La labor de cuidar bosques en México, por menos del salario mínimo

En México se pagan 356 pesos por hectárea por cuidar un mínimo de 100 hectáreas de bosque. El pago de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) ofrece el equivalente a 6.37 salarios mínimos por hectárea al año.
Hace 5 años, los habitantes del ejido comunitario Benito Juárez, ubicado en el corazón de la Reserva de Los Tuxtlas, en el estado sureño de Veracruz, decidieron aprovechar los programas gubernamentales de Pago por Servicio Ambientales para dejar de depender únicamente de los pocos ingresos que les generaban la cosecha del café y la ganadería.
Las 83 familias de ejidatarios de esta comunidad reciben un total de 1,000 pesos (alrededor de 80 dólares) por hectárea al año. Los recursos provienen de 3 programas que les pagan por conservar el ambiente y por promover el ecoturismo en las 110 hectáreas del ejido.
El esquema de Pago de Servicios Ambientales fue introducido en México en el 2003, y busca dar un incentivo económico a los dueños de los terrenos forestales para evitar el cambio de uso de suelo y/o la degradación de los suelos.
Teresa Uribe, promotora de servicios ambientales de la Conafor en Veracruz, reconoció que el pago es más bien simbólico porque buscan apoyar a la gente que ha cuidado los bosques y las selvas, pero que hasta ahora no recibía nada a cambio.
Agregó que se busca promover en las comunidades ejidatarias la no dependencia del gobierno para la preservación de los recursos forestales y selváticos.
En el periodo 2003 - 2010, la Conafor asignó 5,289 millones de pesos (423 millones de dólares) bajo el esquema de Servicios Ambientales para la ejecución de 4,646 proyectos de conservación, en una superficie de 2 millones 767 mil hectáreas (equivalentes a 17.88 veces la capital del país).
Arnulfo Castillo Xoco, agente del presidente ejidal, dice que si bien sus ingresos han mejorado tras haber decidido aplicar al esquema de Pago por Servicios Ambientales, los pagos gubernamentales les han resultado insuficientes para el sustento de sus familias y los han obligado a buscar fuentes alternativas de ingresos.
Para algunos, esto ha implicado dejar el ejido para irse a trabajar a maquiladoras en Nogales, Sonora, al norte del país, o emigrar a Estados Unidos.
“Hace falta más apoyo. De biodiversidad estamos recibiendo 1,000 pesos por hectárea (al año), pero si nos ponemos a analizar, con 1,000 pesos no se mantiene uno (ni siquiera) un mes. Yo tengo a mis hijos y mi parcela está en el monte. Y ahorita veo la montaña y está preciosa pero no me reditúa ganancias. Mis hijos necesitan estudios superiores pero no se los puedo dar con mis parcelas”, señala.
Otra fuente de ingreso para las familias es la que se genera por cobrar la entrada a 41 hectáreas de selva virgen que sobrevivió intacta a la tala para fines agrícolas y ganaderos. Un visitante debe pagar 25 pesos (2 dólares) la entrada y 100 pesos (8 dólares) por un guía que lo encamine por los senderos de una selva que contiene especies endémicas y en peligro de extinción.
También venden la pimienta que se da en los árboles que están alrededor de la reserva. Por un kilo de pimienta sin secar les pagan 9 pesos (menos de un dólar). Si la secan, ganan 30 pesos (2 dólares y medio) el kilo.
Catalina Oltehua Tezoco, madre de 4 hijos y guía de la reserva, recuerda que hace 2 años, cuando iniciaron las visitas por la selva, había 18 guías entrenados. Hoy sólo quedan 10.
“En ésta época del año hay pocos visitantes y algunos se desesperan. Lo que sacamos por los 100 pesos que nos pagan a cada uno, lo juntamos en una caja y nos lo repartimos en partes iguales cada quincena. Pero a veces juntamos más que otras y para algunos eso no es suficiente y se van a trabajar a otros lados”, dice.
Para tener un poco más de dinero, ella recoge lirios secos para hacer artesanías y borda servilletas que intenta vender a los turistas que pasan por el ejido. También hace medicinas usando las hierbas de la selva con técnicas tradicionales. Su esposo continúa cosechando café en un terreno que no entra en el esquema de Pago por Servicios Ambientales.
Leoncio Oltehua Tezoco, hermano de Catalina, y presidente ejidal, espera que las visitas a la reserva, la conservación de la selva, y la venta de pimienta que hacen los ejidatarios de manera conjunta puedan convertirse a la larga en actividades redituables.
“Nosotros lo que queremos es crear una fuente de trabajo, porque hay muchos jóvenes que se van a la inmigración. Nosotros queremos que aquí haya una pequeña empresa que comencemos a trabajar para que esos jóvenes sean los que la sostengan. Hay jóvenes que tienen las carreras de ingenieros agrónomos o cualquier otra profesión, pero que se van”, explica.
Sin embargo, admite que para alcanzar ese objetivo hacen falta más recursos y tiempo para que su reserva sea mucho más visitada que ahora.
La Cominisón Nacional Forestal también apoyó la elaboración de 760 documentos para proyectos (2004 a 2009) con una inversión adicional de 85 millones, en beneficio de más de 5,400 ejidos, comunidades y pequeños propietarios en todo el país.
Los bosques y selvas tropicales, aún cuando cubren apenas el 6% de la superficie terrestre, captan casi 50% de toda la lluvia del planeta.