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Medios de comunicación y audiencias digitales, protagonistas en elección en EU

Quien sea el nuevo jefe de la oficina oval, gobernará con el Congreso y la ciudadanía totalmente divididos.
vie 01 noviembre 2024 06:03 AM
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No importa quién resulte ganador entre Donald Trump y Kamala Harris en las presidenciales de EU, las audiencias están divididas y no proyectarán tendencias definidas ni siquiera el día de la elección, señala Alejandra G. Marmolejo.

Cuando empezó el año electoral, nunca imaginamos la inestabilidad política que atravesaría Estados Unidos para definir a los candidatos del sistema bipartidista. Sorprendentemente, las elecciones en América Latina se desarrollaron con mayor certidumbre que la democracia del vecino del norte.

Desde mayo de este año, cuando Donald Trump estaba enfrentando un juicio por más de 20 cargos por diversos delitos (de los cuales resultó culpable), la definición de los candidatos presidenciales no dio tregua ni a la prensa ni a las audiencias en redes sociales.

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Esta historia pareciera de ficción: el candidato republicano, casi convicto y sobreviviente de un intento de magnicidio; el candidato demócrata cediendo su lugar después de un visceral señalamiento de sus detractores por la incapacidad de mantenerse cuerdo durante el primer debate. Kamala Harris, vicepresidenta en turno, fue bateadora emergente y recaudó más de 500 millones de dólares para fundar su campaña presidencial. Esta cantidad de dinero no debe ser vista como sinónimo de aceptación entre los votantes; es otro llamado de emergencia del Partido Demócrata para rescatar una elección de Donald Trump.

La encuesta de intención de voto del New York Times da por sentado un empate técnico entre Harris y Trump, pero el sistema electoral de los Estados Unidos no se define por el voto directo. El sistema de votos (puntos) por estado, otorgados por colegios electorales y definidos por el peso demográfico, no se reparten parcialmente, es un resultado de todo o nada. Es decir, entre más habitantes tiene un estado, representan mayor cantidad de votos.

Por ejemplo, California, el estado más poblado de Estados Unidos, “pesa” 55 votos electorales que se acumulan completos para un solo candidato. Los colegios electorales, conformados por personas que también tienen sesgos políticos, deben emitir el voto de los ciudadanos que están representando. Se necesitan 270 votos electorales para ganar una elección presidencial.

En pocas palabras, los colegios electorales tienen la encomienda de emitir el voto de los habitantes de la región que representan. Este factor indirecto es la clave para entender los posibles escenarios que acompañarán al futuro presidente de los Estados Unidos de América. Las audiencias, que fueron saturadas de información en los últimos tres meses, podrían no ser representadas en los votos electorales emitidos en sus respectivos estados.

Estos son los posibles escenarios informativos del próximo 5 de noviembre.

Una ciudadanía partida por la mitad

El resultado de esta elección es muy importante, pero compite con otros factores que son relevantes para la gobernanza: el número de congresistas óptimo para el partido ganador y la aprobación ciudadana. Ningún candidato cuenta con este respaldo. Las audiencias hispanoparlantes en Estados Unidos, que son anclas importantes para el electorado, no mostraron preferencias absolutas ni aprobación entusiasta hacia ningún candidato en particular.

Donald Trump y Kamala Harris son igualmente aborrecidos por las minorías. Recientemente, Tony Hinchcliffe, comediante invitado a un rally republicano en Nueva York, hizo comentarios racistas hacia la pobación latina en Estados Unidos y llamó a Puerto Rico “una isla llena de basura”.

No importa quién resulte ganador, las audiencias están divididas y no proyectarán tendencias definidas ni siquiera el día de la elección. Serán los colegios electorales en estados denominados como swing states -Nevada, Pennsilvania y Michigan-, los que definan los resultados de la elección presidencial.

La urgencia de los medios de comunicación para proclamar un vencedor

Los verdaderos protagonistas de este proceso electoral han sido los medios de comunicación y sus audiencias digitales. Los eventos catalizadores de la elección presidencial fueron el intento de magnicidio de Trump en Pennsilvania y el cambio de estafeta entre Joe Biden y Kamla Harris en julio pasado; desde entonces, las convenciones de ambos partidos, debates, rallys y encuestas de intención de voto han llenado las agendas editoriales de los medios de comunicación.

Los Angeles Times, y The Washington Post, diarios abiertamente liberales, decidieron no hacer endorsement hacia el Partido Demócrata, y se llevaron la rechifla generalizada en redes sociales. La situación es contraintutitiva porque los medios de comunicación deben buscar la neutralidad ideológica, pero sus audiencias tienen sesgos políticos y muchas de las empresas informativas son propiedad de billonarios como Jeff Bezos, dueño de Amazon y The Washington Post.

Estos conflictos de interés serán el telón de fondo de las coberturas mediáticas el día de la elección, por lo que es altamente posible que las audiencias se saturen de sesgos políticos, sin oportunidad de verificar el volumen de información que recibirán durante la jornada electoral.

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México (y los mercados financieros) a la expectativa del resultado

El nerviosismo en los mercados financieron y las audiencias especializadas está presente desde que inició oficialmente el proceso electoral en Estados Unidos. En el peor de los casos, la victoria de Donald Trump dispararía el tipo de cambio por encima de los 22 pesos por dólar los días siguientes de la elección. Pero los mercados de divisas (que se ajustan con la política monetaria) no son el verdadero problema: el candidato republicano ha demostrado continuamente el desdén por las relaciones bilaterales -especialemente los vínculos comerciales- entre México y Estados Unidos.

El descontento de las autoridades en materia regulatoria por la reciente aprobación de la Reforma Judicial en México tampoco es de ayuda para la incipiente inversión privada del sexenio entrante.

Ninguno de los candidatos se ha pronunciado sobre la entrada de Claudia Sheinbaum al poder ejecutivo mexicano. Pero existe una posibilidad latente de tener a dos mandatarias (por primera vez en la historia) en América del Norte. El escenario donde Sheinbaum y Harris discuten por el equilibrio migratorio y económico entre ambos países es francamente estimulante para los movimientos feministas de las élites políticas. Las narrativas en redes sociales alrededor de este tema podrían abonar a la discusión sobre los techos de cristal y quiénes tienen la posibilidad de romperlos. El maratón informativo apenas comienza.

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Nota del editor: Alejandra G. Marmolejo es profesora de Ciencias Sociales en el Tecnológico de Monterrey y miembro del Observatorio de Medios Digitales del Tecnológico de Monterrey. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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