Dos guardabosques en Sudáfrica difunden el arte de ser rastreadores
En las profundidades de la densa sabana de Sudáfrica, un poderoso rugido de león corta el aire mientras un desfile de elefantes se pasea tranquilamente a través de la llanura.
En algún lugar a la distancia, una manada de leopardos se esconde entre una densa flora a las orillas del río, mientras que varias jirafas estiran sus largos cuellos para masticar las hojas de un árbol.
En medio de todo eso, Renias Mhlongo se siente como en su casa.
“Ahí es donde nací, debajo de ese árbol”, dice Mhlongo, mientras apunta hacia un árbol de ébano en medio del refugio de la vida silvestre en el Parque Nacional Kruger en Sudáfrica.
Mhlongo, de 49 años, es uno de los muy pocos rastreadores experimentados del país, y desde hace tiempo perfeccionó las habilidades tradicionales de seguir el rastro de animales en la reserva de caza de Londolozi.
Él trabaja con Alex van den Heever, otro compañero rastreador sudafricano y guardabosques, tratando de preservar las antiguas habilidades antes de que se pierdan con la modernidad.
A través de los años, los dos hombres, uno negro y otro blanco, han forjado una sólida amistad y una relación de trabajo para rastrear la vida silvestre de Londolozi y a viajar por el mundo como voceros internacionales de la sabana arbolada de África.
“Es la conexión con la naturaleza, con la vida salvaje”, dice van den Heever acerca del profundo lazo que ha creado con Mhlongo.
“Eso es con lo primero con lo que la gente lo relaciona, pero ahí es cuando pienso que la gente conoce la historia de África, conoce los problemas que hemos superado y cuando ven a dos tipos, uno negro, uno blanco, que se han conectado en un nivel tan profundo, les gusta y eso muestra todo lo que Sudáfrica tiene para ofrecer”, añade.
Armado con una intuición misteriosa, Mhlongo pasó toda su niñez en la sabana, guardando y protegiendo al rebaño de su familia de los leones, muchas veces por sí mismo.
“Cuando crecí aquí, me sentaba en silencio, escuchando los diferentes sonidos de los animales, el sonido de los saltamontes, el sonido del león, todo eso es parte de mi crecimiento con la naturaleza porque aquí, no tenemos celulares, lo que hace que me conecte con la naturaleza”, dice Mhlongo.
“Si vienes de un pueblo, es muy difícil notar cosas … pero yo nací aquí y uso mi pasión para escuchar todo, para tratar de notar algo”, añade.
Actualmente, Mhlongo y van den Heever usan su vasto conocimiento y experiencia en la sabana arbolada para transmitírsela a las generaciones jóvenes. Juntos abrieron una academia de rastreadores en donde ofrecen cursos anuales para enseñarles las habilidades que Mhlongo aprendió cuando era chico.
“El curso busca restaurar el conocimiento que una vez fue parte de nuestro entorno”, dice van den Heever.
“Solo quedan unos cuatro o cinco rastreadores auténticos y genuinos, esto se está muriendo. Si tomas en cuenta las cualidades formales, solo hay 19 rastreadores experimentados en Sudáfrica, de los cuales solo quedan cinco evaluadores rastreadores experimentados y solo tres rastreadores mayores”, añade. “Entonces la conclusión es que los estamos perdiendo y si no hacemos nada, en 10 años podríamos haber visto a los últimos rastreadores tradicionales”.
Los dos hombres también imparten talleres de entrenamiento y viajan por el mundo para dar pláticas y entrenar a la gente sobre lo que pueden aprender de la sabana arbolada, al mismo tiempo que apoyan a la conservación.
Mhlongo dice que le apasiona enseñar sus habilidades valiosas a los que quieren ser rastreadores.
“Es muy importante compartir el conocimiento con otras personas, darles las mismas habilidades que nosotros tenemos”, dice Mhlongo. “Las habilidades de rastreo están muriendo porque nadie escribió libros acerca de cómo rastrear animales, así que estamos tratando de retomarlas”.