Proponer matrimonio: ¿es un ritual exclusivamente masculino?
Nota del editor: Kay S. Hymowitz es miembro del en el Instituto Manhattan. Su próximo libro es “Manning Up: How the Rise of Women has Turned Men into Boys” (Hacerse hombres: Cómo el avance de a mujer ha convertido a los hombres en niños).
(CNN)— Es el mes del amor y un buen momento para ponderar una de las costumbres más misteriosas de la humanidad: la propuesta de matrimonio.
En febrero, miles de personas piensan en el momento en que el hombre se hincará y mirará con ojos adorables a la abogada, cirujana, o ejecutiva de cuenta que ha sido su primer pensamiento durante incontables días desde hace varios años, para preguntarle: “Te casarías conmigo”.
Las mujeres, en cambio, se aclararán la garganta, las lágrimas humedecerán sus brillantes ojos y, en la mayoría de los casos, aparentemente, dirán: “Sí”.
Es extraña la persistencia de un ritual tan arcaico y, como diría un profesor de estudios de la mujer: un ritual de género. En el mundo post feminista, las mujeres pueden proponer una cita para cenar, un aumento salarial, o una relación; pueden sugerir pagar por el cuidado de un niño en partes iguales, una oferta de acciones, o hasta un threesome. Pero nunca pueden pedir matrimonio. Nunca.
A diferencia de la reparación de líneas telefónicas, conducir un camión, tripular una nave espacial, dirigir el Congreso o el una secretaría de Estado, hacer esta pregunta sigue siendo un trabajo exclusivo de los hombres.
En materia de las propuestas de matrimonio , así como en la guerra, hay estrategias para provocar un ataque directo. Algunas mujeres lanzan indirectas, otras sólo lucen tristes durante algún tiempo. Algunas dan ultimátums, aunque algunas van demasiado lejos. Un reporte de CBSlocal.com dijo que una mujer de Chicago amenzó a su novio diciendo que si no le pedía matrimonio, llamaría al 911 diciendo que él la había atacado . Cumplió su amenaza, pero sigue soltera.
¿Por qué sigue importando la propuesta de matrimonio? La propuesta temporalmente reafirma los roles de género instintivos en nuestra igualitaria e hipercivilizada era. En nuestra vida cotidiana, los hombres y mujeres jóvenes viven de forma andrógina e incluso compiten entre ellos. El campo laboral de la economía del conocimiento está ahora lleno de oficinas en las que las mujeres están a la cabeza. Ellas dirigen compañías y lideran reuniones mientras sus secretarios varones toman notas e incluso sirven café.
Pero llega un momento en que incluso el cerebro más neciamente unisex se rebela. Es cuando los machos deben perseguir y las hembras deben pretender ser tímidas justo como sus parientes menos evolucionados hacen. Dicho con una famosa frase freudiana: la propuesta es “el regreso de los reprimidos”.
Darwin también ayuda a explicar por qué la propuesta no es sólo un momento privado e íntimo entre un hombre y una mujer (y para algunos, entre un hombre y el padre de la novia). Se ha convertido en una producción que debe ser originada, producida, dirigida y ejecutada por el joven.
Un ejemplo de esto son las mega propuestas tipo Disneylandia que hoy abundan en YouTube, con coros, bailarinas, coreografías originales y músicos.
Estas demostraciones siempre culminan con una rodilla en el suelo, una pregunta, y la sorpresa (¿fingida?) de la damisela. Ellas siempre se aclaran la garganta y se llevan las manos a la boca abierta en una exhibición de modestia femenina, tan improbable en nuestra generación.
Los hombres que prefieren un acercamiento más íntimo deben también encontrar una manera de demostrar ingenio e inteligencia, cualidades que también predicen éxito en el mundo actual. Un autor que logró una breve fama en internet, le propuso matrimonio a su novia en el prefacio del libro que escribió.
Otro joven armó un rally con pistas, instrucciones dadas por extraños, boletos de avión y varios vuelos, el cual concluyó con la entrega de un anillo a la exhausta chica en Puerto Rico.
Algunos dudarán de las viejas reglas de género y de las muestras de estatus que definen la propuesta de matrimonio contemporánea. Pero al crecer en una cultura en la que una cita se pide a través de un mensaje de texto a medianoche que sólo dice: “¿estás libre?”, un joven no tiene muchas oportunidades de demostrar iniciativa en el área del romance .
La propuesta provee un ritual que lo obliga a mostrar que es considerado, capaz, amoroso y sincero. En otras palabras, que será un buen esposo y padre.
Y que está dispuesto a aceptar la propuesta de su esposa de que él doblará la ropa limpia.