Si eres un padre exagerado podrías evitar que tu hijo crezca de verdad
"Sabes que eres un padre exagerado si tu hijo, que no tiene un problema de aprendizaje diagnosticado, tiene más de tres maestros o tutores".
"Sabes que eres un padre exagerado si crees que tu hijo va a ser atleta olímpico aunque ningún entrenador haya predicho el futuro de su desempeño".
"Eres un padre exagerado si llevas a tu hijo a tomar 30 cursos propedéuticos para la universidad antes del examen real".
"Eres un padre exagerado si un profesor decide suspender a tu hijo de secundaria por hacer algo malo y tú llegas a la escuela lleno de información que documenta cada triunfo, estrellita y felicitación que algún maestro ha dado a tu hijo desde la primaria, y dices que tu hijo no puede ser suspendido porque siempre ha sido ‘muy bueno’".
Estos son ejemplos de la vida real dados por el psicólogo Michael Thompson, que ha visto paternidades extremistas desde hace mucho años, y que ha trabajado con escuelas de muy alto desempeño en todo Estados Unidos para enseñar a los padres a controlar su ansiedad.
Thompson es autor de varios libros sobre paternidad, incluyendo la coautoría de Raising Cain: Protecting the Emotional Life of Boys (Criando a Caín: Proteger la vida emocional de los niños).
El escritor es sensible con todos los padres preocupados que quieren lo mejor para sus hijos , y que quieren darles cualquier ventaja posible en la vida, pero advierte que muchos padres sobreestiman su papel en el desarrollo de un niño, lo que puede ocasionar comportamientos extremistas y una percepción muy equivocada del desempeño de sus hijos.
El autor recuerda a una madre que retó al consejero de la preparatoria de su hijo después de que él sugiriera varias opciones universitarias según el desempeño académico de su hijo.
Cuando expresó su decepción, el consejero le explicó que su hijo no era el mejor de la clase. La madre respondió: “sí, pero nadie me dijo que estaba en la mitad de abajo”.
La paternidad exagerada surge de un padre que cree que “es el motor del resultado de su hijo”, dice Thompson.
El problema surge cuando los padres rebasan la línea entre la participación sana e intentar crear el camino al éxito. Y no siempre es una línea muy clara.
Hace 10 años, la columnista de Psychology Today, Hara Estroff Marano, comenzó a investigar el pronunciado aumento en las tasas de depresión en los campus universitarios . Habló con cerca de 400 personas que participaban en los centros de asesoría de las universidades.
Ella les preguntó a qué se debía este incremento, y en casi todos los casos recibió la misma respuesta: “estos jóvenes no tienen habilidades para sobrellevar situaciones negativas; han sido sobreprotegidos por padres que los impulsaban a lograr cosas, pero que les quitaban los obstáculos para que tuvieran un camino directo al éxito”.
“Eso ayuda a Marano a crear su visión de la paternidad exagerada, que involucra a padres que no dan a sus hijos libertad suficiente para experimentar el fracaso.
“Sabes que eres un padre extremista si adoptas las tareas de tus hijos”, dice Marano. Resuelves sus problemas de matemáticas, les pides que hagan algo, como que se amarren las agujetas, (pero) te impacientas y lo haces tú.
Más del archivo de Marano:
“Sabes que eres un padre extremista si haces un viaje a su escuela para entregarle a tu hijo una tarea que dejó en casa”.
En otras palabras: los niños deben experimentar las consecuencias de sus errores. Se les debe dar la oportunidad de fracasar.
“Sabes que eres un padre extremista cuando planeas el horario de clases de la universidad de tu hijo”, dice Marano. Yo pensé que era broma, pero me dijo que esto sí ocurre.
“Sabes que eres un padre extremista si le has dicho a tu hijo que ser el segundo mejor no es suficiente”, agregó.
Y aquí es donde Marano nos atrapa a todos los padres decididos a dar a nuestros hijos la oportunidad de desarrollar lo mejor que llevan dentro. “Es básico que tu hijo aprenda a reunir todos los recursos internos con los que cuenta y busque alcanzar un objetivo que no está seguro de poder alcanzar ”, dice Marano.
“Cuando ese objetivo está cerca, hay que salir a alcanzarlo”, dice. “Aquí es cuando se genera la felicidad máxima en el cerebro. Ese último esfuerzo es clave: cuando no estás completamente seguro de si podrás o no lograrlo”.
Ayelet Waldman, graduada en derecho de Harvard y ex abogada penal, es madre de cuatro hijos y autora de varios libros como sus memorias de la paternidad, llamado Bad Mother (Mala madre) que espera pueda ayuda a la gente a deshacerse de la culpa de no ser una madre perfecta .
Ser un padre extremista, dice, tiene mucho que ver con la creencia de que sólo tú eres responsable del éxito o fracaso de tus hijos.
“Sabes que eres un padre extremista cuando te convences de que los logros o fracasos de tu hijo son meramente el resultado de lo que tú lograste o no lograste hacer”, dice Waldman.
Cuando crees que tienes ese poder, puedes generar un comportamiento paternal exagerado.
“Una madre me preguntó si estaba bien que su bebé de seis meses gateara 3 kilómetros al día”, dice la profesora de psicología de la Universidad Temple, Kathy Hirsh-Pasek. “Ella se percató que después de un kilómetro y medio, su hijo se cansaba”.
Una más de los archivos de Hirsh-Pasek: “sabes que eres un padre extremista cuando estás convencido de que tu hijo de segundo de primaria se divierte más en su programa de matemáticas avanzadas de Kumon que viendo caricaturas un sábado por la mañana”.
Y lo que une todos los puntos, lo que escuchamos una y otra vez de voz de psicólogos y expertos del desarrollo: sabes que eres un padre extremista cuando crees que tu hijo se está convirtiendo en lo que es sólo gracias a ti, porque tú eres el maestro.
En términos de desarrollo, Hirsh-Pasek lo encuadra en dos visiones opuestas sobre los hijos:
1) Un niño es un recipiente vacío que debe ser microadministrado por ti
2) Un niño es un descubridor, un explorador, y tú eres su guía
Ya te dimos muchos ejemplos para saber si eres un padre extremista.
El reto es que tú encuentres las respuestas de cómo ser la excelente guía de una persona que se va a caer una y otra vez, pero que ha aprendido cómo levantarse.