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¿Cómo el pene humano perdió sus espinas?

Un estudio analizó el genoma humano y el de los chimpancés para descubrir cómo fue que el órgano reproductor masculino evolucionó
sáb 12 marzo 2011 01:50 PM
mamifero
chimpance mamifero

A lo largo de la semana se habló mucho de cómo el pene tiene espinas, y probablemente lo escuchaste, pero debemos considerar cómo la evolución ha afectado partes específicas del cuerpo y por qué.

Los humanos y los chimpancés comparten más del 97% del ADN, pero existen varias diferencias obvias en su apariencia, comportamiento e intelecto. Ahora, los científicos están aprendiendo más que nunca acerca de lo que nos hace únicamente humanos.

Sabemos que los humanos tienen cerebros más grandes y, con el cerebro, una mayor circunvolución angular, una región asociada con los conceptos abstractos.

Además, los chimpancés machos tienen penes más pequeños que los de los humanos, y sus penes tienen espinas. No como agujas de puercoespín, sino pequeñas proyecciones puntiagudas en la superficie que básicamente hacen al órgano irregular.

Gill Bejerano, una bióloga de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, y sus colegas quisieron investigar más profundamente por qué los humanos y los chimpancés tienen esas diferencias.

Analizaron los genomas de los humanos y de los primates cercanamente relacionados y descubrieron más de 500 regiones regulatorias —secuencias en el genoma responsables de controlar los genes—, que los chimpancés y otros mamíferos tienen, pero que los humanos no.

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En otras palabras, están haciendo una lista del ADN que se ha perdido del genoma humano durante millones de años de evolución. Los resultados de este estudio fueron publicados en la revista Nature.

Piensa en eso como pequeños focos y sus interruptores, en los que los focos son genes y los interruptores son secuencias controladoras de ADN. Si no existe un foco, el interruptor no puede encender la luz. Ahora imagina que hay un foco y cinco interruptores para encenderlo en distintos momentos en distintos lugares. Si eliminas uno de esos interruptores, el foco aún funciona en los otros cuatro contextos, pero no en el quinto.

El estudio observa dos interruptores en particular. Bejerano y sus colegas tomaron la información del interruptor del genoma de un chimpancé y esencialmente lo conectaron a un gen reportero, un gen cuyos efectos los científicos pueden seguir a medida que el organismo se desarrolla. Inyectaron el gen reportero en un huevo de ratón para ver lo que el interruptor podía hacer.

Encontraron que en un caso, un interruptor que había sido perdido en los humanos, normalmente se convertía en un receptor andrógeno en el sitio en el que los lugares en que los bigotes sensoriales se desarrollaban en la cara y en el que las espinas se desarrollaban en el pene . Los ratones y muchos otros animales tenían estas dos características, y los humanos no.

Sin embargo, los humanos demos mantenido el “foco”, tenemos receptores andrógenos, pero los nuestros no producen bigotes de ratón ni espinas en el pene, dice. Los chimpancés tienen pequeños bigotes sensoriales, no tan obviamente externos como los de los ratones o los gatos, pero nosotros no los tenemos en absoluto.

En resumen: Los humanos carecemos de un interruptor en el genoma que “encenderia” las espinas en el pene y los bigotes sensoriales. Pero nuestros parientes primates, como los chimpancés, tienen el interruptor, y eso por ello que difieren de nosotros de esas dos maneras.

Y los humanos somos algo excepcionales en este aspecto: muchos primates tienen penes llenos de protuberancias, y los ratones, que son roedores, también los tienen.

La idea básica de la selección natural es que después de muchas generaciones, una especie animal pierde algunos rasgos desventajosos para la supervivencia y la reproducción (o que simplemente no sirven para mucho, en algunos casos), y desarrolla otras características que conllevan beneficios. En los humanos, este proceso tarda más de cientos de miles de años. Así que debe haber una buena razón para que los chicos que conozcas luzcan diferentes.

De hecho, abunda la especulación acerca del propósito de las espinas. Una teoría era que eran usadas en una competición de esperma; si la meta del macho era embarazar a su pareja, querría eliminar el esperma de su rival si ella había tenido sexo recientemente, teorizan los científicos.

Los antiguos ancestros humanos probablemente tenían bigotes sensoriales, espinas en el pene y pequeños cerebros, dice Kingsley. Los eventos evolutivos que removieron las bigotes y las espinas y que aumentaron el cerebro probablemente tuvieron lugar después de que los humanos y los chimpancés se separaran como especies (entre 5 y 7 millones de años atrás), pero antes de que los Neandertales y los humanos divergieran (alrededor de 600,000 años atrás” dijo Kingley.

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