman no ganó puede consolarse con que Spike Lee ganó anoche su primer Oscar por mejor guion adaptado, en colaboración con David Rabinowitz, Charlie Watchel y Kevin Willmott. Por la reacción de los asistentes y el sobresalto de Samuel L. Jackson al anunciar exuberantemente al ganador de mejor guion, parecía que Hollywood en general estaba complacido con la situación.

Ciertamente, la transmisión de los Oscar (que salió bien sin conductor este año, tras algunos ajustes previos) dio la impresión de ser un mitin a favor del progreso con vestidos de gala y esmóquines en vez de pancartas. El tono de autofelicitación que prevaleció evocó a otras generaciones de ceremonias del Oscar y a veces amenazó con abrumar a las sorpresas más modestas de la noche, particularmente al triunfo de Olivia Coleman sobre Glenn Close, Lady Gaga, Melissa McCarthy y la novata de Roma, Yalitza Aparicio, en la categoría de mejor actriz.

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Sin embargo, los momentos más conmovedores de la noche (y en muchos sentidos, los que más pruebas dieron del cambio auténtico) se dieron horas antes, cuando Ruth E. Carter y Hannah Beachler pasaron a la historia del cine por ser las primeras afroestadounidenses en ganar el premio de la Academia al mejor vestuario y al mejor diseño de producción respectivamente, ambas por la cinta Black Panther.

En estas mujeres, que trabajan en puestos técnicos que el público casi no celebra, pero que tienen un gran respeto en la industria del cine, uno podía notar las luchas para que las tomaran lo suficientemente en serio como para prosperar en profesiones en las que alguna vez fue improbable encontrar a alguien que luciera como ellas.

Carter dijo: "Espero, a través de mi ejemplo, que esto signifique que hay esperanza. Otras personas pueden llegar y ganar un Oscar como yo". Por otro lado, Beachler concluyó su emotivo discurso de aceptación diciendo: "Cuando creas que es imposible, recuerda este consejo que me dio una mujer muy sabia: hice mi mejor esfuerzo, y mi mejor esfuerzo es suficiente".

¿Quieren pruebas del cambio? Les doy una pista: no siempre se ve a simple vista en la pantalla.