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Nadie está preparado para asistir un parto en casa, hasta que lo hace

Josh Levs, de CNN, recibió a su hijo en su propia casa, apenas momentos después de que su esposa comenzara el trabajo de parto
dom 06 marzo 2011 05:21 PM
un hombre lleva a su bebé al bar
Especial- padre y bebé en bar un hombre lleva a su bebé al bar

Josh Levs, de CNN, asistió el parto de su hijo en una situación de emergencia. Él compartió su historia con nosotros.

(CNN)En un principio, mientras me arrodillaba en el piso del baño, hablando por teléfono con el servicio de emergencias (911), no comprendía lo que estaba pasando. Pensé que algo había salido mal, o que los paramédicos tendrían suficiente tiempo para llegar.

Cuando tu esposa está embarazada nadie te dice que quizás se pueda saltar el trabajo de parto, caerse al suelo y dar a luz. Ah, y que el cordón umbilical podría estar enredado en cinco vueltas alrededor del cuello de tu bebé. Pero eso fue lo que ocurrió en nuestra casa.

Minutos antes, todo marchaba bien. Mi esposa pensó que quizás estaban comenzando las contracciones, y eso era posible, pues estábamos a tres semanas de su fecha de alumbramiento. Tenemos un niño de tres años. Para su nacimiento, ella estuvo en trabajo de parto en casa aproximadamente 16 horas antes de ir al hospital, y aún esperamos ocho horas a que naciera el bebé.

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Esta vez, ella se dobló y dijo que estaba teniendo contracciones muy intensas y que necesitaba hacer lo que ya había hecho tres años antes, presionar su cadera hacia abajo para ayudar a liberar el dolor. Pero eso no fue suficiente. Ella cayó de rodillas al suelo, quejándose, y pudo decirme cuatro palabras: “llama a una ambulancia”.

Pensé que eso significaba que necesitaba una camilla para llegar al hospital. Pero ella sabía que nuestro hijo había decidido llegar al mundo sin las fanfarrias comunes. Ella tenía mucho dolor como para hablar, y la agonía del parto la azotó en un sólo golpe.

Dije a la operadora del 911 sobre el “flujo de sangre” que salía, y seguí sus instrucciones para acomodar toallas y ayudar a mi esposa a recostarse sobre su espalda, aunque en realidad se acostó de lado. Después, “Dios mío es la cabeza, ¡es la cabeza! ¿qué hago? ¡estoy agarrando la cabeza de mi bebé!”.

La mayoría de la gente que escucha que yo recibí a mi bebé se imagina una comedia. Si fuera una comedia, la cámara hubiera hecho un acercamiento a la lista de planes de parto que mi esposa había hecho con nuestra ‘doula’. En una habitación de hospital, ella habría usado ‘técnicas de yoga’, masajes, una ‘pelota de parto’ y música como técnicas de control del dolor.

Sí, buenos planes.

“Muy bien, escuche, quiero que tome los hombros y sostenga la cadera y piernas con fuerza. Recuerde que el bebé estará resbaloso, así que no lo dejé caer”, dijo la operadora del 911.

Me acerqué, con las palmas hacia arriba, puse mis índices bajo las axilas del bebé y ayudé a guiarlo hacia afuera. Ahí fue cuando mi corazón comenzó a latir mucho más rápido, y la adrenalina pasó de excesiva a supersónica.

El cordón umbilical estaba muy apretado alrededor del cuello del bebé. Piensen en un cuello de tortuga con cinco vueltas. Los ojos del bebé estaban cerrados y no vi señales de respiración. Hasta donde pude ver, no había señales de vida.

Mientras la operadora seguía leyendo las indicaciones estándar (“envuelva al bebé en una toalla o trapo limpio, ate una agujeta con fuerza alrededor del cordón umbilical…”) dejé de seguir las instrucciones. Me concentré en el cuello. Ni siquiera miré más abajo para ver si era niño o niña.

Dios mío, el bebé no respira”, dije. “Respira, bebé, respira”. Mi mente opera con maletines de información. Abrí uno lleno de todo lo que había escuchado sobre nacimientos reales, incluyendo un niño que sé que nació y no respiró por un par de minutos. Al final, todo salió bien, porque había estado recibiendo oxígeno a través del cordón umbilical, por lo que no quise atarlo todavía.

Con mucho cuidado le desenredé el cordón del cuello, intentando no empujarlo, y lo coloqué sobre la toalla.

“Le voy a dar instrucciones de RCP”, ofreció la operadora. Pero después de darle unos golpecitos suaves un par de veces, el bebé abrió los ojos, comenzó a moverse y a respirar, aproximadamente un minuto después de haber salido.

Usé una agujeta para atar el cordón justo cuando los paramédicos llegaron. Tomé a mi hijo de 3 años, que estaba del otro lado de la habitación durante todo esto, y con quien estuve hablando durante todo el proceso. “Todo está bien, hijo, no te preocupes, todo está bien, estas cosas pasan”, le decía. Corrimos hacia abajo rápidamente para dejar entrar a los paramédicos.

Todos corrimos de vuelta a la habitación. Ahí es cuando mi esposa me miró y me dijo sus primeras palabras después de haberse derrumbado 14 minutos antes. “Es un niño”.

Por semanas, esa imagen de mi hermoso hijo al momento de nacer, con sus ojos cerrados, tan puro y nuevo, estaba grabada dentro de mis párpados. Veía esa imagen cada vez que parpadeaba. Hasta ahora, aún puedo ver y sentir todo lo que ocurrió en ese momento.

No es algo que yo recomendaría, y no es algo que yo habría elegido hacer. Si algo hubiera salido mal, los minutos que nos hubiera tomado llegar al hospital habrían marcado la diferencia entre la vida y la muerte.

Pero para mi familia resultó ser algo increíble. Siempre será la experiencia de mi vida, una que compartimos los cuatro, sólo nosotros. Nuestro hijo mayor ya cuenta la historia de cómo su papá atrapó a su hermano, que estaba “cubierto de pintura roja”.

Eso me da una conexión única con mi hijo, una que tendremos toda nuestra vida. Saber que lo primero que escuchó al salir del vientre fue que yo me asegurara de que podía respirar, que lo primero que sintió fue a alguien sosteniéndolo y desenredándole el cordón, cambia mi relación con él un poco. La refuerza de una forma poderosa, y eso es algo que todos los padres queremos que tengan nuestros hijos, esa sensación, el saber que los cuidaremos y protegeremos.

Pero no crean que no se lo recordaré cuando crezca y sea adolescente.

Esto me dio una nueva apreciación hacia los médicos que reciben exitosamente miles de bebés, y sobre todo hacia las heroicas mujeres, sobre todo mi esposa, que en ese momento sufren todo lo que sufren para traer vida al mundo. Estoy impactado, y no tengo palabras para agradecerlo.

También aumentó mi propia percepción del regalo de la vida. Cuando depende de ti ayudar a tu hijo a dar sus primeros respiros, aprecias no sólo esto sino a ti mismo de una forma distinta. La aventura de la vida, crecer, explorar, contribuir, amar, todo… todo se siente más emocionante y es mejor apreciado.

Es fácil sentirte atrapado en la carrera profesional, en la emoción del trabajo y en el impulso interno para alcanzar todo lo que el mundo te ofrece. En ocasiones caemos en una trampa que nos hace olvidarnos de la búsqueda del balance, de intentar hacer tiempo suficiente para la familia y para gozar de la vida. Pero al momento que nació mi hijo, lo que más importa, mis verdaderos valores y prioridades, fueron más claros que nunca. No existía nada más.

Cada vez que lo veo, me recuerda ese sentimiento. Al nacer en mis brazos, mi hijo me dio mi última revisión de realidad.

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