El mensaje no dejó ninguna entrelínea; fue claro y directo. "Nosotros privilegiamos el comercio con los países con los que tenemos tratado. Con China no tenemos tratado comercial y estamos importando muchísimos productos", destacó la semana pasada la presidenta de México, Claudia Sheinbaum.
#Entrelíneas | No es Estados Unidos o China. Es Estados Unidos y China

Hoy, esta historia se está inclinando hacia un lado. A raíz de las presiones que provienen del norte, la narrativa indica que el gobierno mexicano está prefiriendo estar más cerca de Estados Unidos y lo más lejos que se pueda de China. La desequilibrada balanza comercial que existe entre México y China es el argumento que socializan los funcionarios mexicanos para justificar esta postura, pero, en realidad, no todo es lo que parece.
Sí, metafóricamente, México exporta cacahuates a China. Por su parte, la potencia asiática exporta, invierte y participa en muchos de los servicios y actividades productivas mexicanas. Todos los días, en muchos lugares y al mismo tiempo, la presencia china está presente en el transporte público de la Ciudad de México, en nuestras telecomunicaciones, en nuestras ropas. Frente a eso, pregonar que lo mejor es decirle adiós a China es un argumento alejado de todo fundamento.
De acuerdo con datos proporcionados por el Banco de México, en 2024, las importaciones provenientes de China alcanzaron un máximo histórico de 129,795 millones de dólares (mdd), lo que se tradujo en un incremento de 13.6% respecto a las cifras de 2023, pero sobre todo reflejan lo inconveniente que significaría debilitar la relación comercial con esta nación: 20.7% de las importaciones totales de México provienen del gigante asiático y se tratan principalmente de equipos eléctricos y electrónicos, así como de vehículos y autopartes.
Estados Unidos es el principal socio comercial de México, pero cerrar los ojos y desdeñar la influencia china en México es pretender ocultar una parte de la realidad.
Dicho esto, el conflicto entre Estados Unidos y China escalará aún más, Donald Trump seguirá ejerciendo una gestión bastante frívola de la política y todo apunta a que la amenaza de aranceles se mantendrá encendida durante toda su administración, pero el rol de México en esta historia resulta de mayor trascendencia a la coyuntura.
La relación de México con China es antiquísima. Los contactos diplomáticos entre ambos países cuentan ya con 126 años pues se tiene registro que el primero tuvo lugar en 1899, pero fue hasta el 14 de febrero de 1972, al calor de la 26º Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando se establecieron las relaciones diplomáticas entre México y la República Popular China. Al paso del tiempo, se goza de una relación como cualquier otra: profunda, intensa y también con claroscuros.
Como sea, guste o no, si China no es la mayor economía del mundo, avanza hacia allá. El Fondo Monetario Internacional ya le otorgó esa etiqueta. Bajo ese marco, la semana pasada China celebró su evento político más importante en el que la XIV Asamblea Popular Nacional revisó el Plan Quinquenal 2021-2025 y, entre sus conclusiones, apostó por seguir priorizando los esfuerzos de alta calidad en lo que denomina sus nuevas fuerzas productivas en ciencia y tecnología. Por lo tanto, sostener relaciones con esta potencia, pero sobre todo intensificarlas, es estratégico.
China no se detendrá en su camino. México es un destino muy atractivo para esta potencia y, como lo ha manifestado en foros abiertos y en negociaciones alejadas de los reflectores, mantiene su interés en seguir invirtiendo y en aumentar sus niveles de exportación hacia México, pero también reconoce que este socio depende de Estados Unidos. Bajo ese panorama, su sociedad con Brasil podría empoderarse.
Así, los estudiosos en esta materia sostienen que la estrategia que debe tomar el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum no radica en enterrar la relación con China para que, en consecuencia, los mariachis celebren la relación de México con Estados Unidos, sino que también se le dé el lugar que corresponde a la relación que se tiene con la potencia asiática y su importancia en este entramado económico.
La solución está en permitir el florecimiento de lo que los analistas definen como ‘nuevas relaciones triangulares’. Especialistas de la talla de Liljana Arsovska, Eugenio Anguiano Roch y Enrique Dussel Peters, en el documento llamado “Aspectos para una agenda estratégica México-China. Nuevas relaciones triangulares” , ponen sobre la mesa una serie de reflexiones sobre tres temas críticos en la relación con China (política y diplomacia; economía; educación, ciencia y cultura), junto con sus recomendaciones para incluir a Estados Unidos en una relación triangular.
“Los próximos cuatro años serán de una lucha más intensa entre China y Estados Unidos (…) Para los intereses nacionales de México siempre ha sido importante diversificar mercados (…) La opción es China”, afirma Eugenio Anguiano. “Dado que ese país tiene un enfrentamiento creciente, y en varios frentes, con Estados Unidos, la estrategia diplomática a seguir es Asia del Este, con el triángulo Pekín-Tokio-Seúl como punto central de la diversificación de los intereses de México y como complemento necesario la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSEA), que agrupa a 10 economías. México tiene embajadas en los tres países del triángulo citado, más tres consulados generales y una oficina de Enlace en Taiwán”.
Por su parte, Enrique Dussel Peters añade: “Un aspecto crucial de la nueva relación triangular es el importante valor agregado chino en las exportaciones mexicanas totales y a otros países, incluyendo Estados Unidos. El tópico es significativo en próximas negociaciones de México con Estados Unidos y China, particularmente para las empresas estadounidenses establecidas en México y la posible definición de políticas comerciales dirigidas a estas empresas extranjeras y estadounidenses”.
Conclusiones: al igual que la conexión que México tiene con Estados Unidos, la relación México-China también está atornillada y hay muchas muestras de ello en términos políticos y económicos (comercio, inversión e infraestructura); dada la coyuntura, es necesario tejer una estrategia que tome en cuenta la relevancia económica que tiene nuestro principal socio comercial y la potencia asiática en México; no es uno u otro, es uno y otro.
Todo puede pasar. La influencia de China en México puede ingresar a una nueva fase, quizá debilitarse, pero no es conveniente. Hoy no estamos preparados para sustituir importaciones. Desdeñar la importancia china es un mal negocio para México. Si así se impone, habrá que asumir un saldo negativo. China, por lo pronto, mantiene el pragmatismo y espera señales para intensificar o no su penetración.
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Enrique Dussel ofrece más data para analizar esta historia en su justa dimensión:
Desde 2003, China es el segundo socio comercial de México y el más dinámico en el siglo XXI: China participó con menos del 1% del comercio exterior de nuestro país hasta 2000, para después dispararse a 10.43% en 2023, convirtiéndose en el segundo importador (con 19.08 % de las importaciones totales de México en 2023).
Para México, la sustitución de importaciones estadounidenses por chinas ha sido profunda: en 1996, el 75.49% de las importaciones mexicanas provenían de Estados Unidos y cayeron al 42.68 %, en 2023; al tiempo que se ha convertido en el primer importador en cadenas globales de valor, como la electrónica y autopartes.
En 2023, el 83% de las importaciones chinas consistieron en bienes intermedios y de capital, es decir, son cruciales para los procesos de transformación en México (para su mercado interno y también para el de exportación).
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Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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