Guerras, Mundiales y palabras malsonantes

El futbol es un espectáculo de masas creado por la televisión sin el cual no existiría ni como deporte ni como negocio, señala Jordi Oliva.
Este va a ser un Mundial diferente por varias razones: porque es el primer evento global después de la pandemia y por unas fechas poco usuales, casi navideñas, donde ya hay saturación publicitaria para un evento en un país anfitrión cuestionado, apunta Jordi Oliva.

(Expansión) - Como aficionado, mi relación con el futbol terminó el 18 de mayo de 1988, cuando el RCD Espanyol llegó a la final de la Copa de la UEFA de aquel año y la perdió contra el Bayern Leverkusen.

Al día siguiente y con la resaca de la amarga derrota, entrevistaban en televisión al socio más antiguo del club catalán, al que le preguntaban qué le parecía que el equipo hubiera llegado, después de muchos años de intentarlo, a una final europea y la hubiera perdido.

Aquel señor octogenario, el socio más antiguo y viejo del club contestó con sorna: “ya me extrañaba a mí que los periquitos fuéramos a ganar algo”.

El futbol es un espectáculo de masas creado por la televisión sin el cual no existiría ni como deporte ni como negocio. Jeff Bliss, director de licencias para Estados Unidos de la FIFA dijo alguna vez que “nunca habrá otra guerra mientras se juegue la Copa Mundial de Futbol, porque no habrá cobertura mediática de la guerra”.

La televisión, con su realización y sus comentaristas aportan al futbol un valor adicional remarcable. Las plataformas sociales, los eSports o los álbumes con estampitas coleccionables de los jugadores, son solo un eco de lo que la pantalla transmite. Y sin embargo la FIFA se encarga bien de impedir el uso de las imágenes para uso publicitario, por lo que los canales de televisión tienen que construir contenido paralelo comercializable para poder financiar los derechos de imagen.

Un contenido al que las marcas se lanzan legítimamente a tratar de endosarse los valores positivos y nacionales que los equipos representan, financiando así a la audiencia. Pero eso de ver el Mundial en abierto y sin costo está cerca de llegar a su fin en muchos países. A los canales de televisión les cuesta cada vez más recuperar en ingresos publicitarios los derechos que FIFA demanda, y más pronto que tarde los espectadores tendrán que pagar por ver los partidos a través de las nuevas formas de televisión, como las VOD, las OTTs o la televisión en streaming. Ya lo decía McLuhan: los medios nuevos hacen su contenido de los medios viejos, como la televisión lo hizo del cine (o del circo, uno ya no sabe).

Este va a ser un Mundial diferente por varias razones: primero (y no es poco) porque es el primer evento global después de la pandemia. Pero también por unas fechas poco usuales, casi navideñas, donde ya hay saturación publicitaria para un evento en un país anfitrión cuestionado: que si el país árabe no respeta los derechos de las mujeres, o los derechos del colectivo LGTB+, o que si las condiciones laborales de la construcción de los estadios fueron de explotación.

Hummel, la marca que viste a la selección de Dinamarca ha decidido eliminar sus logos del uniforme como protesta. "No queremos ser visibles durante un torneo que ha costado miles de vidas", dicen, y aclaran que "apoyamos a la selección danesa hasta el final, pero eso no es lo mismo que apoyar a Qatar como país anfitrión". Para la cita mundialista, Hummel ha lanzado tres camisetas, una de ellas negra, como símbolo de luto.

En cualquier caso, y como dijo el poeta romano Juvenal (100 A.D.) “panem et circenses” (o sea, pan y circo y que la gente no se involucre en política). Tengo un interés antropológico particular por cómo nos identificamos con unos tipos que le pegan a un balón sin ninguna estrategia aparente.

El futbol – o mejor aún, el espectáculo televisivo del futbol - es capaz de sacar lo mejor y lo peor de nosotros mismos, reforzando nuestra identidad y alienando nuestra conducta social en tiempos de confusión y falta de propósitos nacionales.

La Federación Mexicana, cuya afición gritaba “puuuuuuto” cada vez que sacaba de puerta el portero rival, fue amonestada por la FIFA y pidió a los aficionados que respetaran a los jugadores contrarios. La reacción popular para el Mundial de Rusia 2018 fue cambiarlo por “Puuuuuutín”, provocando aún más la gresca general en cada partido.

La selección de Rusia está sancionada por la invasión de Ucrania, pero Irán, que le suministra drones, está en el grupo B. Me temo que la guerra de Ucrania no se detendrá por el Mundial de futbol de Qatar, sino por el frío invierno del este de Europa que ya detuvo a Napoleón y a Hitler. Pero ojalá se detenga. Veremos.

Nota del editor: Jordi Oliva es CIO de Publicis Groupe México. Síguelo en

. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.