La obesidad puede llevar a padecer hígado graso y perder la razón
Todo comenzó cuando Wilson Alvarado, en ese entonces de 62 años, perdió el sentido de la ubicación en el parque que se encontraba a menos de un kilómetro de su hogar, y que visitaba desde hacía 30 años, y no supo regresar a casa.
“Pensé, bueno, quizá realmente nada más se este volviendo viejo”, recuerda Patricia. “Mi madre tiene Alzheimer y pensé que tal vez era eso”.
Durante los siguientes años le siguieron varios episodios de pérdida de memoria, hasta que terminó atado con correas de seguridad en el hospital varios años después durante un viaje con su familia a su natal a Puerto Rico.
“Realmente fue horrible”, dice su esposa Patricia.
De regreso en el estado de Nueva York, los médicos le explicaron que una enfermedad hepática estaba detrás de la pérdida de memoria y el comportamiento errático.
“Cuando piensas en este tipo de cosas, piensas en demencia o Alzheimer”, dice. “No piensas en el hígado”.
Wilson tenía cirrosis, como la que contraen los alcohólicos, pero en este caso, el culpable era la grasa, no el alcohol. Con una altura de 1.73 metros y 84 kilogramos de peso, Wilson tenía sobrepeso, y tanta grasa en el hígado eventualmente provocó que funcionara mal.
Los médicos dicen que cada vez más están atendiendo a pacientes de hígado graso, como Wilson Alvarado. “Es abrumadora la cantidad de pacientes que estamos tratando con este problema”, dice el doctor Naim Alkhouri, un hepatólogo de la Cleveland Clinic.
“Esto es enorme. Hace 30 años ni siquiera sabíamos que existía esta enfermedad. Ahora es una de las enfermedades hepáticas más comunes”, explica el William Carey, también hepatólogo en la Cleveland Clinic. “No tendremos la capacidad para atender a todos estos pacientes”.
Cerca de un tercio de la población de Estados Unidos tiene hígado graso de origen no alcohólico , de acuerdo al doctor Michael Curry, un hepatólogo del Centro Médico Beth Israel Deaconess en Boston.
Curry dice que de estas personas, cerca del 80% no desarrollará una enfermedad hepática seria. El otro 20% desarrollará una enfermedad llamada esteatohepatitis no alcohólica (EHNA, por sus siglas en español y NASH, en inglés). De estos últimos, alrededor del 20 o 30%, desarrollarán cirrosis y enfermedad hepática en su última etapa, donde el único tratamiento real es trasplante de hígado.
“No tendremos la capacidad para tratar a todos esos pacientes”, dice Curry. “Incluso si fuera una fracción de este número, sería un abrumador programa de trasplante de hígado”.
Perdiendo el sentido
La EHNA comúnmente es silenciosa . Mientras algunas personas tienen dolor en el lado derecho de su abdomen, la mayoría no lo tiene. Las pruebas de enzimas hepáticas algunas veces resultan normales e inclusive los ultrasonidos y las tomografías no siempre detectan la enfermedad.
“Los síntomas son pocos y muy irregulares”, dijo Carey, de la Cleveland Clinic.
“Puede esconderse”, dice el doctor Kevin Mullen, hepatólogo de Case Western Reserve University School of Medicine. “Incluso tu doctor puede no darse cuenta”.
Normalmente no se muestran síntomas hasta que la enfermedad ha progresado. Algunas veces la primera señal es estómago o tobillos irritados o vómito de sangre.
Algunos pacientes, como Wilson Alvarado, desarrollan cambios cerebrales llamados encefalitis hepática. Mientras progresa la enfermedad, el hígado tiene dificultad para filtrar las toxinas, las cuales pueden llegar hasta el cerebro y causar síntomas como pérdida de memoria, problemas para dormir por la noche y falta de coordinación.
“Puede comenzar con cambios mínimos, como unos cuantos raspones más en el auto”, dice Curry. “Uno de mis pacientes se metió a la regadera y abrió el agua caliente y no supo como cerrarla”.
“Tuve un paciente que ponía su ropa para lavar en el refrigerador”, dice Carey.
“Realmente puede ser muy extraño. Podrían intentar vender su casa por 100 dólares o caminar desvestidos por el vecindario”, explica Mullen.
Prevención
Si el paciente pierde peso, come mejor y hace ejercicio, comúnmente puede revertir la enfermedad a sus primeras etapas.
“Por eso nos gusta encontrar diariamente a esa gente”, dice Alkhouri de la Cleveland Clinic.
Sin embargo, al momento en que la enfermedad avanza al punto de cirrosis, normalmente es irreversible, añade.
El mes pasado, Alvarado tuvo un trasplante de hígado en la Cleveland Clinic, y su esposa dice que está pensando más claramente.