Esta historia pareciera de ficción: el candidato republicano, casi convicto y sobreviviente de un intento de magnicidio; el candidato demócrata cediendo su lugar después de un visceral señalamiento de sus detractores por la incapacidad de mantenerse cuerdo durante el primer debate. Kamala Harris, vicepresidenta en turno, fue bateadora emergente y recaudó más de 500 millones de dólares para fundar su campaña presidencial. Esta cantidad de dinero no debe ser vista como sinónimo de aceptación entre los votantes; es otro llamado de emergencia del Partido Demócrata para rescatar una elección de Donald Trump.
La encuesta de intención de voto del New York Times da por sentado un empate técnico entre Harris y Trump, pero el sistema electoral de los Estados Unidos no se define por el voto directo. El sistema de votos (puntos) por estado, otorgados por colegios electorales y definidos por el peso demográfico, no se reparten parcialmente, es un resultado de todo o nada. Es decir, entre más habitantes tiene un estado, representan mayor cantidad de votos.
Por ejemplo, California, el estado más poblado de Estados Unidos, “pesa” 55 votos electorales que se acumulan completos para un solo candidato. Los colegios electorales, conformados por personas que también tienen sesgos políticos, deben emitir el voto de los ciudadanos que están representando. Se necesitan 270 votos electorales para ganar una elección presidencial.
En pocas palabras, los colegios electorales tienen la encomienda de emitir el voto de los habitantes de la región que representan. Este factor indirecto es la clave para entender los posibles escenarios que acompañarán al futuro presidente de los Estados Unidos de América. Las audiencias, que fueron saturadas de información en los últimos tres meses, podrían no ser representadas en los votos electorales emitidos en sus respectivos estados.
Estos son los posibles escenarios informativos del próximo 5 de noviembre.
Una ciudadanía partida por la mitad
El resultado de esta elección es muy importante, pero compite con otros factores que son relevantes para la gobernanza: el número de congresistas óptimo para el partido ganador y la aprobación ciudadana. Ningún candidato cuenta con este respaldo. Las audiencias hispanoparlantes en Estados Unidos, que son anclas importantes para el electorado, no mostraron preferencias absolutas ni aprobación entusiasta hacia ningún candidato en particular.
Donald Trump y Kamala Harris son igualmente aborrecidos por las minorías. Recientemente, Tony Hinchcliffe, comediante invitado a un rally republicano en Nueva York, hizo comentarios racistas hacia la pobación latina en Estados Unidos y llamó a Puerto Rico “una isla llena de basura”.
No importa quién resulte ganador, las audiencias están divididas y no proyectarán tendencias definidas ni siquiera el día de la elección. Serán los colegios electorales en estados denominados como swing states -Nevada, Pennsilvania y Michigan-, los que definan los resultados de la elección presidencial.
La urgencia de los medios de comunicación para proclamar un vencedor
Los verdaderos protagonistas de este proceso electoral han sido los medios de comunicación y sus audiencias digitales. Los eventos catalizadores de la elección presidencial fueron el intento de magnicidio de Trump en Pennsilvania y el cambio de estafeta entre Joe Biden y Kamla Harris en julio pasado; desde entonces, las convenciones de ambos partidos, debates, rallys y encuestas de intención de voto han llenado las agendas editoriales de los medios de comunicación.
Los Angeles Times, y The Washington Post, diarios abiertamente liberales, decidieron no hacer endorsement hacia el Partido Demócrata, y se llevaron la rechifla generalizada en redes sociales. La situación es contraintutitiva porque los medios de comunicación deben buscar la neutralidad ideológica, pero sus audiencias tienen sesgos políticos y muchas de las empresas informativas son propiedad de billonarios como Jeff Bezos, dueño de Amazon y The Washington Post.
Estos conflictos de interés serán el telón de fondo de las coberturas mediáticas el día de la elección, por lo que es altamente posible que las audiencias se saturen de sesgos políticos, sin oportunidad de verificar el volumen de información que recibirán durante la jornada electoral.