Los padres perfeccionistas y sus hijos: una vida de carencias
Nota del editor: Vanessa Van Petten escribe sobre paternidad y adolescencia en el blog RadicalParenting.com . Su próximo libro ¿0btengo mi permiso antes o después de ser castigado? será publicado en septiembre.
¿Cómo saber cuándo exigir a los hijos para formar personas fuertes y capaces, y cuándo estamos exagerando y truncando su posibilidad de ser felices y sentirse contentos con quienes son en realidad?
La frase "quiero ser perfecto" fue buscada 14,800 veces en Google este mes. Con ello y los miles de artículos de autoayuda, internet se revela como el faro de los inseguros que buscan desesperadamente lograr la perfección.
Mientras nuestra sociedad se obsesiona cada vez más con la idea de la perfección, los padres y sus hijos son los más vulnerables a esta infección.
Constantemente leemos sobre los padres helicóptero, mamás y papás que, en el nombre de la perfección, están siempre encima de sus hijos asegurándose de que hagan lo que deben estar haciendo .
Para muchos padres, el sentimiento de deficiencias y la búsqueda de la impecabilidad son una terrible combinación que crea una curva infinita de nuevos posibles logros que no serán satisfechos, pues la perfección permanente es un logro imposible.
Los padres pueden sufrir a la hora de adoptar la mentalidad de perfección, pero los niños también cargan con esto.
Un sentimiento patético
Shamima, de 17 años, explica lo que muchos adolescentes piensan: “Si cometes un error, la impresión que tienen las demás personas de ti se verá afectada, y eso nos hace patéticos”.
La actitud perfeccionista de un padre también prepara a sus hijos para toda una vida de insuficiencias.
Shamima agregó que los adolescentes saben que otros estudiantes en su escuela tienen habilidades más fuertes. “Cuando reciben sus calificaciones, hay una fuerte sombra de remordimiento. Por dentro los estudiantes creen que sus padres anhelan que sean los mejores”.
La competencia frenética y poco saludable es uno de los mayores efectos secundarios de la búsqueda de la perfección por parte de los padres. En lugar de ver los logros de los amigos como inspirativos o positivos, Shamina comparte que sus amigos exitosos “son como montañas que producen una sombra sobre otros compañeros. La mayoría de los adolescentes se sienten desmoralizados y sienten que no valen nada, a menos que se les compare con algo más bajo”.
Este trágico sentimiento también lo comparten muchos adolescentes que sienten que no pueden estar felices por sus amigos porque sus propios padres esperan logros superiores.
Amy Chua, una madre tigre, defiende criar a los niños con expectativas irracionalmente altas. En su artículo en The Wall Street Journal, Chua dice que “los padres chinos exigen calificaciones perfectas porque creen que sus hijos las pueden obtener”.
Algunos padres y adolescentes combaten esta actitud.
Krithika Varagur, una jóven de 16 años fundadora del Fondo Juvenil de Alfabetización, dice que los padres que rechazan los consejos de Chua no están “condenando a sus hijos al fracaso, o peor aún, a la mediocridad. Se puede tener un estilo de vida relajado y una buena dinámica familiar y lograr el éxito”.
También dijo que después de llorar por haber sacado un 9, sus padres fueron quienes le dijeron que lo superara. La pregunta que los adolescentes quieren que sus padres respondan es: ¿cómo pueden aceptar la imperfección?
Lo más importante es que los perfeccionistas no pueden disfrutar su éxito porque siempre piensan que lo pudieron haber hecho mejor. Esto hace que los niños oculten sus errores para mantener una imagen perfecta.
Los padres con imperfecciones naturales pueden enseñar a sus hijos a aceptar los errores y a aprender de ellos.
Esto significa que hay que hablar de los fracasos tanto como de los éxitos , recompensando a los niños cuando intentan aprender de los errores y eliminando el estigma de las decepciones.
Gema, de 19 años, lo dice así: “No creo en la fórmula mágica paternal, quizás porque no hay un ser humano perfecto”.
En ocasiones, la imperfección puede generar crecimiento, alivio y niños maravillosamente imperfectos.