El cáncer impulsa a un médico mexicano a crear la terapia alpina
El médico Francisco Olvera asegura que los mejores años de su vida se los debe al cáncer y afirma haber descubierto en el alpinismo una forma de terapia para él y otros pacientes.
Cada año, desde 1999, un grupo de sobrevivientes de esa enfermedad convocado por Olvera, se reúne con el propósito de alcanzar la cumbre del volcán Iztaccíhuatl a más de 5,000 metros de altitud.
Es la terapia alpina, que Olvera define en su página web www.terapiaalpina.com como la práctica de caminar, sentir, percibir y hallar una forma sencilla de conexión con el universo.
Esta práctica, agrega, incrementa el sistema inmune y eleva las endorfinas .
Así es como Francisco ha afrontado la enfermedad durante más de una década.
“Me queda un año de vida. Los médicos ya usaron todos los protocolos del cáncer conmigo y nada funcionó”, describe el médico anestesiólogo y “de montaña”.
“Saqué a mis hijos, Paco y Ana, de la escuela y me los llevé a Europa para disfrutar los últimos momentos de mi vida. En el viaje logré olvidar por momentos que padecía cáncer de riñón y que estaba desahuciado. Entendí lo que era vivir en el presente y a plenitud”, agrega.
Francisco cuenta que en el pasado fue una persona neurótica y resentida, pero tras el diagnóstico de su padecimiento su vida cambió.
“Yo sabía que tenía un tumor pero lo negaba. Pasó un año hasta que no pude engañarme más. Me desmayé, y por supuesto llegué al doctor muy tarde”, recuerda.
Fue internado de inmediato con una falla renal y compresión de órganos internos.
El tumor , de 12 x 22 centímetros, había destruido parte de un riñón e invadido la cava y la aorta. El cáncer se había diseminado.
En el hospital decidió retomar su más grande pasión: “Comencé a visualizar la montaña”.
“¡Era tan vívido! Y empecé a subirla y a caminar paso a paso”.
Francisco salió de terapia intensiva y comenzó a mejorar. En ese momento le pidió a su esposa que lo llevara a ver los volcanes cada semana.
“Empecé a ver con tanta claridad… Es como si formaras parte de todo lo que ves”, narra. “Ahí nació la terapia alpina”.
Afirma que cuando “aceptas” tu condición has avanzado y que el sufrimiento está en la mente. “Sufrí tanto que dije: ¡Basta! Quiero vivir mañana y ver el amanecer”, sentencia.
“Hoy soy alguien que vive a plenitud la vida. Que ama de verdad y que es inmensamente feliz. La vida consiste en el arte de dar y es lo que le da sentido a este camino. Soy un dador y un guerrero”.