Las tortugas 'baula' encontraron un santuario en las costas de Gabón
La tortuga baula es una de los titanes del océano y el integrante más largo de la familia de las tortugas. También es uno de los reptiles más grandes, sólo superado por algunas especies de cocodrilos. Los adultos pueden pesar más de 900 kilos y llegar a medir más de dos metros de largo. La más grande que han descubierto medía tres metros de pico a cola.
La especie obtiene su nombre por su caparazón estriado y punteado que, a diferencia de otras tortugas marinas, tiene la textura de hule rígido. Al pasar casi toda su vida en el mar, la baula, la única tortuga de sangre caliente, puede soportar aguas más frías que otras especies.
Esto le ha permitido ser el reptil geográficamente más disperso: se ha observado desde las costas de Terranova y el norte de Noruega, hasta Nueva Zelanda y la punta del sur de África.
Pero a pesar de su propagación por los océanos del mundo, la población baula ha ido en picada en las décadas recientes. El impacto de la pesca comercial, la caza ilegal de sus huevos y otros peligros, hicieron que sus números bajaran en un 80% durante las décadas de 1980 y 1990, y hoy la especie es clasificada como en peligro de extinción.
Sin embargo, en las playas de Gabón, al oeste de África, hay signos alentadores. Aquí un importante proyecto de conservación hecho por una ONG local, Aventures Sans Frontieres (ASF o Aventuras sin Fronteras), intenta salvar este antiguo gigante de la extinción.
Gabón es el hogar de la población de nidos más grande de las baulas con una población estimada de 15,000 a 45,000 hembras usando sus cálidas playas tropicales como un lugar para incubar sus huevos. Como lo explica Celine Gagnde, de ASF, si sabes dónde buscar, las baulas del tamaño del hombre se pueden ver todas las noches por meses enteros.
“Probablemente hay tortugas viniendo a la playa a dejar sus huevos todos los días de octubre a marzo o incluso hasta abril”, dijo.
Después de aparearse con un macho en la costa, la hembra baula esperará al anochecer para ir a la playa, escavar un hoyo en la arena y depositar sus huevos, hasta 150 por vez.
Los entierra a unos 80 centímetros de profundidad con sus aletas traseras, compactando la arena húmeda con el peso de su cuerpo para proteger los huevos y cuando termina su tarea en tierra regresa al mar.
Gagne dice que por cada 1,000 huevos depositados, a lo mejor solo una tortuga sobreviva hasta llegar a la madurez. Algunos de los recién nacidos de 10 centímetros no podrán cavar su camino a la superficie para llegar al mar y se sofocarán en los nidos. A otros se los llevan fácilmente cangrejos, perros, aves de mar y otros predadores.
El programa de ASF incluye recolectar información de los patrones de anidación de las poblaciones de baulas, y de cómo operan sus nacimientos. Los huevos silvestres son protegidos por una barda, antes de que los recién nacidos se internen en el océano para aumentar sus probabilidades de sobrevivir.
La organización también trabaja para educar al público acerca de la conservación de las tortugas. “Hay muchas amenazas para las tortugas jóvenes”, dijo Gagne. “Las amenazas humanas son las más importantes, porque sus actividades, sonidos y luces son un verdadero problema para las tortugas”.
Dijo que es importante minimizar la actividad humana alrededor de las áreas de las playas que usan las baulas para anidar. Los nidos pueden ser aplastados fácilmente por vehículos o por los peatones playeros, y el ruido que hacen puede ahuyentar a las hembras que vienen a anidar. Más aún, como las madres y los recién nacidos usan la luz de la luna para regresar al mar, el brillo de la luz artificial puede confundirlas y guiarlas hacia el peligro.
Aunque no le han puesto un precio a su carne, en varias partes del mundo buscan sus huevos por ser una fuente de proteínas, un afrodisíaco o para usarlas en la medicina tradicional. Gabón no fue una excepción, dijo Gagne.
“La gente solía comer huevos de tortuga, pero sólo en familia”, continuó Gagne. “Sólo toman unos cuantos huevos para los hijos y la esposa”.
ASF alienta a los lugareños a no comer o vender los huevos, haciendo énfasis en el gran valor económico que le dan a la comunidad los esfuerzos de conservación. “Las tortugas pueden ser un producto turístico importante y si ellas desaparecen… los turistas pueden desaparecer junto con ellas. Es una fuente de ingresos”.
Aunque las baulas sobrevivan al proceso de nacimiento, se enfrentan a más peligros en su viaje. Muchas mueren cada año en las grandes líneas o en las redes de los pescadores comerciales, en las que los animales pueden ser atrapados y asfixiados en 40 minutos. La contaminación también presenta un gran problema: las bolsas de plástico flotantes se parecen mucho a las medusas que usan como su alimento principal, las cuales se han encontrado en el sistema digestivo de casi la mitad de las baulas estudiadas en épocas recientes.
Si pueden evitar los peligros, estos gigantes solitarios pueden vivir hasta 50 años. Los machos pueden nunca regresar a tierra después de sobrevivir el pesado proceso de procreación. Extraordinariamente, cuando es tiempo de poner sus propios huevos, las hembras cruzarán el océano para regresar precisamente a la misma playa en donde pusieron sus huevos 15 años atrás.